El resplandor azul crecía y menguaba como el oleaje tranquilo del océano, refulgiendo en las antiguas paredes de aquel recinto.
Todas las personas, ya sean humanos o brujas, no perdían de vista aquella niña que flotaba siendo contenida por las cadenas que la ataban a la lisa cama de piedra.
El cabello aqua de Hilda se extendía como si estuviera cayendo al fondo del mar, mientras respiraba con lentitud manteniendo sus ojos cerrados.
Toda ella fulguraba en un azul mágico.
En realidad, tenía cuatro alas; las mayores y superiores se extendían hacia atrás y hacía arriba en un ovalado muy alargado terminado en punta, eran en tamaño más largas que Hilda misma, las segundas, pegadas de bajo de las primeras, eran menores, igual alargadas y apuntaban hacia abajo. El interior de cada ala se mostraba de un leve azul-blanco semitransparente; con líneas blancas brillantes que trazaban curiosas formas en todo lo largo y ancho.
Los primeros en ponerse de pie, aunque lentamente, fueron Kaisa, Frida y David, quién aún se sostenía el costado, producto del impacto con la pared.
-¿Hilda?- Preguntó levemente Kaisa.
La niña fue abriendo los ojos lentamente. La cabeza le daba vueltas; sentía haber dormido mucho tiempo.
Lo primero que notó fue lo borroso de su vista, alcanzaba a ver tres cuerpos que lentamente se le acercaban, mientras, volteando a ambos lados, descubrió tres figuras más, pero inmóviles. Sacudió la cabeza, recordaba haber sentido mucho dolor. Demasiado. Pero ahora era lo contrario; se percibía intangible, casi etérea.
Conforme su vista se fue aclarando y las figuras que le rodeaban tomando forma, fue cayendo en cuenta de su situación. De golpe la realidad le llegó al cerebro e inhaló con fuerza, como quien sale de lo profundo del mar después de un minuto y medio en inmersión.
-¡Oh, por las hadas!- Gritó. -¡Qué diablos me hicieron trío de brujas enfermas! ¡Eso dolió como el infierno!-
Se volteó a ver las manos, su torso desnudo e iba a hacer una rabieta resultado de su pudor. Pero, prestando atención, se dio cuenta que flotaba.
-Que...diablos...- Entonces, por detrás de su hombro, descubrió el origen del brillo azul traslúcido que iluminaba el lugar.
-¡La madre! ¡Tengo...tengo alas! ¡Frida! ¡David! ¡Tengo alas!-
Para esto el trío de brujas ya se habían puesto de pie, poco a poco estaban saliendo de su asombro inicial.
-Minerva- Preguntó Melinda- ¿Ella es lo que creo que es?
Minerva se acomodó su peinado de chongo tratando de recobrar la dignidad perdida, buscó al pajarillo que vivía en su pelo y lo acarició un par de veces tratando de aclarar sus ideas. -Es la primera vez que veo algo así, Melinda. Pero, parece que si.-
Marie miraba a Hilda con una seriedad que rayaba en la fiereza, sostenía su fuete-varita con mucha fuerza. -Así es, Melinda Abigail; ella es lo que crees que es, estamos en presencia de un pecado contra natura.-
Para esto Hilda se movía y se sacudía, queriendo de alguna manera agarrar una de sus alas, pero sin resultado debido a las cadenas. Se quedó inmóvil un momento para mirar a David y gritarle que cerrara los ojos y que se tendría que hacer responsable de ser el primer chico en verla sin top. Lo que si consiguió con su esfuerzo fue aletear un par de veces soltando a la vez unas leves chispas blancas.
Kaisa y Frida sonrieron al ver este hecho. Era simplemente maravillosa. David ya se tapaba los ojos, bastante sonrojado.
Fue entonces que, aprovechando el deslumbramiento de sus amigos y la inestabilidad de sus hermanas, la bruja Marie hizo un ademán con su varita moviéndole en amplios círculos por encima de su cabeza; de la punta el fuete comenzó a generarse una energía negra rodeada por un resplandor rojo.
ESTÁS LEYENDO
Diario de un Hada
Misterio / SuspensoHilda tiene dudas acerca del origen de las hadas. Investigar el pasado no siempre puede terminar bien. Los cuentos de hadas son una cosa, la Historia cruda, por otro lado, puede no tener sabor dulce.