Sospechoso

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Pisadas se escuchaban a la lejanía avisando de su pronta llegada, con intención de hacerse digna cruza sus brazos mirando atentamente del cielo caer en la oscuridad de la luna entre tonos naranjas y amarillos, si estuviera de buen humor amaría esa vista.

La manija hace ruido haciendo paso al pecoso que estaba esperando, sin voltear a ver lo sintió acercándose por detrás de ella para abrazarla por sus caderas.. como tanto amaba que lo hiciera.

El hombre, sin emitir ningún sonido de su boca comenzó a masajear la piel sobrante de su prometida, pegando ese gran trasero en su pelvis, esperando hacer disfrutar a aquella mujer que preocupo por no haber llegado a casa.

— Izuku.. — Suspira, agarrándose de los brazos que apretaban con cuidado su cuerpo. No era momento. — Espera, debemos hablar.. — Vuelve a suspirar, perdiendo la paciencia poco a poco.

Las manos expertas de aquel joven suben tan despacio por su estómago que a la castaña le parecía una tortura. ¿Desde hace cuanto su querido prometido dejó de tocarla? Esta noche al unísono del cielo estrellado quería entregarse por completo a ella.

Volvió a suspirar tratando de alejarse de las peligrosas garras de su novio, sintiendo como su cabeza rápidamente aprisionaba su cuello entre besos y chupetones que le hacían volar la cabeza al instante.

— Vamos, Ocha... — Murmura en su cuello, logrando vibraciones suaves en la mujer. — Me quieres, me deseas. — Termina de decir para despegar sus labios de la piel y dirigirle la mirada, observando el rostro de la mencionada enrojecida a más no poder tratando de contenerse.

— Izuku, por favor... — Ruega, logrando que el hombre la suelte provocando una gran exhalación por la castaña.

El mayor solo optó en sentarse en el sillón que se encontraba enfrente de la mujer.

— ¿Segura que no quieres? — Pregunta, sobando una de sus piernas. Debía admitirlo, el pecoso vestido así la volvía loca.

— Segura. — Asegura, volteando la mirada. — No intentes evadir el tema.

Escucha un suspiro del muchacho, no quería hablar de ello.

— ¿Dónde estabas? Saliste sin decirme nada, te arreglaste y peor aún, te llevaste tu celular para ni siquiera contestarme las llamadas. — Reclama, sintiendo el enojo volver a florecer en sus entrañas.

— Amor, son cosas del trabajo. — Trata de excusar, tapándose la cara con las manos. Estaba muy cansado, quería dormir un poco y aprovechar que era inicio de fin de semana y no despertar nunca.

— ¿Trabajo? ¿Quién trabaja en las madrugadas, Izuku? — Con sarcasmo comienza a dar vueltas en la sala expresando su disgusto. — ¿Crees que te voy a creer esas patrañas? Me estás mintiendo, y si me estás mintiendo de una vez te digo que a mi no me vas a ver la cara de estúpida.

Termina de decir para voltearlo a ver, el hombre estaba completamente dormido.

Apretó sus puños con rabia, ¿qué carajo? ¿dónde estuvo toda la madrugada? Una idea invadió rápidamente su mente, se acercó con cuidado al pantalón de Izuku para sacarle su celular del bolsillo izquierdo.

Necesitaba asegurarse.

Una vez que lo tuvo en manos, corrió al baño y se encerró junto aquel aparato. Tenía varias sospechas.

Un hombre sale de casa en la madrugada sin decirle a su pareja, se arregla lo suficiente, se lleva sus pertenencias y no aparece hasta el día siguiente diciéndote que esta en el trabajo y cuando regresa a casa está exhausto sin querer discutir tratando de seducirla como si nada.

Sus peores pensamientos llegan a su pecho, sentía miedo. ¿Su amado la estaba engañando?

Desbloqueó el celular tratando de encontrar algún indicio de que este hombre era otro varón del montón. No encontró absolutamente nada, suspiro rendida, pero sabía que algo extraño le pasaba a su novio.

Y lo iba a descubrir.

[...]

Y una vez más, se encontraba sentado en una mesa a la lejanía pero ahora no se encontraba solo.

Había logrado obtener un tipo de relación muy extraña con el peleador, extraña porque ni siquiera sabía como estaban ahi sentados, pero siempre de alguna forma se encontraban afuera del club así que entraban juntos y comenzaban una conversación mientras bajaban las tediosas y largas escaleras. Esas pequeñas coincidencias fueron creando un tipo de vínculo amistoso.

Esa madrugada, ambos llegaron más temprano de lo normal lo cuál les extrañó por sus antiguas coincidencias, al final no hicieron tanto caso y aprovecharon del tiempo que tenían antes del combate del mayor para conocer de una forma un poco más intima.

— Vaya, ¿entonces ustedes no ganan dinero al pelear? — Pregunta el pecoso indignado mirando como el cenizo tomaba un poco del amargo licor que había pedido anteriormente.

— Nosotros ganamos dependiendo de la cantidad de dinero que apuestan por nosotros. — Responde, dejando su vaso con tranquilidad en la mesa de madera.

— Eso es injusto. — Habló, cruzando los brazos ofendido como si fuera a él que le sucede esa "injusticia" logrando que el rubio comenzará a reírse escandalosamente.

— Es lo justo, si eres novato debes aprender a ganarte la confianza de los apostadores. Es así como funciona esto, mientras más confianza brindes más apostarán por ti y mientras más te apuestan, más dinero ganas. — Sonríe, mirando el escenario y como sus compañeros se golpeaban. — Así funciona el dinero.

— Es una mierda.

— Lo es. — Reposa su rostro entre sus brazos para descansar un poco sus ojos. — El dinero es una mierda, ¿y qué hay que hacer con ello? Intentar sobrevivir.

— Eso es todavía más injusto.

— ¿Y tú crees que puedes cambiar algo? — Pregunta con sarcasmo, escondiendo su rostro para intentar dormir un rato antes de calentar y empezar su combate, todavía tenía una hora para prepararse.

— Sí. — Contesta, obteniendo una risa burlona como respuesta. — ¿De qué te ríes? — Pregunta, acusando con la mirada al rubio grosero que esta a su lado.

— ¿Cómo crees cambiar esto? — Sale de su escondite, mirando aquellos ojos esmeralda fijamente con ridiculez.

— Ayudándote. — Suelta, intensificando la mirada con los ojos de rubí, sintiendo un toque de electricidad en el ambiente.

— ¿Cómo? — Pregunta incrédulo, sin pudor alguno fue acercando su rostro tratando de intimidar al hombre.

— Apostando todo de mí por ti. — Argumenta, para acabar con esa pelea de miradas dejándolo sorprendido viendo como el pecoso levanta su mano llamando a un mesero.

— ¿Pero qué haces? — Asustado miro con atención lo que el peliverde pretendía hacer, el mesero le entregó su sobre con dinero pensando que el hombre se retiraría.

Sin embargo, el joven lo tomó pidiéndole al camarero que lo esperase para de pronto invertir todo su dinero en aquel rubio que estaba a su lado. Se sorprendió al ver ese cheque firmado, no era dinero físico, era todo el dinero de aquel pecoso en un simple y sencillo papel solo para aportar por él.

Sintió su cuerpo flaquear.

— Confío en ti. - Soltó de repente, mirando una vez más aquellos rojizos ojos que lo inspiraban. Ese tipo estaba realmente loco, formando una sonrisa engreída se paró a alistarse para su combate sintiendo la mirada del menor estar encima de él.

Este nuevo desafío le calentó el alma, sintiendo por primera vez en sus peleas ilegales esa necesidad de sobresalir que cualquier otro. << "Yo tengo que ganar, por él, por mí, por nosotros" >> Demostrando una vez, esa extraña relación que desarrollaron sin saber siquiera sus nombres arriesgado literalmente todo.

[...]

Renée. Abril 3,2024
Muchas gracias por las lecturas y el apoyo que me han brindado de la noche a la mañana, realmente agradezco muchísimo todo<3 espero les este gustando la historia!

Clandestino .ᐟ dkbkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora