Capítulo 3: Ojos de borrego

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POV: DAMIANO.

No sabía exactamente que pensar sobre aquellos ojos que me observaban asustados. Pero a pesar de ello, no los apartaba.

No estaba acostumbrado a que me vieran con tanto miedo, pero eso de alguna forma me gustaba. Era distinto. Era la primera vez que sentía que me miraban cómo algo a que temer y no cómo una simple cosa con la que experimentar.

Cuando el anciano decrépito se marchó realmente quedé impresionado viéndola allí de pie, sola.  ¿Qué es lo que está haciendo aquí?

Pensé que se trataría algo así cómo una visita turística, pasar a ver el fenómeno detrás del cristal y marcharse.

Pero me sorprendí cuando aquello no pasó. Se quedo allí de pie, sabía que estaba completamente fuera de lugar.

Pasaron unos minutos en los cuales ella pareció caer en la realidad. Pude entender que ella tampoco sabía muy bien que hacía allí.

Pero cuando la veo sentarse sobre la silla detrás del cristal y agarrar el montón de papeles con mis expedientes, cómo si tuviera algún tipo de derecho, comienzo a molestarme.

Fruncí el ceño cuando caí en cuenta que le habían dado el puesto ¿Ahora esa chiquilla estaba a mi cargo después de que el señor López decidiera retirarse frustrado? ¿Por qué ella?

Me reí para mis adentros. Eso era ridículo. Era notable que cada vez le ponían menor esfuerzo a la elección del personal a cargo. Quizá, por fin perdieron la esperanza, decidiendo no gastar tanto tiempo y dinero en mi.

Ella carraspeó la garganta para llamar mi atención.

—Hola ¿Cómo estás? —dijo con una voz suave y dulce.

Alcé mi ceja confundido, ¿Qué cómo estaba? Las únicas veces que había escuchado aquella pregunta era cuando no sabían si iba a regresar a la vida. Cuándo me encontraban lo suficientemente mal y debían comprobar realmente si me encontraba "bien".

Pero que me pregunta sin que haya pasado nada relevante, por el simple hecho de querer saber cómo me encontraba, era demasiado extraño. Todo aquello parecía un chiste.

— Mi nombre es Emily, Emily Plagiaretti. —se presentó mientras me regalaba una sonrisa amplia mostrando los dientes, parecía genuina. Seguramente era mentira.

Bufé mientras negaba con la cabeza. No sé a que piensa que puede jugar, que táctica está tramando, pero no pienso perder mi tiempo en esto. Que le den. Vuelvo a mi dibujo, concentrado para proceder a ignorarla hasta que también se canse.  Tal vez se aburra rápido, no creía que dure mucho más que el señor cara de culo que se encontraba en aquella silla antes de ella. La mayoría termina exasperándose y marchándose.

Ellos me tenían encerrado aquí, desde que tengo noción. El día que me di cuenta que efectivamente nunca iba a salir decidí devolver un poco la tortura, haciendo el trabajo más aburrido de su vida. Demostrando que no había ninguna razón en especial para estar aquí.

Noté los sonidos que emitía el movimiento de la silla, su pie golpeando el suelo, y el sonido de su cuerpo inquieto. Estaba ansiosa, pero no me iba a molestar en siquiera mirarla.

Al cabo de unos minutos volvió a insistir llamando mi atención.

— ¿Y tu? ¿Cuál es tu nombre? — preguntó.

Al escuchar el silencio absoluto cómo respuesta. Comenzó a dar pequeños golpes sobre el cristal que nos separaba para llamarme.

La miré asqueado. ¿Qué se piensa? ¿Qué esto se trata de una pecera?

SANGRE PROHIBIDA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora