La huella de aquel Dios

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Conocí el odio antes que el amor gracias a Hades Goodwill el chico que de bueno solo tenía el apellido porque desde que llegó al kínder con su cara de niño bueno y esos ojos brillantes color jade dedicó su vida a molestar a otros. Yo fui su víctima favorita, la niña de los cuatro ojos del kínder. La pequeña que tuvo la mala suerte de padecer de miopía desde muy temprana edad y que por esa razón mis padres me compraron unos lentes más grandes que mi cara color negro y enormes como los de Velma Dinkley. Con mi aspecto de fenómeno de circo, mi torpeza al caminar y mi timidez me volví un blanco para los bravucones como Hades que hacen bromas sobre el aspecto de otros solo para conseguir aceptación. Él se dedicó en cuerpo y alma a hacer de mi vida un infierno atormentándome como un demonio cruel. Era un perfecto dios del inframundo que adoraba mantener mi alma presa en las profundidades del tártaro. Por su culpa llegué a odiar tanto aquellos lentes gigantes y muchas veces culpé a mis padres de insensibles por habérmelos comprado pero luego de hacerlos sentir mal con mis frustraciones, la culpa me atacaba y volvía a ponermelos otra vez para hacerlos felices aunque eso significara volver a ser una cuatro ojos.

En esos tiempos gracias a ese niño solo tuve un amigo, Santiago Bonet el otro cuatro ojos del Kínder. El único niño del salón que era inmune a ese pequeño delincuente, al cual su porte de alfa y su séquito de seguidores no parecía intimidarle. Santiago era tan diferente a él, dulce como una sandía y de cabellera castaña, con unos ojos color miel brillantes como una piedra preciosa. Yo desde que era pequeña siempre tuve sentimientos hacia él que nunca comprendí hasta crecer. Cada vez que él estaba cerca de mí, sentía como si se desatara un carnaval en mi estómago y mis tripas comenzaban a bailar al ritmo de una música contagiosa. Debe ser porque era quien me cuidaba de Hades cómo un caballero de alguna historia épica. Yo deseaba ser su damisela, aquella de la que terminaba enamorado el valiente jinete de armadura plateada al final del cuento.

Mi Santiago era quien me daba el valor suficiente para ignorar a la pequeña crema agria, que cuando notaba que sus insultos no tenían ningún efecto en mí se ensañaba tanto que terminaba derramando jugo o algún líquido en mi comida haciendo una combinación asquerosa. Se reía a carcajadas y luego decía que estaba tratando de agregarle un poco de sabor a mi almuerzo. Era todo un rey de la maldad, llevaba su nombre de dios con tanto orgullo que parecía que fuera uno la reencarnación del otro. Que mucho llegué a detestar a ese patán, tanto era mi repudio que ya no quería ni levantarme de la cama para no tener que enfrentarlo pero mis padres me obligaban a salir de mi casa por más enferma que les dijera que estaba.

El tiempo pasó y pensé que iba a madurar al crecer, creía que todo era parte de su etapa de niño travieso pero todo siguió igual. Seguía tan detestable como la primera vez,  era como una piedra en el zapato de la que no me podía deshacer. Todo cambió al cumplir los 10 años cuando un suceso inesperado cambió mi vida.  Jamás pensé que una luz en medio de la tempestad iba a traer con ella un tornado. Era un nuevo año pero yo seguía en el mismo Colegio así que ya me estaba preparando para lo pero, me había puesto mi ropa de siempre y mis lentes de botella. Sin embargo cuando crucé por la entrada me di cuenta que algo había cambiado. Nadie me recibió con una broma de mal gusto, hubo demasiada paz más de la que estaba acostumbrada. Incluso pude disfrutar mi almuerzo por primera vez y eso me hizo sentir extraña porque ya me había acostumbrado a que todos los días le lanzaran jugo a mi comida. Me pregunté qué había pasado con aquel abejón venenoso con el nombre de un dios griega. Hades GoodWill parecía haber sido tragado por la tierra y estaba tan extrañada que pregunté a las personas que lo conocían que me confesaron que había sido suspendido por una broma pesada que hizo. Siempre supe que ese iba a ser su destino si seguía comportándose como un completo imbécil pero nunca quiso detenerse y ahora finalmente se había hecho justicia. Al escuchar la noticia celebré con Santiago aunque por alguna razón desconocida me sentía un poco extraña. Pero qué más daba si ahora podía disfrutar del colegio sin miedo de que alguien derramara cosas sobre mi comida.

Sin embargo la felicidad no duró mucho porque cuando llegué a mi casa fui bombardeada con una noticia desastrosa. Siempre he tenido muy claro que no se puede tener todo en la vida y no hay alegría que no se obtenga a través del dolor. Por eso pensé que aunque la desaparición de Hades me quitaba una carga lo que sucedió después me dio una más pesada. Si ese era el precio que debía pagar por deshacerme de él, hubiera preferido que siguiera molestándome hasta el final de mis días. Hubiera elegido eso a tener que perder a mi madre. Cuando llegué a casa mi padre me recibió con la desastrosa noticia de que mi madre se había marchado para siempre. Había empacado sus maletas y se había ido sin ni siquiera despedirse de mí. Le dijo a mi padre que se sentía muy avergonzada como para mirarme a la cara. ¿Y cómo no iba a estarlo si se iba con otro hombre? Ya no iba a poder verla de nuevo, ya nadie iba a enseñarme cosas como maquillarme y vestir a la moda pero eso era lo de menos. La verdad es que si ser bella significaba no tener corazón, entonces deseaba ser todo lo contrario. Desde ese día mi aspecto físico dejó de importarme. Odiaba todo lo que me recordara an ella, los perfumes, los trajes coloridos o zapatos de tacón. Al parecer mi destino estaba ligado a la tristeza, creo que ella fue otra de las razones por las que olvidé lo que era el amor propio porque la primera persona que me hizo verme como un fenómeno fue el demonio cruel de Hades GoodWill. Jamás nada volvió a ser igual para mí. Incluso llegué a preguntarme si en mi otra vida había cometido algún terrible crimen por el cual seguía pagando en esta nueva y por eso no podía ser feliz. Entonces a veces esperaba ansiosamente a que Caronte me buscara para así terminar con mi penitencia pero luego cuando veía a Santiago con esa sonrisa de cristales todos esos deseos eran sustituidos por la esperanza de que algún día su enorme corazón latiera por mí.

Cuando cumplí 15 años no celebré ninguna fiesta de quince años porque no había nada que pudiera celebrar. Preferí ir al cine con Santiago mi amor platónico y único amigo. El cual igual que yo tenía un amor imposible. Sí, porque la chica de sus sueños jamás le correspondería. Su amada Violet Richmond la hermosa peli negra, de cabello largo ondulado y ojos azules como el océano ni siquiera notaba su presencia. Pobre idiota que prefería sufrir por un amor imposible en vez de bajar un poco sus expectativas y voltearse para verme a mí  para que así se diera cuenta de que yo era la indicada para él pero el tiempo siguió pasando como una rápida ráfaga de viento y nosotros permanecimos igual como si nuestros corazones se hubieran detenido. El mío permanecía muriendo por Santiago y el de él sufriendo por ella. Y aunque en un intento arrastrada por desesperación pude confesarle mis sentimientos ocultos decidí no hacerlo porque sabía que no tenía oportunidad con él ya que era de esas chicas que no despertaba emociones. Esa que permanece invisible ante los ojos de los chicos, la eterna mejor amiga, la que nadie invita a bailar en las fiestas esa era yo.

Siempre me dijeron que los sentimientos son lo más importante, que al final siempre sobrevive lo que tienes adentro porque el cuerpo envejece pero la verdad es que eso es una falacia inventada por los no tan agraciados para no sentirse tan miserables porque para ser sinceros si no tienes curvas de infarto, buen gusto y un hermoso cabello nadie te voltea a ver. Nadie se enamora de algo que no puede admirarse, es por eso que primero se fijan en tu exterior y luego si les gusta lo que ven deciden conocer todo lo demás. La primera impresión cuenta, de otro modo no existiría el amor a primera vista porque la gente se enamora de eso que puede ver. Los sentimientos en ese momento son invisibles a los ojos, me atrevo a asegurar todo eso porque he vivido el rechazo en carne propia. Cuando me ven para todos solo soy la aburrida Joy Lee Piper, una chica sin gracia de ojos color tierra rodeados de unos párpados caídos, un pelo corto alborotado difícil de peinar color castaño claro y piezas metálicas en mis dientes, mi nuevo defecto. Lo único rescatable de mí es mi cuerpo voluptuoso que suelo esconder bajo camisas anchas y pantalones holgados de cintura alta ya saben esos que todos llaman los pantalones  de mamá. Es que siempre he sido tan insegura de mí misma que prefiero andar escondida debajo de mis prendas de vestir anticuadas que arriesgarme a ser visible. Después de todo ser ignorada es el único estilo de vida que conozco y ya me he acostumbrado a eso. Esa forma de vida se ha convertido en mi defensa para no terminar con un corazón roto. Un miedo infundado por la huella que me dejó aquel dios y es que sus palabras hirientes quedaron tan impregnadas dentro de mí como un tatuaje que jamás seré capaz de borrar. Es por eso que yo nunca tuve claro lo que era amar y sentirse amada pero sí tuve la certeza de que en la definición de la palabra odio estaban escritos nuestros nombres.

Mi hermanastro es un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora