3. Kelly

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Esa noche, a Esra le cayó mal la cena y no pudo asistir al trabajo en tres días. Grace le había dicho que alguien la cubriría en lo que se recuperaba, que se tomara el tiempo necesario, y cuando regresó, un poco pálida y habiendo perdido algo de peso, Pedro ya estaba mucho mejor.

–Creí que no volvería a verte. –le dijo mientras Esra levantaba su camiseta para revisarle la espalda, suspiró aliviada al ver la mejoría. Pedro reparó en sus mejillas descoloridas cuando regresó al frente para revisarlo del otro lado. –¿Estás bien?

–Estuve enferma, nada grave. –murmuró concentrada. –Parece que ya está mejor.

–Que bueno que volviste. –Pedro se acomodó cuando ella volvió a cubrirlo. –La otra enfermera no hablaba mucho... y sus manos siempre estaban frías.

Esra reprimió una sonrisa, todavía estaba molesta con él por haber mentido.

–¿Cuándo crees que pueda irme?

–No lo sé. –Respiró hondo, todavía se sentía un poco fatigada. Enfermarse allí no era como en la Tierra, la gravedad artificial hacía que todo doliera un poco más. Apoyó sus manos en la camilla junto a las piernas de Pedro y se aclaró la garganta, pensando en si debió haberse quedado en casa otro día.

–¿Estás bien, Esra?

Esra asintió, pero la voz de Pedro de pronto se hizo lejana, como si le hubieran tapado los oídos. Sintió la mano de él sobre su brazo y un sudor frío le recorrió la espalda bajo el overol y sus piernas temblaron. Síntomas de una baja de presión, a veces le pasaba, no muy seguido, casi nunca en el trabajo. Se llevó una mano a la nariz cuando sintió el líquido tibio bajando, sus dedos se tiñeron de rojo y Pedro se alarmó.

–¿Esra...? –intentó sujetarla, pero se resbaló hasta el suelo despacio, como si luchara por no caerse y cuando las enfermeras de grado uno llegaron ante el llamado de Pedro, ella ya estaba desmayada.

Esra despertó en una camilla en el pasillo, Grace la estaba observando desde arriba, muy de cerca, con una expresión divertida. Los mechones castaño claro que caían de su moño le hicieron cosquillas en el rostro.

–Te dije que te quedaras en casa un día más, ahora te desmayaste en frente de P097.

–No le digas así, se llama Pedro. –Esra pestañeó varias veces acostumbrándose a la luz led del pasillo y se sentó. Grace se sacó una Coca-cola en lata del bolsillo y la destapó antes de entregársela.

–Estaba preocupado por ti. –continuó.

–Qué vergüenza. –dijo Esra después de un largo trago, el gas le hizo llorar los ojos. –Ya no quiero volver allí.

–¿Y no quieres verlo más? ¿No quieres verlo cuando esté recuperado? –Esra colgó sus piernas de la camilla para que la sangre circulara. Grace aprovechó de sentarse a su lado.

–No creo que lo veamos mucho cuando salga de aquí, lo único que quiere es irse.

–Su hermano dice que lo enviará de vuelta.

–¿A la Tierra?

–Sí.

Esra tragó saliva. Bueno, allí acabaría todo, todo lo que había inventado en su cabezota.

–No creo que quiera regresar. –murmuró para convencerse. –No parece que quisiera.

Grace le retiró algunos mechones del rostro, Esra parecía en otra parte siempre, hacía poco contacto visual con la gente, las otras enfermeras decían que era tímida. Grace creía que en realidad era retraída y que algo le había pasado antes de llegar, no hablaba mucho de su vida en la Tierra y todas lo hacían. Las enfermeras tenían una red de apoyo entre ellas que otros equipos del complejo no, los ingenieros competían entre sí y los astronautas eran ególatras, la mayoría de ellos.

L E J O S [Pedro Pascal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora