Capítulo 2 🐺

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—He pasado por mucha mierda, más vale, chucho, que seas bueno y me dejes huir —le susurro con una mirada penetrante, mientras gruñe en mi dirección —. Ninguno de los dos va a morir hoy, ¿cierto?

Me siento patética intentando intimidar a un lobo, que claramente, me dobla en altura y fuerza.

No sé nada sobre caza ni de cómo asesinar a esta monstruosidad.

Debo estar en Licantropía, porque está región es la tierra de los animales salvajes y los seres cambiantes, los que tienen genes humanos pero también de animales, es una raza imparable. En nuestro mundo, cada región vive una serie de especies que están liderados por sus reyes y reinas. Cada raza tiene un puesto en el escalón de la pirámide social, los humanos están en el último puesto.

Yo vivía en Humanity, en una aldea pérdida que ahora solo es cenizas.

Que triste.

El olor de la muerte jamás va a desaparecer en esas tierras.

No sé dónde estoy, solo sé que el sitio está oscuro y sigue siendo de noche. Todo mi cuerpo está enlodado, siento ganas de cerrar los ojos, pero no puedo hacerlo porque tengo que seguir. Deseo una ducha y un buen colchón para descansar.

Pero ese lobo me sigue mirando.

—¿Entiendes lo que te digo, eres un cambiante, no? —le cuestiono.

Ni siquiera aparta la mirada o me da a entender que me está comprendiendo. Así que le sigo hablando:

—Necesito ir a Tierras Bravas, estoy buscando a un amigo. Cómo verás, no estoy en mi mejor momento y necesito ayuda, mi aldea ha sido arrasada. Han matado a todos, soy la única superviviente —mi garganta raspa por la tristeza que me da decirlo en voz alta.

El lobo vuelve a gruñir.

Creo que es hora de huir porque algo me dice que este lobo no es cambiante y seré su cena esta noche si no me muevo. Todo está pasando tan rapido, tantas emociones de repente, que estoy colapsada y lo noto en mi cuerpo. Las heridas abiertas duelen, tengo mucho miedo de mi futuro.

Me contengo las lágrimas porque mi padre no me enseñó a ser débil, junto con mi madre criaron a una mujer que puede con todo aún así el mundo le caiga encima. Y tengo que vivir por ellos, tengo que hacerlo, porque estoy segura que ellos se sentirán orgullosos de mi valentía en el mundo de los muertos.

Los huesos de mi cuerpo se quiebran cuando me giro lentamente para alejarme de la zona, salgo del charco de fango con la tierra pegada a mi piel como una ropa. En ningún momento dejó de mirar al lobo, simplemente me alejo, no deprisa porque eso podría alterarlo.

Utilizo mis manos con gestos suaves, para sostenerme de los troncos de los árboles que voy sorteando. Tengo la esperanza de perder de vista al lobo, pero el avanza conmigo con expresión amenazadora.

—Por los dioses, déjame en paz.

Atrapo una rama afilada de algún árbol, hay tanta oscuridad que no veo nada. Voy a usarlo como arma por si se abalanza hacia mi, no tengo más opciones. Se trata de supervivencia.

Poco a poco, voy tomando distancia del lobo, ya que se detiene un par de veces para aullar al cielo, y es ese el momento que aprovecho para mover mis piernas más, ya no estoy mirándolo. Solo camino mientras mis pies sufren, la hierba fresca y extensa de este lugar me acaricia los pies y me hace más ameno el camino.

Me echo a un lado los rizos de mi cabello, porque están tiesos por la suciedad y me imposibilita ver algún rastro de humanidad. Tiene que haber una casa cerca, o varias casas. Porque un humo espeso y blanco, sale de entre las copas de los altos pinos y nublan las estrellas del cielo.

Luna MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora