Él era un alfa que daría lo que fuera para conquistar a la chica de sus sueños. Nunca ha imaginado caer por un hombre..., ¡eso sería absurdo! Hasta que llega uno rubio de ojos marrones... Quien resulta ser el mejor amigo de la chica que planea conqu...
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El tiempo transcurría y no había rastro del chico de ojos marrones. Pero era algo casi obvio. Ni él, ni Jungkook compartían las mismas clases, solo la de lectura, y encontrarlo entre tantas facultades será como buscar una aguja en un pajar.
El alfa era alguien obstinado, y la decisión de entregarle el lápiz nadie se la iba a sacar. Pudo haber esperado hasta el lunes, pero la sensación de tener algo quizás valioso para alguien más, le daba comezón en las manos. Era una sensación extraña.
Tras la ausencia de rastro del omega, Jungkook decidió subir las escaleras hasta encontrar el decano. Con él ya ha conversado reiteradas veces, e incluso se le ha felicitado al alfa por sus buenas calificaciones, quizás él le ayude a encontrar al chico de ojos marrones.
— ¿Señor? —murmuró Jungkook, golpeando su puerta levemente con los nudillos.
— Jeon, adelante.
— Buenas tardes, señor —saludó con una reverencia—. Le vengo a preguntar algo. Quizás usted tiene información.
— ¿De?
— Necesito saber donde puedo ubicar a Park Jimin —dijo enseñando el lápiz.
— ¿Park Jimin?
— Es su lápiz, señor. Se ve que es algo valioso.
El decano lo miró por unos largos instantes, y soltó una leve carcajada. Tomó su laptop y comenzó a teclear, mientras que el alfa esperaba meneándose con la punta de sus pies. Observó también la sala del Decano, y cómo ésta se decoraba con decenas de cuadros con diplomas. Algo admirable.
— Danza. Ahora debería ingresar a clase en unos siete minutos.
— ¿D-Danza? Bien, gracias señor —Jungkook le hizo otra reverencia y corrió hacia una sola dirección, apretando fuertemente el lápiz en su mano.
El mismo camino que lo llevaría hacia donde estaba Jimin.
Al llegar, pudo notar que la clase de danza ya comenzaba. Muchas chicas y chicos entraban con un bolso colgando de sus hombros, y otros con la ropa ya lista; sin embargo, no había rastro, ni sombra de su compañero de lectura.
