Washington, D.C., USA.
La ojiverde no pudo contener la curiosidad de googlear el nombre de la Primera Dama en Internet, hace un año que el Presidente Philips había tomado posesión del cargo. La notas en la red eran muy positivas en general para el rubio. Un hombre apuesto, preparado y según muy cercano y frontal ante las inconveniencias políticas del pais. En cambio su Primera Dama era todo lo contrario. Mientras qué la prensa rosa y las revistas de moda les encantaba comentar el glamour y la belleza de la mujer, el público en general no paraban de comentar la soberbia con la que caminaba. La prepotencia en cada visita oficial, junto a su esposo.
En general los puntos de vistas acerca de Camila Philips no eran muy halagadores, no era muy carismática a pesar de su belleza. La agente se sorprendió cuando ella pensaba lo contrario. Le parecía una mujer interesante y bastante encantadora. Evidentemente no para creer que era una buena persona pero le sorprendía la percepción que tenía el público americano sobre ella.
Lauren no sabía mucho de ella o del Presidente Philips, hace un par de años que ella se encontraba en misión en gran parte del continente africano. Y aunque siempre trato de estar al pendiente, muchas veces no tenía cobertura a Internet y cuando la tenía se interesaba más por otras cosas. Como su familia, con quienes tenía tiempo de no hablar. Su madre había sido la principal detractora a sus interes en dedicarse a lo mismo que su padre y su abuelo. Pero su hermano, un financiero exitoso había sido su cómplice para convencer a su madre de que ese era su destino.
Observó detenidamente una de la imágenes de la Primera Dama junto al Presidente Philips, era una imagen de cuando estaban en campaña, ambos saludaban al público con grandes sonrisa. Pero debía admitir que la mujer no se veía del todo cómoda pero su sonrisa era sincera, triunfal y sabiendose la Reina del país.
Definitivamente el sobrenombre qué había utilizado la compañía para clasificar la investigación, le quedaba como anillo al dedo.
Aun asi Camila Philips no parecía una mala persona, al menos no una qué pudiera orquestar ataques terroristas. Y si así fuera, que objetivo podría buscar. Estando en la posición qué estaba, no era exagerado pensar que era la mujer más poderosa de Estados Unidos, tenia belleza, joyas, dinero, poder y también amantes con las que podía pasar el rato.
No podía encontrar un motivo, al menos no de forma superficial. Pero confiaba en Blake Devon y en su intinto. Además de que el podía conocerla mejor que ella misma.
Su pequeña investigación se vio interrumpida debido a un mensaje de la Señorita Harris a su nuevo móvil, obsequiado precisamente por la ojimarron.
Un equipo revisado por la propia compañía donde se le notificaba qué estaba intervenido. La Pirmera Dama quería saber donde estaba, con quien estaba y que hacia. No le soprendio a nadie, se lo esperaban además de que era un patrón ya utilizado por la mujer.
Lauren siempre se preguntaría cuántas antes de ella hubo en su mismo lugar.
<<1 hora>>
Era lo único que decía el mensaje, no necesitaba tampoco mayor explicación, sabía que era el tiempo que quedaba para que la recogieran afuera de su edificio.
Cerró su laptop y procedió a prepararse, había elegido para la ocasión un vestido rojo que resaltaba sus curvas y sus senos pronunciados. Un maquillaje acentuando sus ojos sería lo suficientemente atrevido para sattisfacer el ojo clínico de la otra mujer.
Más tarde justo a la hora en qué habían quedado pasar por ella, una Suburban en color negro con vidrios polarizados paro justo frente a su edificio. Un hombre vestido de traje negro se bajo de la parte del conductor. Este abrió su puerta, no dijo nada, no saludó, no se presentó y ni siquiera preguntó su nombre. Sabía por quién iba y a lo que iba.
