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Mal abrió la puerta de la habitación dejándonos verla.

Era un espacio muy amplio, mi dormitorio en la isla apenas cabía una pequeña cama y un mini ropero. Pero esta nueva habitación era increíble, contaba con tres camas acomodadas una a lado de la otra cada una con su respectivo buró, en la venta de enfrente había dos sillones pequeños, una mesa con cuatro sillas, un pequeño mueble donde había libros, un pequeño escritorio y cajoneras.

Las tres entramos un poco más para ver más de cerca todo, la luz que entraba por las ventanas le daba un toque lindo a todo.

-Este lugar es incre...

-Un asco.

Evie intentó expresar su amor por la habitación, pero fue interrumpida por Mal que parecía detestarla. ¿Cómo podía odiar un cuarto así? Era hermoso.

La del pelo morado le ordenó a su amiga cerrar la cortina que estaba detrás de las camas mientras ella iba la de enfrente para cerrar de ahí también las cortinas. Yo me reí y me aventé a una cama.

-Un poco de luz no hace daño- Dije acotándome por completo y disfrutando la suavidad del colchón.

-¿Un poco? Mila, esta luz quemará mi piel- Se quejó Mal de mal humor, como siempre.

Evie imitó mi acción acostándose en otra cama, cerró los ojos y se sumergió lo más que pudo.

Mi antiguo colchón era horrible, siempre tenía dolores de espalda por su culpa, los resortes la hacían a un más incómoda de lo que ya era. A diferencia de que obvio este es nuevo, teniendo sábanas y edredón limpios que soltaban un olor delicioso.

Evie y Mal estuvieron hablando, dejé de escucharlas, de la nada todo dejó de funcionar en mi. Como si hubiera presionado un botón, todo se silencio, mi mente se apagó y mis ojos vieron borroso.

Parpadee para intentar controlar todo, no sabía que me pasaba. Me levanté de la cama y fui a la puerta para salir de ahí e intentar tomar aire fresco, no se si mis amigas me hablaron o no, pero no pude escuchar, pero sin importar que salí de ahí.

Caminaba por los pasillos sin saber a dónde iba, no conocía para nada este sitio, así que caminaba sin tener algún rumbo fijo, solo sabía que necesitaba salir a un aire fresco. Camine y camine y camine hasta que por fin pude dar con una salida.

Se veía pasillos que daban hacia un aérea verde, había muchos chicos ahí platicando cómodamente entre ellos. Había otros solos con su celular, libros o cualquier cosa en su mundo.

Seguí caminando para ver qué más podía encontrar hasta que llegué a una chancha grande, fruncí en ceño al ver unos chicos jugar algo que jamás había visto antes. Había dos porterías, a medias de la cancha una zona roja con una máquina grande en un costado lanzando bolas por ahí, ellos usaban protección y usaban tipo bates.

Había gradas ahí, así que fui y busqué lugar para sentarme e intentar comprender de qué iba el juego.

No les mentiré, no entendí absolutamente nada, solo me estrese y no llego ni diez minutos viéndolo. Mejor me paré y me fui de ahí con intención de ir de nuevo a la habitación, ya estaba oscureciendo y prefería estar en el cuarto que estar aquí afuera.

Como no supe ni cómo salí menos se como volver, confié en que si caminaba sin parar sabría regresar, así como antes.

Desgraciadamente para mí esta vez no funcionó, no se cuanto tiempo llevo dando vueltas sin parar y sin saber a dónde voy. Y ya se, se preguntarán, ¿por qué no le preguntas a alguien? La cosa es que ¡no hay nadie! Camino por pasillos que parecen infinitos sin ni un alma caminando por aquí.

Heart on fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora