1. el encuentro

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Violeta resopló y volvió a mirar la pantalla del móvil. 15:39, igual que hace veinte segundos. Me cago en el Omar este y en toda su puta estampa. Entró en WhatsApp y abrió el chat de su mejor amiga, tenía un audio sin escuchar.

—Tíaaa, no te preocupes, Álex acaba de hablar con una de sus amigas y dice que en menos de cinco minutos pasan a por ti, que tuvieron que dar no sé qué rodeo porque se perdieron un poquito, pero llegan enseguida.

—Vayoleeeet —se escuchó al chico de fondo—. No te preocupes, que son peña majísima y en nada ya estamos todos juntitos y pasándolo genial. Un besazo, reina.

Tidis jintitis y pisindili giniil. Es que eres tonta, tía, ¿A quién se le ocurre?

El puto campamento del demonio todavía no había ni empezado y Violeta ya estaba arrepintiéndose e insultando mentalmente a sus dos amigos y su poder de convicción.

Otro audio. Esta vez del tal Omar, se escuchaban risas y música a todo volumen antes de una voz aguda que, sin querer asumir, Violeta supuso que no era del chico.

—Violeta, soy Bea, una amiga de Álex, que Omar no podía responder a tus mensajes porque está conduciendo, pero estamos en tu casa en diez minutillos. Hooola, Violeta, aquí Omarch, perdón por tardar, tu limusina llega enseguida, gua- ACALORADO ESTOY, TENGO TODO EL CUERPO MALOOO- ¡Luki, como no bajes la puta musica te borro el tatuaje a puñe— fin del audio.

—De puta madre— suspiró Violeta. Bueno, dentro de lo malo tenía pinta de que no iba a tener que soportar ni el campamento, porque no iba a salir viva del coche. Si no se estrellaban se tiraría ella con tal de no aguantar tantos gritos y gilipolleces.

Abrió Instagram y dejó que las historias pasaran solas hasta que por fin llegó una que captó su atención: @natalialacunza. La chica salía sonriendo, tumbada en una hamaca en la playa. Se había cortado el pelo por tercera vez en dos meses, y Violeta pensó que nadie que no fuera ella estaría tan guapa con ese nido en la cabeza. Sin embargo, la sonrisa boba se le borró un segundo después, porque la siguiente historia era una foto de una chica rubia (su novia, Violeta) con una frase en francés debajo, y no le hacía falta saber francés para pensar: Je m'apelle Bárbara, me la pela una barbaridad.

Sin nada mejor que hacer, la pelirroja permitió a su mente divagar por los recuerdos del verano pasado, el que sin duda alguna había sido el mejor de su vida. Ella llevaba teniendo un crush enorme en Natalia desde hacía casi dos años, pero la chica no parecía hacerle más caso que el que le haces a cualquier otra compañera de clase. Violeta se pasaba horas stalkeándola en Instagram, con tanta regularidad que era la primera en darse cuenta de que Natalia se había hecho un nuevo tatu.

—Tía, no lo entiendo—le decía Denna—. Si tanto te gusta, dale like a una historia, háblale con alguna excusa tonta de clase o directamente éntrale de fiesta.

—Joe, es que me da vergüenza, ya me conoces.

—Vio, eres guapísima y tienes labia, ¿Qué coño más quieres? Ya se que se te pone una chica guapa delante y de repente te vuelves imbécil, pero como no lo empieces a superar no te vas a comer a nadie en la vida —rodó los ojos la rubia.

—Tienes razón— admitió Violeta después de una pequeña pausa en la que su cabeza iba a mil por hora—. El viernes, en la fiesta, hablo con ella y por Beyonce que nos liamos.

—¡Esa es mi chica!

Y al final se habían liado en la fiesta, gracias a que Violeta iba tan borracha que, de no ser por una foto borrosa que les había hecho Denna, pensaría que lo había soñado. Luego se habían escrito por Insta, habían vuelto a quedar unas cuantas veces más durante el verano y, cuando la pelirroja se estaba empezando a pillar de verdad, a una semana de empezar el curso, Natalia dejó de contestar. Le puso un último mensaje: "olvídate de mí", y nunca más volvió a responder.

El CampamenOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora