Capitulo III: Entre Té y Decisiones

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El alba se filtra con timidez a través de las cortinas de mi alcoba, trayendo consigo los susurros suaves del nuevo día

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El alba se filtra con timidez a través de las cortinas de mi alcoba, trayendo consigo los susurros suaves del nuevo día. Mis párpados pesan levemente, resistiéndose a dejar atrás el reino de los sueños mientras el mundo despierta a mi alrededor. Es hora de levantarme, de enfrentar los deberes y responsabilidades que aguardan con paciencia.

—Su Alteza, es hora de despertar —la voz de Krim, mi dama de compañía, rompe la quietud de la mañana, su tono suave y familiar como una melodía que me guía de regreso a la realidad.

Me estiro con pereza, dejando que mis dedos se extiendan hacia el techo mientras mis pensamientos se desenredan lentamente de los lazos del sueño. Krim se acerca con una sonrisa radiante, sus manos hábiles deslizándose a través de los rizos pelirrojos de mi cabello. Entre nuestros murmullos matutinos, compartimos risas y confidencias, formando un vínculo que trasciende las diferencias de estatus y posición.

Hoy es un día como cualquier otro, marcado por la rutina predecible de los deberes reales. Una reunión de té con las damas de la corte y luego una audiencia con mi padre, el rey, ocuparán las horas que se extienden ante mí como un lienzo en blanco. Pero a pesar de la familiaridad de la rutina, hay una tensión palpable en el aire, una sensación de que este día podría ser diferente de los demás.

Una vez que mi cabello ha sido peinado y mi vestido elegido con esmero, me encuentro frente al espejo, contemplando mi reflejo con una mezcla de orgullo y curiosidad. El vestido rosa que adorna mi figura está adornado con piedras preciosas que destellan como estrellas en la noche, una manifestación física de mi posición como princesa heredera y un recordatorio constante de la belleza que yace dentro de mí.

Con paso ligero, desciendo por las escaleras del palacio, saludando a los sirvientes y cortesanos que se cruzan en mi camino con una sonrisa amable. En la sala del desayuno, el aroma del té recién preparado y los pasteles recién horneados llenan el aire, una tentación que invita a un momento de indulgencia en medio de la formalidad.

La reunión de té es un baile de cortesía y diplomacia, lleno de risas educadas y conversaciones triviales. Entre las damas de la corte, intercambio saludos y halagos, ocultando mi verdadero yo detrás de una máscara de gracia y compostura. Pero en mi interior, mi mente se aleja, vagando hacia el futuro incierto que aguarda más allá de los muros del palacio.

Después del té, me dirijo hacia la sala del trono para encontrarme con mi padre, el rey. Nuestra relación es compleja, marcada por las expectativas y responsabilidades que pesan sobre nuestros hombros. Pero a pesar de las tensiones que a veces nos separan, hay un amor profundo que une nuestros corazones, un lazo que trasciende las divisiones del deber y la lealtad.

En la sala del trono, mi padre me recibe con una sonrisa cálida, sus ojos llenos de orgullo y afecto. Juntos, discutimos asuntos de estado y planificamos el futuro del reino, sumergidos en un mundo de política y diplomacia. Es un recordatorio constante de la responsabilidad que recae sobre mis hombros como princesa heredera, un recordatorio de que mi deber va más allá de mi propio deseo y ambición.

Al final del día, cuando el sol se oculta en el horizonte y las sombras se alargan sobre el palacio, me retiro a mis aposentos con el peso del deber y la anticipación que aún palpita en mi corazón. A través de las ventanas, veo las estrellas brillar en el cielo nocturno, un recordatorio de que incluso en la oscuridad más profunda, hay luz y esperanza que guían nuestro camino hacia el mañana.

Una vez que mi audiencia con mi padre, el rey, llega a su fin, me retiro a mis aposentos, sumergida en un silencio que solo es interrumpido por el suave susurro de mi vestido al rozar el suelo de mármol. Mi mente está llena de pensamientos, de las palabras intercambiadas en la sala del trono y de las responsabilidades que descansan sobre mis hombros como heredera al trono.

—¿Está bien, Su Alteza? —la voz preocupada de Krim me saca de mis pensamientos, y me doy cuenta de que he estado perdida en mis reflexiones durante más tiempo del que pensaba.

—Sí, Krim, estoy bien —respondo con una sonrisa, pero mi expresión traiciona la turbulencia de emociones que agitan mi interior.

Krim me mira con ojos llenos de comprensión, su mano suave posada en mi hombro en un gesto de consuelo silencioso. A través de su tacto, siento el peso de su apoyo, una fuerza tranquila que me da el coraje para enfrentar los desafíos que aguardan más allá de las puertas de mi habitación.

—Puede que sea hora de un descanso, Su Alteza. Permítame ayudarla a despojarse de este vestido y relajarse un poco —sugiere Krim con suavidad, y asiento con gratitud ante su oferta.

Mientras me despojo del vestido rosa que me había adornado durante el día, siento un peso físico y emocional levantarse de mis hombros. Con cada prenda que cae al suelo, me siento más ligera, más libre para respirar y pensar con claridad. Es un recordatorio de la dualidad de mi vida como princesa: una mezcla de privilegio y responsabilidad, de belleza y sacrificio.

Una vez que estoy cómoda en una túnica suave y ligera, Krim me lleva a un rincón tranquilo de mis aposentos, donde una bandeja de frutas frescas y una jarra de agua fresca me esperan. Mientras saboreo la dulzura de la fruta y siento el frescor del agua en mi garganta, mis pensamientos vagan una vez más hacia el futuro incierto que aguarda más allá de las murallas del palacio.

—¿Puedo hacer algo más por ti, Su Alteza? —pregunta Krim con una sonrisa, sus ojos brillando con la luz de la complicidad compartida entre nosotras.

—No, Krim, gracias. Solo necesito un momento, es posible que duerma —respondo con sinceridad, apreciando el espacio para reflexionar y encontrar la calma en medio del caos que a veces es mi vida como princesa.

Después de que Krim se retira con un gesto de despedida, me sumerjo en la quietud de mis aposentos, dejando que el silencio me envuelva como una manta reconfortante. A través de las ventanas entreabiertas, el susurro de la noche me llama, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, hay belleza y esperanza que aguardan ser descubiertas en los rincones más inesperados del mundo.

El sueño me envuelve como un manto de estrellas, llevándome a un reino de luz y sombras donde los astros danzan en el firmamento. Veo la luna y el sol entrelazados en un abrazo eterno, su luz mezclándose en un destello de amor y armonía. Pero en medio de su unión celestial, siento un dolor punzante en mi pecho, un vacío que se extiende como una sombra sobre mi alma.

Despierto con el eco del sueño aún resonando en mi mente, el recuerdo de la luna y el sol amándose en la oscuridad de la noche. Mi corazón late con fuerza, luchando por liberarse de las cadenas del dolor y la confusión que me envuelven como una niebla espesa. ¿Qué significaba ese sueño? ¿Por qué me dejaba tan desolada y perdida en un mar de emociones tumultuosas?

Antes de que pueda encontrar respuestas a mis preguntas, la realidad me alcanza en forma de golpes suaves en la puerta de mis aposentos. Es Krim, mi dama de compañía, anunciando la llegada del nuevo día y de mis deberes como princesa heredera. Respiro profundamente, tratando de ahogar el dolor que amenaza con desbordarse en lágrimas, y me preparo para enfrentar lo que sea que este día pueda traer.

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