Epílogo

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Después de meses de terapia, luchas internas y noches de insomnio, Kuroo finalmente comenzó a encontrar un atisbo de paz en su vida. Dejar el alcohol y aprender a enfrentar sus demonios internos fue un camino lleno de obstáculos, pero cada pequeño paso lo acercaba un poco más a la sanación.

Con el tiempo, las alucinaciones de Kenma se volvieron menos frecuentes, y Kuroo aprendió a aceptar la realidad de su pérdida. Sin embargo, su amor por Kenma nunca disminuyó, y cada recuerdo de su amado seguía resonando en su corazón con una intensidad abrumadora.

Una tarde fría de invierno, Kuroo se encontró en el lugar donde solía hablar con Kenma en su mente, mirando hacia el horizonte con los ojos llenos de nostalgia y tristeza. Pero esta vez, algo era diferente. Había una sensación de calma en su interior, una aceptación tranquila de lo que había sido y lo que ya no podía ser.

Entonces, como si de repente su presencia fuera más real que nunca, Kenma apareció frente a él, su figura etérea envuelta en una luz suave y reconfortante.

"Kuro", dijo Kenma con una sonrisa triste pero serena. "Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos."

Kuroo asintió, una mezcla de emociones revoloteando en su pecho. "Lo sé. Te he extrañado mucho, gatito."

Kenma le dio una mirada comprensiva, sus ojos reflejando el amor infinito que siempre había sentido por Kuroo. "Lo sé, Kuroo. Pero necesitas seguir adelante."

Las palabras de Kenma resonaron en el aire, y Kuroo sintió un pellizco en el corazón. "¿Qué quieres decir?", preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

"Quiero que encuentres a alguien más, Kuroo", dijo Kenma suavemente. "Alguien que pueda complementar tu vida de la manera que yo ya no puedo."

Las lágrimas amenazaron con empañar la vista de Kuroo mientras luchaba por contener su dolor. "No puedo, Kenma", susurró, su voz temblorosa por la emoción. "Te amo demasiado."

Kenma le dio una sonrisa triste pero llena de amor. "Lo sé, Kuroo. Y siempre te amaré también. Pero debes permitirte seguir adelante, encontrar la felicidad en otros lugares."

Kuroo se encontró a sí mismo sacudiendo la cabeza con determinación. "No puedo, Kenma", dijo con voz firme. "Nadie podrá nunca ocupar el lugar que tienes en mi corazón."

Con un último abrazo etéreo, Kuroo y Kenma se despidieron, cada uno llevando consigo el amor y los recuerdos compartidos que habían marcado sus vidas para siempre.

Y mientras Kuroo observaba cómo la figura de Kenma se desvanecía en la distancia con una leve sonrisa, supo en lo más profundo de su ser que, aunque su amor por Kenma nunca moriría, había encontrado la fuerza para seguir adelante y vivir una vida plena y significativa, honrando siempre el amor que compartieron.

Entre sombras y susurros | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora