5. La montaña

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«Por tanto, cuando veáis la abominación desoladora, entonces huyan a las montañas. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva a la ciudad. Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá».

Mateo 24:16

Extracto parafraseado de una Biblia encontrada en manos de un paciente.

15 de enero, 2027

Proyecto Alice

Un frío penetrante azotó sus mejillas al despertar. Habían crecido creyendo que el Sol ofrecía un calor suave y reconfortante, pero aquel mundo gris era todo menos cálido. Una vasta nube de ceniza y polvo seguía cerniéndose en la atmósfera, bloqueando la luz solar. El invierno nuclear había aniquilado toda vegetación al impedir la fotosíntesis. Sin plantas, muchos animales se extinguieron.

Doscientos años más tarde, la vegetación y la fauna empezaban a resurgir, transformadas. Helene no había podido discutirlo con River; en cuanto los gritos cesaron, abandonaron la casa en ruinas.

Tampoco hubo un momento para indagar por qué las criaturas emergían únicamente de noche o si la oscuridad les era favorable, quizás debido a la escasez de rayos ultravioleta. Exhaustos y sedientos, continuaron su travesía varios kilómetros más hasta llegar a un cobertizo donde Zion afirmaba que encontrarían otro medio de transporte medio de transporte.

—No esperarás que me suba a esa cosa —Helene no podía olvidar los gritos de la noche anterior. Grandes ojeras marcaban su rostro, al igual que el de River.

—No es una cosa, es una motocicleta —Ezekiel inclinó la cabeza hacia un lado, intentando leer la expresión de su rostro.

Ella soltó un suspiro profundo. River, Zion y Circe se habían ido en una otra similar, que tenía espacio para tres. A ella, sin embargo, le había tocado ir con él. Subió y, cuando él puso en marcha el motor, no tuvo más remedio que aferrarse a su cuerpo; el tatuaje que brotaba de su cuello le lanzaba una amenaza silenciosa.

—¿Hoy no hay preguntas? —Él la miró por encima del hombro, mientras la carretera se extendía ante ellos, aún más desierta que la que habían dejado atrás en la ciudad.

Ella se encogió de hombros.

—¿Responderías a todas mis preguntas?

—No.

—Cretino —siseó ella.

—Pero intentaría responder algunas, Helene.

—Así que finalmente descubres que tengo un nombre.

—Siempre lo he sabido —dijo él con un suspiro. «¿Qué diablos le quería decir?».

—Pues yo aún no me acostumbro al tuyo. Y no le haría preguntas a alguien cuyos bíceps son más grandes que su cabeza.

Ezekiel se permitió sonreír.

—Esa es una forma muy peculiar de coquetear conmigo. Tomo tu comentario como un halago.

—No seas idiota, arrogante.

Un bache en el camino hizo que tuviera que aferrarse nuevamente a él con fuerza. ¡Cómo lo detestaba! Era un cretino con un ego descomunal, y, sin embargo, le había salvado la vida. El silencio se apoderó de ellos durante al menos media hora más.

—Empiezo a aburrirme —comentó Ezekiel con una calma exasperante, como si estuvieran disfrutando de un tranquilo paseo matutino—. Yo también tenía muchas preguntas la primera vez que salí de Subterra.

El Proyecto Alice (ONC 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora