Capitulo VI: Preparativos Reales: La cuenta regresiva.

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La primera luz del alba merodeaba tímidamente por las cortinas entreabiertas de mi habitación, y mis párpados pesados luchan por abrirse ante el nuevo día que comienza

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La primera luz del alba merodeaba tímidamente por las cortinas entreabiertas de mi habitación, y mis párpados pesados luchan por abrirse ante el nuevo día que comienza. Me estiro con pereza y me siento al borde de la cama, aún envuelta en la neblina del sueño. Pero cuando mi mirada se posa en el espejo frente a mí, el sueño desaparece de golpe.

Mis ojos se abren de par en par al ver las marcas que adornan mi espalda. Intrincadas líneas se entrelazan formando una luna creciente, además de una constelación. Mis manos tiemblan mientras me acerco al espejo, sin poder apartar la mirada de las marcas que nunca había visto.

—¿Qué es esto? —susurro para mí misma, mi voz apenas un eco en la habitación silenciosa.

Krim, entra en la habitación con una bandeja que al parecer traía nuevas joyas, pero su expresión de alegría se convierte en sorpresa al verme.

—Princesa, ¿está bien? —pregunta, sus ojos oscuros llenos de preocupación mientras se acerca a mí.

Asiento con la cabeza, incapaz de apartar la mirada de las marcas en el espejo.

—No lo sé, Krim —respondo finalmente, mi voz temblorosa—. No tenía idea de que esto estuviera aquí.

Krim frunce el ceño, claramente desconcertada por mi respuesta. Ella ha sido mi fiel confidente durante años, pero no sé si puedo confiarle este secreto. No estoy segura de sí puedo confiar en alguien con algo tan raro como esto.

Antes de que pueda decidir qué hacer, la puerta se abre de golpe y mi madre entra en la habitación, su rostro lleno de preocupación al verme de pie frente al espejo.

—Hadassah, ¿Qué está pasando? —exclama, mientras se acerca a mí— ¿Por qué no estás lista para el desayuno?

Mi corazón se acelera ante la visión de mi madre, pero me obligo a mantener la compostura mientras busco una explicación plausible.

—Lo siento, madre —digo, forzando una sonrisa—. Me sentí un poco indispuesta esta mañana, pero ya estoy bien.

Mi madre me estudia con atención, sus ojos azules buscando los míos en busca de cualquier indicio de la verdad. Pero no encuentran nada más que una máscara de calma que he aprendido a usar con el tiempo.

—Deberías descansar un poco más, hija —dice ella finalmente, su voz suave y tranquilizadora—. Te traerán algo de té y frutas para cuando estés lista.

Asiento con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta mientras veo a mi madre salir de la habitación. No estoy segura de cómo explicar lo que está sucediendo, ni si debiera siquiera intentarlo. Pero una cosa es segura: no puedo ignorar estas marcas en mi piel.

...

Ese mismo día fue un torbellino de actividad. Las damas de la corte se encargaron de mi vestido de bodas, un vestido blanco que simbolizaba la pureza y la castidad que ya no poseía. Mientras me medían y ajustaban, sentía una mezcla de culpa y resignación.

—Mi señora, el vestido es precioso —dijo una de las costureras con admiración en su voz—. Brillará como la joya que es, en su gran día.

Me obligué a sonreír y asentir. Pero cuando se deslizó el vestido sobre mis hombros, las marcas en mi espalda quedaron al descubierto. Las costureras se detuvieron, sus ojos abiertos como platos.

—¿Qué es eso? —preguntó una de ellas, señalando las marcas en mi piel.

—No lo sé —mentí—. Deben ser alguna especie de reacción alérgica.

Krim, que estaba a mi lado, me miró con preocupación.

—Princesa, esas son las constelaciones del cielo nocturno. ¿Cómo han aparecido en tu espalda? —

—No tengo idea, Krim. Pero no debemos preocuparnos por eso ahora. La boda es lo más importante. —Intenté desviar la atención, pero el pánico comenzaba a apoderarse de mí.

—Mi señora, no podemos ocultar estas marcas —dijo una de las costureras, preocupada.

—Lo sé. Simplemente... debemos hacer lo mejor que podamos. —Suspiré, sabiendo que no había solución fácil.

—Tal vez deberíamos cubrirlas con algún encaje o tela adicional —sugirió una de las costureras, buscando una solución.

—Eso podría funcionar. Hagamos eso —asentí, tratando de mantener la calma.

Krim se acercó más, susurrándome al oído.—Mi señora, debo hablar contigo en privado más tarde. Hay algo que debo mostrarte.

Asentí, agradecida por su discreción y apoyo. Las costureras siguieron trabajando, pero las marcas en mi espalda eran un recordatorio constante de la noche en la cueva y del misterio que aún no había resuelto.

Más tarde esa tarde, me reuní con Krim en mi habitación. Cerramos las puertas para asegurarnos de que nadie nos escuchara.

—¿Qué es lo que querías mostrarme, Krim? —pregunté, mi voz llena de curiosidad y preocupación.

Krim sacó un pequeño frasco de su bolsillo y me lo entregó.

—Esto es un ungüento que puede ayudar a atenuar las marcas. No las hará desaparecer por completo, pero puede hacerlas menos visibles.

—Gracias, Krim. No sé qué haría sin ti.

—Siempre estaré a tu lado, mi señora. Pase lo que pase.

Nos abrazamos y sentí sus lágrimas en mi hombro. Era un momento agridulce, lleno de amor y dolor.

—También quiero pedirte un favor, Krim. Es algo muy importante y necesito tu ayuda —dije, tomando su mano.

—Lo que necesites, mi señora. Haré lo que sea necesario.

—Quiero que lleves este mensaje a la costurera que hizo mi vestido. Debe ser completamente privado. Nadie más debe saberlo. — Krim asintió, tomando el mensaje que había escrito con sumo cuidado.

—Lo haré de inmediato. Confía en mí.

—Confío en ti con mi vida, Krim. Gracias.

La vi salir de la habitación, sabiendo que mi secreto estaba en buenas manos. Me quedé sola, reflexionando sobre todo lo que había pasado y lo que estaba por venir. La boda se acercaba rápidamente y con ella, el final de una era en mi vida. Pero no importaba lo que sucediera, siempre tendría las estrellas en mi espalda para recordarme quién era realmente.

Al día siguiente, las costureras trabajaron incansablemente para ajustar mi vestido, añadiendo encajes y detalles para cubrir las marcas. El vestido era hermoso, pero cada puntada era un recordatorio de la verdad oculta.

—Mi señora, hemos hecho lo mejor que pudimos. Las marcas apenas se notarán —dijo una de las costureras, su voz llena de orgullo y satisfacción.

—Gracias. Aprecio todo lo que han hecho por mí.

Miré mi reflejo en el espejo, sintiendo una mezcla de tristeza y resignación. Sabía que estaba haciendo lo correcto para el reino, pero a qué costo personal. Me giré en la cama, mirando el techo, y pensé en Hwel, en aquella última noche que nunca tendría, aunque tampoco dejé de pensar en aquel extraño.

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⏰ Última actualización: Jul 07 ⏰

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