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Kuroo se encontraba en el andén, esperando la llegada del tren, con el frío del invierno cortándole la piel y dejando un vaho en el aire. El silencio de la estación parecía envolverlo, haciéndolo sentir más solo que nunca.

En su mente, Kuroo había tomado una decisión sombría. Esperaba el tren no para abordarlo, sino para despedirse del mundo. El ruido ensordecedor del tren al pasar se mezclaría con el tumulto de sus pensamientos, y cuando finalmente llegara el momento, se lanzaría a la oscuridad con la esperanza de encontrar paz en el abismo. Era un acto de desesperación, un intento de escapar del dolor que lo consumía desde dentro. Pero en ese momento, la promesa de la nada parecía más tentadora que cualquier otra cosa que el mundo pudiera ofrecerle. Aunque el tren aún no pasaba, cada segundo de espera se volvía una tortura, una agonía que le recordaba el abismo que se abría ante él.

Kuroo se mantuvo en silencio por un momento, su mirada fija en la oscuridad que se avecinaba en los rieles del tren. Cada latido de su corazón resonaba en su pecho como un recordatorio constante de la agonía que lo consumía. La idea de saltar no era solo una huida de su sufrimiento, era una declaración desgarradora de que no podía soportar un mundo sin su amado gatito.

"¿Vas a saltar?", preguntó Kenma, su voz apenas un susurro en el aire helado. "Creo que Kenma estaría enojado si lo hicieras."

Kuroo soltó un gruñido de frustración, sintiendo la rabia arder en su pecho. "¡Y qué si lo hace!", Miró molesto al teñido. "¡Kenma es egoísta! Se fue sin mí.", No lo era, el nunca quiso irse. "Así que no tengo por qué preocuparme por cómo se sentiría él", gritó, su voz llena de dolor y resentimiento.

El silencio se extendió entre ellos, pesado y opresivo, como un manto de tristeza que los envolvía a ambos. Durante al menos dos minutos, no hubo palabras, solo el sonido distante de los trenes que se aproximaban.

Finalmente, Kenma rompió el silencio con su voz tranquila pero cargada de preocupación. "Hace demasiado frío para todo esto, ¿no crees?, ¿Por qué no vamos a buscar leche caliente?"

Kuroo sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Kenma, su corazón pesando con el peso de la tristeza y el arrepentimiento. "Eso me gustaría", murmuró, al borde de las lágrimas, deseando desesperadamente que pudiera aferrarse a cualquier pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad que lo consumía.

Entre sombras y susurros | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora