Mi encuentro temprano a la mañana con mi padre, el rey, se acerca rápidamente, y con él viene la necesidad de tomar una decisión que podría cambiar el curso de mi vida para siempre. Durante días, he estado sopesando las palabras que debo pronunciar, las verdades que debo enfrentar, pero ahora, en este momento crucial, el peso de mi elección se siente como una losa sobre mis hombros.
Cuando finalmente me encuentro frente a frente con mi padre en la sala del trono, su mirada es severa, su expresión grave. Sé que no debo dejar que la incertidumbre y el miedo me paralicen, pero es difícil mantener la compostura cuando el destino mismo parece estar en juego.
—Padre —comienzo con voz firme, luchando por mantener mi tono sereno a pesar del torbellino de emociones que amenaza con consumirme—. Hay algo que debo discutir contigo, algo que ha estado pesando en mi corazón durante demasiado tiempo.
Mi padre me observa con atención, sus ojos oscuros y penetrantes como los de un halcón. Sé que no puedo ocultarle la verdad, que debo ser sincera con él sobre mis sentimientos y deseos, por más doloroso que pueda ser el resultado.
—¿Qué es lo que te preocupa? —pregunta mi padre con voz suave pero firme, su gesto serio pero comprensivo.
Reúno toda mi valentía y decido hablar con franqueza, dejando que las palabras fluyan de mí como un torrente de emociones reprimidas.
—Padre, sé que nuestras tradiciones y obligaciones dictan que debo casarme por el bien del reino, pero... —vacilo por un momento, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento—. No puedo ignorar lo que late en mi corazón...
Mi padre me escucha en silencio, su rostro impasible pero sus ojos revelando una tormenta de emociones que luchan por encontrar salida. Sé que no será fácil convencerlo de mi punto de vista, de hacerle entender que mi felicidad y mi destino están en mis propias manos, no en las del reino.
—Hija, entiendo tus preocupaciones, pero debes comprender que nuestras decisiones no solo afectan tu vida, sino también el futuro de nuestro reino —responde mi padre con voz medida, sus palabras cargadas de significado y responsabilidad.
Me muerdo el labio inferior, sintiendo una mezcla de frustración y determinación arder en mi interior. Sé que debo mantener mi posición, que debo luchar por lo que creo que es correcto, aunque eso signifique desafiar las expectativas y las tradiciones que han gobernado nuestras vidas durante generaciones.
—Padre, te ruego que me escuches —insisto con voz temblorosa pero firme—. Sé que mi elección puede no ser la más fácil, pero creo que debo seguir mi corazón, incluso si eso significa desafiar las normas y las convenciones que nos rodean.
El silencio se cierne en la sala del trono, pesado como un manto de sombras sobre nosotros. Mi corazón late con fuerza, anticipando las palabras que mi padre, el rey, está a punto de pronunciar. Sus ojos oscuros estudian mi rostro con una seriedad que me hace sentir como si estuviera siendo juzgada en un tribunal celestial.
—Hadassah —comienza mi padre con voz grave, y siento un escalofrío recorrer mi columna vertebral mientras espero la revelación que está a punto de hacer—. Hay algo que debo discutir contigo, algo que podría cambiar el curso de tu vida para siempre.
Trago saliva con dificultad, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación burbujeando en mi pecho. ¿Qué podría ser tan importante como para justificar el tono serio en la voz de mi padre?
—He recibido una petición de mano del rey de Dur-di —continúa mi padre después de un breve momento de silencio, sus palabras resonando en la sala como un eco distante—. El príncipe Admiel ha expresado su deseo de desposarte y unir nuestros reinos en matrimonio.
La revelación de la petición de mano del príncipe Admiel de Dur-di, con su reputación manchada por rumores de libertinaje y violencia, golpea mi alma como un rayo. ¿Cómo puedo aceptar un matrimonio con un hombre cuya conducta es tan cuestionable y alarmante? Mi mente se tambalea ante la idea de unir mi destino con alguien tan diferente de la imagen idealizada que tenía en mente para mi futuro esposo.
—Padre, ¿es realmente sabio aceptar una propuesta de este tipo? —inquiero con voz temblorosa, luchando por mantener la compostura ante la abrumadora avalancha de emociones que me envuelven.
Mi padre, frunce el ceño, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación y determinación.
—Hija mía, debes entender que esta decisión no fue tomada a la ligera —responde con seriedad—. A pesar de las acusaciones que rodean al príncipe Admiel, Dur-di sigue siendo un aliado crucial para nuestro reino, y este matrimonio fortalecerá nuestros lazos con ellos.
Aunque entiendo la lógica detrás de sus palabras, no puedo evitar sentir una profunda inquietud en mi corazón. ¿Cómo puedo unir mi vida con la de alguien cuya moralidad y carácter son tan cuestionables? ¿Y qué implicaciones tendría esto para el futuro de nuestro reino y para mi propia felicidad?
—Padre, ¿no sería más prudente considerar otras opciones antes de tomar una decisión tan trascendental? —propongo con cautela, esperando que mi padre pueda ver la razón en mis palabras—. Si la reputación del príncipe Admiel es tan controvertida, ¿no podríamos buscar alianzas con otros reinos que no estén manchados por el escándalo?
Mi padre suspira, su expresión mostrando una mezcla de pesar y resignación.
—Entiendo tus preocupaciones, pero debes recordar que las decisiones que tomamos como gobernantes no siempre son fáciles ni perfectas —responde con calma—. A veces, debemos sacrificar nuestra propia felicidad en aras del bienestar de nuestro reino y de nuestro pueblo.
Sus palabras resuenan en mi mente, recordándome la difícil posición en la que nos encontramos como líderes de un reino en constante peligro y cambio. Aunque mi corazón se retuerce con la idea de sacrificar mis propios deseos por el bien común, sé que debo encontrar la fuerza para aceptar las responsabilidades que se me han impuesto como heredera...tras despedirme de mi padre en la sala del trono, con un nudo en la garganta y el corazón pesado, me retiro a mis aposentos en busca de soledad.
Al llegar a mi habitación, cierro la puerta con cuidado detrás de mí y me dejo caer sobre mi cama con un suspiro cargado de pesar. El silencio que reina en la habitación es abrumador, solo interrumpido por el suave murmullo de la brisa que se cuela por la ventana entreabierta.
Dejo que el peso de la situación se hunda en mi alma, permitiéndome sentir la plenitud de mis emociones sin restricciones. Las lágrimas amenazan con emerger, pero me niego a dejarlas caer, al menos por ahora.
Me siento en el borde de mi cama, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre mis hombros con cada respiración que tomo. Aunque la idea de un matrimonio con el príncipe Admiel de Dur-di me llena de temor y duda, sé que debo aceptar las responsabilidades que se me han impuesto como heredera.
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Corona de Destinos
FantasiEn medio de un mundo fragmentado en cuatro reinos únicos, surge la figura de Sunev, un reino próspero y poderoso, conocido por su riqueza en minerales, oro y joyas. Pero lo que realmente encanta de Sunev es su gente, personas amables y cálidas que r...