El camino a casa fue silencioso. Las chicas, excepto Amy porque conducía, tenían la mirada baja. Nat estaba muy mal. No le gusta nada decepcionar a la gente. Puede soportar los enfados, los días sin hablar. Pero no lleva nada bien saber que la otra persona esperaba algo de ella y no ha podido dárselo.
Amy se concentraba en conducir, sin apartar la vista de la carretera ni un solo segundo. Casi ni parpadeaba. Ni siquiera había puesto música. Silencio sepulcral.
Andrea miraba por la ventanilla hacia la nada, sin articular palabra. Cerraba los ojos por momentos pero los volvía a abrir a los pocos segundos.
Al llegar a casa procuramos no hacer ruido mientras entrábamos en el apartamento de Nat. Nos quitamos los zapatos. Los pies nos dolían de tanto bailar pero no nos importaba. Todas sabíamos que debíamos afrontar esa conversación.
Nos sentamos en la cama matrimonial de Natalia y empezaron a contármelo todo. Desde el principio. Despacio, para que lo entendiera.
Me contaron que Dylan venía de una familia acomodada. Nunca se tuvo que preocupar por nada. No le faltaba absolutamente nada. Lo tenía todo a su disposición. Nunca nos dijo nada porque no le daba tanta importancia. Realmente él era feliz teniéndonos a todos junto a él. O eso me dijeron mis amigas. El caso era que a los pocos meses de irnos Lucas y yo cuando tenía quince años, los padres de Dylan decidieron dejar de financiarle sus gastos. La casa que tenía en el edificio donde vivíamos todos la había comprado con el dinero de sus padres. El coche que tenía, la ropa, accesorios, objetos materiales de cualquier tipo. Todo era propiedad de sus padres porque lo compró con su dinero. Lo perdió todo. Bueno, todo no. Sus padres le dieron algo de dinero para que pudiese seguir viviendo en la casa que tiene en nuestro edificio. También se quedó con muchas cosas que se había comprado. Pero la tarjeta estaba prácticamente vacía.
-Estaba desesperado. No entendía por qué sus padres tomaron esa decisión. Tampoco nos quiso decir nada. Nos enteramos bastante más tarde. Dylan... cambió muchísimo. El único que sabía lo que pasaba era Aiden. Él tampoco nos dijo nada. Intentaba ayudar a Dylan todo lo que podía pero no era fácil. Ya sabes lo que le ha costado a Aiden llegar hasta donde está ahora -me dijo Andrea.
-Como ninguno sabíamos nada -continuó Nat-, no podíamos ayudarle. Aiden le insistía en que debía contárnoslo pero Dylan se negaba cada vez. No sé cómo llegó a la decisión que tomó. Y esto va a ser doloroso para ti, Claire. Por eso no queríamos contarte nada. Ni nosotras ni Dylan ni nadie -hizo una pausa-. Claire... Dylan se metió en las carreras.
Me quedé sin aire. Le había visto conducir millones de veces. Era muy bueno. Rápido, apasionado, atrevido. Se notaba que le gustaba muchísimo. Sin embargo, nunca pensé que se fuera a meter en algo que sabía perfectamente que me dolía mucho. Demasiado. Una herida que no se ha curado con el paso del tiempo.
Una lágrima rebelde se deslizó por mi mejilla.
-Cariño... No llores, por favor.
-Continuad. Necesito saber el resto de la historia -dije limpiándome las lágrimas que habían caído sin mi permiso.
Se miraron entre ellas, preguntándose si era buena idea seguir con la historia. Finalmente decidieron continuar.
-Bueno... Dylan empezó a correr. Practicaba en un circuito a las afueras de Malibú. Él solo. Aiden le acompañaba de vez en cuando pero tampoco sabía mucho de las carreras. Dylan perfeccionaba los giros, la velocidad. Entendía al coche. Se fusionaba con él. Y cuando pensó que estaba listo... fue a su primera carrera.
-No ganó -dijo Amy-. Compitió contra Mason. Es el tío ese que estaba hablando con Dylan en la disco. Cada uno tenía su grupo. Rivales eternos. Enfrentados. Casi siempre competían el uno contra el otro. Mason era muy bueno, muy rápido. Antes de que Dylan tuviese su propio grupo, Mason le preguntó si quería ser parte del suyo. Fue después de la primera carrera. Mason ganó por los pelos. Dylan declinó la oferta. Había algo en Mason que no le gustaba. Con el tiempo se dio cuenta de que Mason era un completo imbécil y que hizo muy bien en competir contra él y no con él.
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El verano en el que me enamoré
RomanceClaire, una adolescente de 15 años, va a Malibú en verano y conoce a Dylan, un chico 5 años mayor que ella. A él le encanta decirle que es una niña para molestarla. Sin embargo, cinco años más tarde se vuelven a encontrar y se dan cuenta de que ambo...