Sophia Winterbourne se adentra en un mundo de misterio y oscuridad cuando su familia hereda una mansión en un remoto pueblo después de la muerte de su abuelo, a quien nunca conoció. Pronto descubre que el tranquilo pueblo de Whispering Pines alberga...
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Sophia se encontraba sumergida en un mar de pensamientos turbulentos cuando la voz resonó en su sueño, rompiendo la quietud de su descanso. Abrió los ojos con lentitud, sintiendo el cálido resplandor del sol acariciar su rostro mientras parpadeaba para aclimatarse a la luz.
A su lado, un hombre de aspecto noble y mirada penetrante la observaba con ternura. Sus ojos se encontraron con los de ella, transmitiéndole una sensación de familiaridad y calidez que la envolvía como un suave abrazo.
—Deberíamos irnos, cariño. —murmuró el hombre con una voz suave pero firme, instándola a levantarse y seguirlo. Sophia se sintió atraída por su presencia, como si hubiera estado esperando ese momento durante mucho tiempo, aunque no podía recordar quién era él ni cómo había llegado hasta allí.
Sin embargo, una sensación de paz y seguridad la envolvió mientras se ponía de pie, siguiendo al hombre por un sendero cubierto de flores silvestres y hojas crujientes. Cada paso resonaba con el eco de su corazón, latiendo al ritmo de un anhelo antiguo y profundo que parecía despertar dentro de ella.
A medida que avanzaban, el paisaje a su alrededor se transformaba, fundiéndose en una sinfonía de colores y formas que parecían bailar al compás de una melodía invisible. Sophia se encontraba fascinada por la belleza del lugar, pero también intranquila por la incertidumbre que rodeaba su situación.
El hombre la guio hacia adelante, envolviéndola en su amoroso abrazo mientras caminaban juntos hacia un destino desconocido. Sophia se dejó llevar por la sensación de paz y plenitud que lo rodeaba, deseando que ese momento nunca terminara y que pudiera quedarse allí para siempre.
En un momento él se detuvo y le tomó de la barbilla, ahora con una sensación de plenitud mental, podía ver los rasgos de aquel hombre, y lo reconoce como Oberón Shadowmere.
En medio del éxtasis de aquel beso, Sophia se encontraba envuelta en un torbellino de emociones contradictorias. La presencia reconfortante de Oberon la llenaba de una sensación de plenitud y satisfacción, pero también se veía sacudida por la intranquilidad que la invadía al percatarse de que aquel encuentro ocurría en un terreno incierto, entre los límites difusos de los sueños y el hecho de que el Oberón que conoció en aquella capilla no le había transmitido ni un solo sentimiento bueno.
Sus labios se encontraron en un ferviente intercambio de pasión y anhelo, mientras sus manos exploraban con curiosidad. Los susurros y gemidos de ambos se entrelazaban en el aire, creando una sinfonía de deseo y fervor que parecía fundirse con el entorno a su alrededor.
Sin embargo, el hechizo de aquel momento se vio abruptamente interrumpido por la llegada de otro chico, cuya presencia arrojó una sombra de incomodidad sobre la escena. Sus palabras resonaron con un tono de dolor y decepción: