Capítulo 14 🐺

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STELLA

A la mañana siguiente, despierto con miles de peonias endulzando mi habitación. Están por todas partes, por el tocador, en la mesita de noche, en el escritorio, en los muebles en el espacio de la librería y sus sillones conjuntos para sentarse mientras disfrutas de un buen libro. En el suelo, ahí hay miles de ramos, tengo miedo de salir de la cama y aplastar alguno.

¿Qué pasó aquí? ¿Se metió un florista y vomitó?

Me encuentro sentada mientras deslizo las yemas de mis dedos por el papel aterciopelado de una carta que había al lado de mi almohada. Estoy decidiendo si abrirla o no, no sé qué puede haber en su interior y eso me desconcierta.

Mis ojos están irritados por todo lo que he llorado, las ondas de mi cabello se han desecho y solo se me la maraña sin peinar.

Estoy echa un desastre, con un sentimiento de culpa agonizador.

Respiro hondo mientras abro los pliegues de la carta, es totalmente blanca y tiene un sello real con la silueta de un lobo.

Un mensaje con una letra masculina llama mi atención, así empiezo a leerlo con lentitud. El corazón late en mi pecho queriendo huir, pero resisto.

«No quiero verte, pero eso no significa que no te llene de regalos.

Un pequeño presente para mi princesa.

No te marches.

Killian Wolf. »

Mi mirada va directa a la pequeña maleta con algunas prendas que él me ha regalado, cuando llegué aquí no pedí nada, y me llenó el vestidor de vestidos bonitos, ropa interior, accesorios costosos... La lista es larga. Killian siempre estuvo detrás del personal, para que me dieran todo lo que yo pedía. Todas los elementos básicos que había perdido en mi aldea.

Y ahora me ha llenado la habitación de peonias.

De mis flores favoritas.

No es cómo los demás hombres.

Mi lobito tiene algo distinto que me enamora.

La sonrisa que tengo dibujada en los labios, pierde la fuerza y termino con lágrimas bajando por mis mejillas.

Guardo la carta en un cajón de la mesita de noche. Me hundo nuevamente en la cama, las sábanas me protegen del exterior y me arropo con el edredón hasta la cabeza mientras mis lloros son suaves.

¿Por qué no me salen las palabras cuando me gritan? ¿O cuando estás enfadados conmigo?

Solo me quedo paralizada, no puedo expresar lo que siento, necesito tiempo y a veces el tiempo no es suficiente.

Me gustaría que Killian entendiera que lo quiero, pero que por ahora, no puedo meterme en su cama, ni aceptar el compromiso porque no estoy preparada para nada de eso. No se como ser una esposa, ni siquiera sé cómo voy a ser la madre de este bebé que cargo en mi vientre.

—¡Stella, bonita! ¿Dónde estas? —la puerta se abre y una voz femenina se introduce en mi dormitorio —. Opa, cuantas peonias. Te va a dar alergia.

Sigo encerrada en mi guarida calentita.

—Soy Lavinia, la bruja que se estrelló anoche en tu balcón y te delató —suelta una risita tímida —. Me agarró el remordimiento y quiero ser tu amiga.

Luna MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora