Acto II: Polizones de familia.

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Eran las seis de la tarde de un martes quince de junio. Las personas corrían despavoridas por las calles debido al pronóstico acertado de lluvias torrenciales. A medida que trababa de no chocarse con nadie, Guillermo Rivero retiraba del bolsillo de su campera marca "Secure trébol", su teléfono con tapa; lustrado por el uso y la antigüedad. Torpemente discaba constantemente el mismo número, y evitando no tirar su cajoncito de compras consigue hacer la llamada:

- ¿Hay novedades?

- Ninguna guille. Hace semanas que lo venimos intentando, pero no hay rastros - Le respondieron del otro lado.

- ¿Probaron con Los Vi-Cops? Siempre encuentran las señales térmicas.

- Si... catorce veces, pero nada.

- Hace una cosa, llamalo a Cervantes y decirle que despliegue otro Dron en la zona.

- Guille, ya perdimos diez drones en la incursión. Y desde que la Gringada perdió tres acorazados ya nadie quiere mandarse ahí. Ya es tiempo de pensar en otra cosa...

- Escucháme una cosa – dijo elevando gradualmente su voz – Decile a ese cagón del orto que yo se lo garpo ¡Así que mueva el tuje operado que tiene y...! – Su reclamo se vio interrumpido al alzar su vista y ver que, de la ventana más grande de su casa de dos plantas, divisó la figura de alguien merodeando dentro:

- Te llamo en un rato. – Colgó el teléfono y se acercó a toda prisa al edificio. Dejó la caja con alimentos afuera, junto a su campera para no hacer ruido. Con sorprendente sigilo fue acercándose a la puerta entreabierta. Al notar que había sido forzada sacó su pistola de nueve milímetros, y con pasos medidos fue incursionando. No había mucha luz por las cortinas oscuras que usaba, pero logró escuchar que estaban susurrando muy en el fondo del domicilio:

- Es el, lo reconozco... debo verlo... debe saber... -

- No seas tarada, quédate quieta y no digas nada... - Por el timbre de voz, concluyó que se trataba de dos mujeres. Lentamente se acercaba hacia aquellas voces, hasta que en el momento en que parpadeo, pudo ver que una sombra salió disparada de su habitación a toda prisa, y se escondió en la cocina. Centró su atención en ella y se fue acercando a la arcada que daba acceso al living. Cuando llegó, divisó una figura sentada en la mesada y apuntó su arma sin meditarlo:

-Las manitos donde las vea... - exclamó con firmeza. Sin darse que cuenta, una sombra se levantó detrás de él, alzando su mano derecha. En ese momento fingió un estornudo doblándose hacia adelante, y tras zafarse de lo que parecía ser una emboscada, tomó una silla plegable con su mano izquierda, y con un giro de ciento ochenta grados hacia su derecha se la aventó a su traicionero contrincante. Sorprendente-mente este extraño ser pegó un salto gigantesco por arriba suyo, y sin hacer ruido se quedó arriba del desayunador. Pero los reflejos del intruso no fueron lo suficientemente buenos como para predecir que la mano derecha de Guille, apoyada firmemente en dicha mesa, la volteó sin esfuerzo alguno, tirando al polizón al suelo y dándole la chance al hombre para someter al intruso por sus cabellos:

- ¡AGH! ¡NOOO! ¡¡¡DEL CABELLO NO, ENFERMO!!! – Exclamó la sombra. Guillermo se quedó confundido al ver lo pequeño y liviano que era. Queriendo liberarse, este ser extrajo de sus falanges unas pequeñas garras, y lo hirió a Rivero en el ojo izquierdo. Enardecido por el dolor, y sin medir su fuerza, El hombre aventó a la sombra hacia el sillón del living; tomó su arma y comenzó disparar:

- ¡PARÁ TARADO! ¡¡¡DEJÁ DE DISPARAR!!! - Decía la pequeña al mismo tiempo que escapaba de las balas. En un momento de acrobacias improvisadas, la sombra tropezó con un jarrón y cayó detrás del piano. Guillermo aprovechó el momento a recargar, y empujando los muebles consiguió acercarse hacia donde estaba la intrusa. Prendió la luz de un velador alto y al lograr algo de visibilidad quedó anonadado al descubrir quién era. O más bien; que era:

El arte de la psicología animal.Where stories live. Discover now