Durante los 30 minutos que Guillermo había pasado contemplando el paisaje tormentoso desde su ventana, en ningún momento su hábil mano que usaba para tomar, consumir, y retirar de una pequeña caja de cartón colorido los cilindros de nicotina cesó de temblar. Por momentos desviaba su mirada hacia la mesa ratona donde estaba la computadora portátil, ese aparato tecnológico que le permitió presenciar un suceso que solo estaría limitado a existir en las fábulas de ciencia ficción. Cada tanto retornaba a la habitación donde se encontraba Sasha, y le revisaba la temperatura, el pulso y el vendaje. Mientras se retiraba del cuarto se preguntaba constantemente si lo vivido hace pocas horas era verdad, y retornaba nuevamente hacia la cama donde el animal antropomórfico yacía descansando profundamente solo para estudiarla más de cerca. Ahora que todo el escándalo había cesado, se permitió ese instante para reflexionar al respecto. En su cabeza se celebraba una conferencia de debates tumultuosos que discrepaban entre sí, tratando de procesar lo más rápido posible el panorama del asunto. Sus orbes comenzaban a moverse en varias direcciones como si estuviese buscando desesperadamente algo que perdió hace poco. Tal vez su cordura, o simplemente pretendía distenderse para no dejarse llevar por la locura del momento.
Retornó a su computadora para seguir estudiando el material de Camila, pero al querer reproducir el siguiente video se encontró con un impedimento inesperado: Le pedía que se registrara con una contraseña. Tratando de recordar algo de las combinaciones de Camila, probó con tres claves distintas, sin embargo, no pudo acceder. Luego intentó con las que él creería serían las correctas, fracasando nuevamente. Escribió el nombre de los animales que ahora habían sufrido un increíble cambio, pero aun así no consiguió nada. Dio vueltas por la casa observando minuciosamente todo, esperando encontrar algo que le diera una pista. Una vez más, su mente trabajaba a mil por segundo hurgando reiteradas veces en el archivero de su memoria, sumiéndose en un frenesí de delirios y recuerdos de su pasado, y retornando a la mesa ratona para intentarlo una vez más.
- "Esto ya me supera" – Expresó por lo bajo anunciando el final del debate interno.
Caminó hacia un perchero en donde tenía colgada la campera de su empresa, y tras buscar en los bolsillos retiró el teléfono con tapa. Hurgando entre sus contactos, marcó el número de la única persona con la que podía resolver esa vicisitud; Su amigo de la infancia Diego Mansilla. Esperó dos tonos de marcado, y finalmente al tercero atendió su amigo:
- ¿Se te volvió a bloquear la computadora? – Le contestó Diego de una manera frívola y sin siquiera saludarlo a priori. De fondo se escuchaba algo de música electro un tanto acelerada seguido de unos sonidos de disparos que parecían provenir de los mismos parlantes.
- No, esta vez no – Le respondió Guillermo, hablando cabizbajo y pausadamente - ¿Estás en tu casa?
- Obvio, ¿Dónde más iba a estar?
- Bien... Voy para allá. necesito que mires algo.
- ¿Es tu computadora? – Insistió Diego con el tema.
- No, es otra cosa. Te lo explico allá. – Le replicó Guillermo. Diego se silencia por unos segundos y le responde:
- Bueno dale, nos vemos. – Le dijo antes de cortar abruptamente.
Guillermo mantuvo el teléfono pegado a su oído por unos segundos más, y tras cerrar sus orbes y respirar profundamente lo guardó en su bolsillo sin decir una sola palabra. Luego, retornó a la habitación donde estaba Sasha para observarla desde en ingreso. Pensó en el riesgo de dejarla sola en este momento delicado, pero consideró que no habría problema alguno. Su amigo vivía a cinco cuadras al sur, lo que solo tardaría media o una hora como máximo. Repitió la labor de enfermero improvisado, y tras finalizar cerró la puerta cuidadosamente para no despertarla. Retiró la unidad extraíble de la computadora y la guardó en su camisa. Luego caminó hacia el lavadero de la casa, tomó otra campera de su empresa que estaba colgada en un tendedero, Seguido a eso, fue por su cinturón especial y se lo colocó, guardó su pistola en una funda, y tras cerrar la puerta de salida con llave, se adentró en el ojo de la tormenta para llegar a la casa de Diego.
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El arte de la psicología animal.
Ficção Científica"¡Se nos ha abierto una puerta hacia un sinfín de posibilidades!" -Camila Barrientos. Un extraño sujeto se hace presente en una feria nacional de ciencias, para revelarles a todos un descubrimiento que marcará para siempre el rumbo de la humanidad.