Acto IV: La curiosidad mata. - 2ra parte.

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Su prisa era evidente, alguien, en ese preciso momento conocía la ubicación de su casa. Alguien que tal vez tendría información valiosa para dar con el paradero de Camila pero que, a su vez, era un peligroso exponente al estar oculto en las sombras. Y lo más preocupante, era que había dejado sola a una testigo importante, herida, desprotegida, en una casa de la que ya estaba en la mira de ese ente desconocido. El torrente dejó a Rivero totalmente empapado en cuestión de segundos, y el frio le empezó a afectar a su rodilla izquierda parcialmente recuperada luego de haber sufrido un disparo en una misión como soldado. Sin embargo, el dolor era el menor de sus problemas. Al llegar a una esquina, su maratón fue interrumpido por un vehículo que decidió doblar en el último segundo. Sin embargo, esto no fue un impedimento para Guillermo, quien ágilmente saltó por encima del capot del auto y tras apoyar su mano derecha en el mismo, se catapultó al otro extremo y continuó con su carrera.

Al cabo de unos segundos, pudo llegar a su casa. En donde fue recibido con una perturbadora sorpresa; la puerta de entrada fue violentada y estaba abierta de par en par. Temiendo lo peor, retiró la pistola de la funda y tras quitarle el seguro se adentró lentamente y en silencio. Observo que nuevamente todo estaba totalmente desordenado, e incluso algunos muebles estaban destruidos y habían agujeros en las paredes producto de muchos disparos. Giró rápidamente a la derecha y a través de la mira dio con un cuerpo de un sujeto vestido con un traje negro postrado arriba de los restos de la mesa. Sin apartarle la mirada, se aproximó para tomarle el pulso. Tras examinarlo concluyo que estaba muerto. Viéndolo más de cerca, notó que tenía tres disparos en la espalda, uno de ellos atravesó su pecho y le destrozó su corazón. Lo dejó para seguir inspeccionando el lugar, y en el baño encontró el segundo cadáver tendido en la bañera, con una pistola sin balas en su mano izquierda y la tráquea expuesta producto de una violenta y descomunal mordida. Inmediatamente supuso que Sasha se había levantado y se defendió. Por lo que aceleró la inspección con el fin de llegar lo más rápido posible a su cuarto.

La puerta estaba entreabierta, por lo que se posicionó para una maniobra de incursión. Se apoyó contra ella, y tras afirmarse en el picaporte ingresó fugazmente. Apuntó su pistola en varias direcciones para descubrir que no había nadie; Solo una cama des-tendida y restos de sangre por doquier. Continuó revisando el resto de la casa, y tras no encontrar a Sasha, pensó que había sido secuestrada. Sin embargo, al llegar al lavadero, y observar por la ventana descubrió que en el patio trasero había un despojo de un tercer sujeto de traje negro tendido en el suelo y abajo del mismo, otro cuerpo más. Inmediatamente salió a inspeccionarlos. Cuando se acercó al lugar, notó el que estaba debajo comenzó a mover su mano lentamente, y tras reconocerlo apresuró su marcha para socorrerlo. Era Sasha, moribunda y cubriendo sus heridas.

Retiró el cadáver que estaba arriba de ella y con mucho cuidado la levantó para ingresarla a la casa. Al momento de entrar por la puerta del lavadero, tropezó con el marco inferior y ambos cayeron estrepitosamente al suelo. Sasha soltó un bramido de dolor, y Guillermo se levantó rápidamente para darle su espacio.

- ¡Perdón! ¡Perdón! – Exclamó Rivero asustado. Sasha llevó sus manos al abdomen para esconder una extensa y profunda herida de su vientre. Guillermo, al examinarla, supo que estaba muy mal herida y tomó unas sábanas blancas que habían cerca y, tras retirarle las manos las usó como vendaje para frenar la hemorragia. Sin embargo, la sangre no paraba de salir cual manantial se tratase. Sasha apoyó sus palmas en las manos de Guillermo y temblando no paró de mirarlo a los ojos con las pupilas dilatadas:

- Te iban a matar... y los maté... Hice bien... ¿Hice bien? – Le preguntó con una voz quebrada.

- Si, hiciste bien... – Le contestó Guillermo sin retirar sus manos del vientre. Sasha no paraba de mirarlo y comenzó a sollozar:

- Tengo miedo... - Le dijo entre lágrimas. Guillermo la observó y sintió un nudo en la garganta que le impedía decir palabra alguna. Evitando llorar, miró hacia varias direcciones hasta que finalmente encontró su temple y pudo hablar:

- Quedate tranquila, estás a salvo... - Quería llamar Brian para que lo ayude, pero sabía que, si dejaba de ejercer presión a la herida, iba a morir desangrada. Así que se mantuvo firme, y las sábanas blancas se tiñeron completamente de un rojo intenso. De pronto Sasha lo distrajo con una pregunta algo extraña para el en un momento desesperado:

- Papa, afuera hace mucho frio... ¿Puedo dormir adentro de la casa? – A Guillermo se le escapó una lagrima que no pudo esconder, y sutilmente le respondió:

- Si, si podes.

- ¡Que bien...! – Exclamó Sasha, dibujando en su rostro una enorme sonrisa de alegría y con una voz más apagada. Sus orbes se dilataron rápidamente a su máxima expresión, y sus palmas perdieron toda su fuerza.

Guillermo se quedó observándola en silencio, y la lluvia se puso más intensa que antes, golpeando el techo de su casa y generando un ruido blanco constante. De pronto, su celular sonó, sacó la mano del vientre de Sasha y retiró el artefacto de su bolsillo para atender la llamada; manchando su pantalón en el proceso. Levantó la tapa y descubrió que era el número del doctor Brian. Lo apoyó a su oído y contestó:

- ¿Tordoc? – Preguntó con voz queda.

- ¿"Tordoc"? ¿Qué es eso? ¡Soy Nina estúpido! – Respondieron del otro lado. Inmediatamente supo que se trataba de Nina, la gata transmutada:

- Ya tenemos la sangre para Sasha. En quince minutos llegamos. - Expresó la felina.

- Ya es tarde... - Le respondió Guillermo de manera cortante. Corto la llamada y aventó su teléfono a un costado.

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⏰ Last updated: Apr 15 ⏰

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El arte de la psicología animal.Where stories live. Discover now