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Aless acarició suavemente la mejilla de Lizzie mientras compartían una mirada lujuriosa. Puso los dedos en sus labios entreabiertos y finalmente recorrió todo el contorno con besos cortos. Sabía que esperaba un contacto más profundo, maliciosamente, no le concedió el deseo. Besó su mentón y el cuello con calma y luego coló las manos bajo el suéter que llevaba puesto.

Se estremeció al sentirlo recorriendo su pecho, y pasar, solo un instante, la punta de los dedos por su rosado pezón ya erecto y preparado para sus atenciones.

Otro suspiro de placer salió de sus labios.

Su excitación iba en aumento pero no quería dejarla disfrutar. Estaba siendo malo y no le importaba. Le quitó las prendas con maestría y siguió el camino hacia abajo, relamiendo cada centímetro de su piel, deteniéndose momentáneamente en su ombligo.

—¿Quieres que siga bajando? —susurró contra su abdomen. Después de todo no tenían mucho tiempo.

Lizzie estaba ayudándolo a dar con el paradero de Jane y le había dicho que tenía un contacto el cuál tenía herramientas para encontrar a la chica. Habían previsto una reunión y si querían llegar puntuales no podían distraerse en la cama.

Pero era una misión imposible no besar y tocar a la rubia. Estaba muy agradecido con ella y la mejor manera de demostrar su gratitud era arrancándole gemidos y jadeos.

—¡Si! No te detengas. —contrajo la respiración cuando abrió sus piernas y vio lo mojada que estaba.

Enterró el rostro en su rasurado pubis y bebió su esencia con gusto. Lamió y mordisqueó todo el exterior de sus labios mayores para llegar a los menores y a su húmeda cavidad.

Ya no había vuelta atrás. Iba a darle un orgasmo. Un suspiro mucho más sonoro hizo eco en la habitación y él tuvo que sumar sus dedos al notar lo necesitada que estaba. Jugó con sus flujos y movió las falanges dentro y fuera para llevarla al punto máximo de éxtasis.

Ya no aguantaba más y se estremeció de placer mientras rodeaba su muslo y proseguía torturándola. La sentía cerca de la cima. Un par de movimientos más y alcanzó el clímax. Sus piernas temblaron y su espalda se arqueó al igual que su cadera. Le encantaba verla en tal estado.

Aless no terminó allí. Mientras ella se reponía él regalaba caricias a sus rodillas y muslos. Besó cada rincón de ella y la soltó únicamente al ver su pecho subiendo y bajando con normalidad.

—Eso fue increíble. —le dijo sujetando su cabello y arrastrándolo hacía arriba nuevamente. Sus bocas chocaron y sonrió sobre sus labios. —Te regresaría el favor pero es hora de irnos.

—Me lo cobraré más tarde. —la promesa flotó en el aire y compartieron una mirada de complicidad mientras ella se vestía.

Salieron un rato después y se sumergieron en el tráfico londinense. El trayecto fue silencioso pero distaba de ser incómodo. Para ese punto ellos habían aprendido a lidiar bien con la presencia del otro sin necesidad de hablar.

Ojalá el amigo de Lizzie fuera un investigador privado o alguien relacionado con la policía. Un sujeto con tales habilidades podría hacer un trabajo más sencillo, rápido y discreto. Sobre todo eso último. Necesitaba un agente encubierto que no levantara las alarmas de nadie.

Si Jane se enteraba de que la estaban siguiendo puede que se lo tomara mal. Aless no quería asustarla y que se escondiera de él. La probabilidad de que tuviera un gran problema con las drogas y otras sustancias era alta. Él más que nadie sabía que una confrontación directa en esas situaciones no era lo adecuado. Su propia experiencia era un ejemplo.

Cuidado Con AlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora