Un solo día no había bastado para recuperarme, pero no habían más opciones.
Sentí los golpes llamándome para despertarme, al salir saludé al guardia que me escoltaba cómo de costumbre y proseguimos hasta el consultorio.Mientras mis pasos resonaban en el pasillo, mi mente estaba atrapada en un torbellino de emociones. Me sentía encerrada en este lugar, no tenía escapatoria. Tenía que aceptar que esto iba a ser así por los próximos días, y esta vez me veía obligada a enfrentar la realidad sin hacer lo que siempre hacía, huir.
El eco de palabras hirientes resonaban en mi interior, siendo un recordatorio constante de mis heridas.
Pero aunque no podía arrancar los pensamientos intrusivos de mi interior,
esa mañana decidí que si mi alrededor no cambiaba, y no podía cambiar las circunstancias en las que me encontraba, la que iba a tener que cambiar era yo.Estaba cansada de regalarle a todo el mundo la oportunidad de lastimarme.
Pensé en tomar un rumbo diferente. O al menos intentarlo. Había planificado que a partir de ahora me limitaría a trabajar en sumo silencio, no iba a ser la misma intensa de siempre y no me abriría con cualquier persona como lo había estado haciendo.
Cada vez que le había dado la posibilidad de hacerme daño, todos la habían usado sin dudarlo. No quería derramar ni una lágrima más en vano.
Al llegar a la habitación que compartía con Damiano, al principio fue así. Pude sostener mi postura firmemente. Ni siquiera lo miré, ni le dirigí la palabra. Me limité a mirar las pantallas y traspasar la información a las planillas. En profundo silencio.
Todo iba bien, mejor que lo planeado, pasé horas concentrada en profundo silencio, ya faltaba poco para que terminara mi jornada de trabajo.
— Por favor, háblame — expresó Damiano con una voz grave, casi entrecortada.
Sentí cómo mi corazón se detuvo en ese momento.
Me quedé quieta en el lugar, con el bolígrafo a medio camino. Con la respiración entrecortada me quedé mirando fijamente la planilla, sin saber cómo reaccionar.
Pasaron unos cuantos segundos o incluso minutos. No se oyó más nada, y no tuve el valor de levantar la mirada. Por un momento incluso había pensado que me había imaginado aquellas palabras.
— Siento haber sido un imbécil Emily —dijo con la voz ronca. Parecía ser que decir aquellas palabras lo atormentaban — es solo que...
Pero no terminó la oración. Dejó las palabras flotar en el aire, el aire que el me estaba arrebatando en ese instante.
Era la primera vez que lo escuchaba decir mi nombre. Lo había dicho de una forma tan grave e intensa, que erizó todo el vello de mi cuerpo.
Alcé la mirada sorprendida por aquellas palabras y fue entonces cuándo lo vi.
Algo no andaba bien. Su aspecto no era el de siempre. Se veía más demacrado de lo común, ojeras violáceas rodeaban sus ojos, se veía que no había descansado en toda la noche. Y esta vez no se encontraba cómo habituaba en su respectivo escritorio, dibujando, esta vez estaba en un pequeño sofá. Se lo veía completamente agotado, algo extraño y oscuro expresaban sus ojos.
Se aclaró la garganta para seguir hablando, cómo si le costara hablar.
—Es solo que este lugar es un maldito infierno —sentenció de una forma tan severa que me asustó.
Dudé en preguntarle que había sucedido. Pero lo que vi en su mirada me lo impidió. Tenía los ojos algo rojizos y vidriosos, cómo si enviaran un mensaje desesperado por salir de ese estado.
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SANGRE PROHIBIDA ©
RomanceEmily nunca esperó que su vida tomara un giro tan salvaje, luego de que su novio le terminara sin motivo alguno, en el sofá de su sala. Con el corazón roto y decidida a encontrar un nuevo comienzo, decide aceptar una oferta de trabajo en el misterio...