Martin se despertó un poco aturdido. Había tenido una pesadilla horrible, estaba encerrado en una casa extrañísima con sus compañeros y su madre le traía unos bollos de mantequilla, pero se los quitaban y él montaba un berrinche. Se despertó angustiado y con ganas de llorar, mirando a todos lados para asegurarse de dónde estaba.
Después de remolonear un rato entre las sábanas, se calzó sus sandalias y salió de la cabaña sin hablar con nadie más que para murmurar un "buenos días" general. Llegó a la cabaña de las chicas con intención de buscar a Kiki, pero se encontró la puerta ya cerrada y a Salma y Violeta de lado fumando.
—¡Martin! —le saludó la pelirroja—. No tienes muy buena cara amor, ¿te pasa algo?
—Mala noche —respondió cabizbajo—. ¿Kiki ya se ha ido?
—Hace cinco minutos. ¿Quieres? —Salma le ofreció un cigarro.
—Qué va, no fumo. Pero gracias. Bueno, me voy a desayunar yo también, luego nos vemos, chicas.
—Si necesitas cualquier cosa, me dices, ¿vale? —Violeta le sonrió de manera comprensiva y sincera, y el vasco pensó que aquella chica tenía una manera de mirar que no había visto antes.
Asintió y siguió su camino hasta el comedor, donde vio a los demás sentados en la mesa de siempre. Chiara estaba sentada entre Bea y Álex, y después de ir a por el desayuno, Martin tuvo que sentarse bastante alejado de su prima, al lado de Juanjo.
—Buenos días —saludó después de dar un buen sorbo de café, viendo que el maño parecía haber acabado su conversación con Naiara.
—Buenos días, Martin. Tienes cara rara, ¿te pasa algo?
—Nada, una pesadilla.
—Uf, a veces son horribles. Yo una vez soñé que estaba encerrado en una habitación con un montón de muñecos de cartón con mi cara, y cada vez que pestañeaba aparecían más muñecos, hasta que al final me acababa ahogando entre ellos.
—Madre, pues sí que suena horrible.
—Ni te imaginas el agobio. ¿Y tú que has soñado? Seguro que no tan ridículo como lo mío.
—Que estaba como en una casa con todos vosotros, mi madre me traía unos bollos y me los quitaban. Nada, si ha sido una tontería realmente.
—No suena mucho a pesadilla, la verdad, ya te digo yo que la mía fue bastante peor. Ya le pedirás a tu madre que te haga los bollos esos cuando vuelvas, no te ralles.
Martin cerró los ojos y trató de respirar, cogiendo el aire por la nariz y soltándolo por la boca, despacio. No quería montar un drama allí en medio, y notaba como en cuanto abriera los ojos las lágrimas iban a empezar a correr y no las podría parar.
Respira, Martin, tranquilízate.
—¿Te estás quedando en trance imaginándote los bollos de tu madre o qué?
Sabía que Juanjo no lo había dicho con mala intención, él no tenía ni idea, pero ese comentario fue el detonante que le hizo estallar. Se levantó de golpe, sobresaltando al maño y al resto de los presentes al apoyar las palmas sobre la mesa y hacer sonar los cubiertos. Abrió los ojos llenos de lágrimas, miró a Juanjo por un segundo y se fue todo lo rápido que pudo.
—¿Qué has hecho? —escuchó a Chiara preguntar enfadada—. Cómo le hayas hecho daño a mi hermano, te juro que te mato.
Menos de un minuto después, cuando acababa de salir por la puerta, sintió los brazos de la morena alcanzarle y rodearle. Escondió la cabeza en su cuello y se dejó ir. Lloró todo lo que tenía dentro, y cuando sintió que no podía echar más, levantó la cabeza y le devolvió la mirada a Chiara. Tenía una mezcla de preocupación, confusión y enfado, pero sobre todo se sintió seguro y comprendido cuando notó sus dedos acariciarle las mejillas, secándole las lágrimas.
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El CampamenOT
FanficCuando llega por primera vez al CampamenOT de Terrassa, Violeta es una romántica idealista, responsable y aferrada a la creencia de que si nunca arriesga, nunca tendrá que llevarse una decepción. Ruslana está harta de todo y enfadada con el mundo, y...