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Kuroo cerró los ojos y, de repente, se encontró en un parque bañado por la luz dorada del atardecer. El suave murmullo de la brisa entre los árboles y el suelo crujiente de hojas secas bajo sus pies lo llevaron a un lugar donde la tristeza aún no había invadido sus corazones.

Kenma estaba frente a él, con una sonrisa suave y una mirada llena de ternura. Sus manos se entrelazaban con las de Kuroo mientras caminaban juntos por el sendero serpenteante del parque.

"¿Recuerdas cuando vinimos aquí por primera vez?", preguntó Kenma, su voz tan suave como el susurro del viento entre las hojas. "Fue el día en que descubrimos que nuestros corazones latían al unísono."

Kuroo asintió con una sonrisa, recordando aquel momento como si fuera ayer, aunque ese día haya pasado hace casi 7 años. "Sí, fue el día más hermoso de mi vida", admitió, su voz llena de emoción.

Se detuvieron bajo un árbol grande, cuyas ramas se mecían suavemente con la brisa. Kenma miró a Kuroo con ojos brillantes y le tomó el rostro entre sus manos.

"Te amo, Kuroo", dijo Kenma, su voz llena de sinceridad y amor. "Eres mi luz en la oscuridad, mi refugio seguro en medio de la tormenta."

Kuroo sintió un nudo en la garganta ante las palabras de Kenma, su corazón hinchándose de amor y gratitud. "Y yo te amo a ti, más de lo que las palabras pueden expresar", respondió, sus ojos brillando con la intensidad de su amor.

En ese momento, bajo la cálida luz del atardecer y el suave susurro del viento, Kuroo y Kenma se perdieron el uno en el otro, en un mundo donde solo existían ellos dos y el eterno vínculo de su amor. Era un momento único, un instante de felicidad y romance que permanecería grabado en sus corazones por siempre.

Entre sombras y susurros | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora