16. Matrimonios concertados.

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Introducción: Alora es nieta de unos vizcondes que tienen mala reputación, por lo que buscan emparejarla con quien sería alguien que limpie su nombre. Pero nadie sabría que ese conde sería alguien encubierto para no ser llamado al trono.
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Miré hacia el espejo mientras arreglaban mi cabello y me maquillaban. Mi abuela estaba detrás de mí reprendiendo a las mucamas mientras ellas escogían un vestido apto.
—Abuela, por favor.
—El vestido debe ser ideal para esta asamblea con el rey, Alora. —Se cubrió con su abanico y me miró. —Cualquier paso en falso y podríamos perder la poca reputación que nos dejó el estúpido de tu padre, y ser plebeyos.
Me mordí la cara interna de la boca mientras miré hacia abajo, sentía los jalones de pelo mientras terminaban de hacerme una trenza. —Al rey se le es conocido por preferir TODO, si no es por decir TODO de color azul. Y no olvidar que tiene una preferencia por el gran duque del norte.
—¿Duque del norte? —Le pregunté.
—Claramente no tienes idea ni dónde estás parada. —Giró sus ojos y se acercó a mí. —El duque del norte, conocido por tener en su poder grandes minas de cristales mágicos, de tener temperaturas extremas y haber exterminado al gran dragón Eterno, vuelto dócil al gran juez supremo de la región que NUNCA había escuchado a la voz del rey ya que-
—En el territorio del norte no rige fuertemente el poder monárquico, lo tengo claro abuela.
Estela, mi dama de compañía me dió unos aretes grises con destellos celestes, un collar color celeste y un vestido azul claro, los hombros al descubierto con la falda caída, tenía bastantes decoraciones ostentosas que la verdad a mí poco me interesaban. —¿Y de dónde consiguieron el dinero para este hermoso vestido?
—Fue el último regalo que hizo tu padre a tu madre. —Declaró mientras se apoyaba en mi tocador. —Lo único bueno que dejó el inútil de mi hijo.
Me puse los guantes blancos y los tacones, que gracias a los arcontes mi abuela no vió que usaba unas preciosas balerinas grises sin tanto tacón. —¿Vamos ahora?
—No entiendo a qué voy...
Ella suspiró pesadamente y se levantó. —Necesitas poner orden en tu vida, y hacer lo necesario para que la familia salga adelante. No podemos salir más perjudicados de lo que ya estamos. Y lamento de verdad que seas tú quien sufra las consecuencias, estando en edad para casarte y no poder encontrar un gran esposo para que nuestro apellido vuelva al mapa. —Asentí mientras recordaba a Belle cuando fue comprometida, lloraba y gritaba porque odiaba al candidato. Era un joven de alta cumbre pero era un idiota con las mujeres, a veces comprendo porque prefirió terminar atrapada en una montaña de nieve que aceptar ser salvada por él.
La noticia de su muerte fue devastadora para mí, tanto que bajé de peso y no salí por un año de mi hogar.
—Entonces tendré que casarme... ¿Y con quién?
—Es el rey quien determinará si mi petición es aceptada, por mí te hubiera propuesto al gran duque, pero como me interrumpiste no pude seguir. —Comenzamos a caminar juntas para ir hacia el carruaje. —El duque por mucho nombre y estatus que tenga, no hay forma de contactarlo porque él vive de forma anónima, nadie que haya podido salvarse del golpe del duque ha quedado cuerdo para contar algo. Su territorio en el norte es liderado por el mismo juez supremo ya que tampoco está en el norte.
La miré con miedo. —¿Y quería comprometerme con él?
Ella asintió. —Pero era imposible, claramente. Todavía ni lo decide el rey, así que debemos ir rápidamente.
Ese rápidamente es metafórico, el viaje desde mi hogar al castillo del rey son 2 horas. —Deberían implantar el uso de cristales transportadores. —Susurré para mí. Bajé con ayuda del caballero que nos escoltaba y miré a mi alrededor. Hace bastantes años que no venía al centro del reino y habían bastantes cambios.
—Señorita Alora Jon, la escoltaré al gran salón real. Las espera el rey. —Asentí mientras sujetaba en mis manos un cofre, ahí venía un regalo bastante necesario para hacer que el rey... O bueno, reina en este caso aceptara nuestro trato.
Conocí al rey cuando tenía 10 años, Furina que se veía bastante joven, debería tener quizás 500 años desde que se fundó el imperio. Le encantaban los dulces y se sabía que para la última expedición que hubo fuera del país, se enlistara junto a pasteleros para saciar su gusto al dulce.
Bastante cómico, ¿no? Pero es bastante despiadada, todos deben respetar sus decretos y no poner resistencia. Las ejecuciones y las decapitaciones habían desaparecido hace poco más de 200 años porque pensaban que era divertido simplemente decir coman pasteles. (Badam tsss)
Caminamos por un largo pasillo mientras veía a las demás personas verme de reojo, logré ver a la guardia real Clorinde junto a la dama Navia pasando por el jardín. Hice una leve reverencia mientras ellas sonreían y seguí en mi camino.
Noté pasar a un elegante joven alto, de cabello negro con mechones grises que usaba un tipo de capa color azul oscuro, un traje negro de camisa negra con una corbata azul también. Llevaba el escudo del gran duque. Sentí los nervios acumularse en mí pero no pude quitar mi mirada de él. Usaba una máscara negra que le cubría los ojos y la nariz.
Él me miró, yo me di vuelta y quise correr pero solo caminé rápido, gracias a mis balerinas no hubo una caída trágica.
Al llegar a la gran puerta roja, controlé mi respiración nerviosa, los caballeros abrieron y me presentaron.
—La señorita Alora de la familia Jon, rinda su respeto al rey Furina.
Hice una reverencia perfecta mientras bajaba la cabeza y miraba hacia el rey. —Es un honor volverla a ver, su majestad. La familia Jon le trae un obsequio que quizás no pase desapercibido. —Se acercó un caballero y le dió la caja al rey. Ella lo abrió y sus ojos me miraron con seguridad. Sonrió ligeramente y suspiré de alivio, sin que fuera notorio, claramente.
—Señorita Alora, es un gusto. Ey, Chevreuse, guarda esto dónde ya sabes. —La susodicha asintió y se retiró. —¿Y tu abuela? ¿No viajó contigo?
Asentí. —Debe venir en camino su majestad, ya le está complicando un poco la edad, debe venir enseguida.
Ella asintió mientras charlaba trivialmente con sus parlamentarios. Yo miraba desesperada detrás de mí pero nada. ¿Le habrá pasado algo?
—Buenas tardes, su majestad. —Hizo una reverencia. —Lamento la demora, lo lujoso de este castillo siempre me deja encandilada y demoré en llegar a la audiencia, discúlpeme.
Furina negó con su cabeza. —Es un simple desliz, cuéntame que necesitas.
Ella dió un paso delante de mí y comenzó a hablar. —Quisiéramos casar a mi nieta con el conde Eley. —Miré a mi abuela. — Tenemos el dilema de estar perdidos en el mapa y quisiéramos volver a tener el reconocimiento que nos pertenecía.
—Vaya —Respondió alguien detrás de nosotros. Me di vuelta y entraba alguien con un traje gris, una insignia que parecía un lobo, llevaba una camisa blanca y una corbata negra. Tenía el cabello negro y tenía ojos azules parecidos a un cielo invernal. —¿Fue un buen momento para entrar?
—Conde Eley, un gusto tenerlo en mi salón. —Sonrió Furina mientras se cruzaba de piernas. —Yo la verdad no puedo hacer mucho con mi poder, no puedo obligar a concertar un matrimonio si las dos partes no están de acuerdo. Por otro lado —Miró a mi abuela. —Usted debería conocer como son los matrimonios, se ha casado dos veces señora Jon.
Ella asintió. —Pensé que la autoridad de su gracia podría acelerar el tema respec-
—¿No debería importar mi opinión—Él se acercó a mí. —Y la opinión de la señorita?
Sentí mis mejillas rojas de los nervios y la vergüenza. —Yo-Yo... Si estoy de acuerdo.
—No nos hemos visto nunca, ¿Cómo podría estar de acuerdo? —Él tomó mi mano ligeramente.
—Yo... Simplemente estoy de acuerdo.
Sus ojos eran penetrantes, tenía un aroma a invierno y a hojas de té. —Entonces no veo porque no proceder, también comenzaría la búsqueda de una esposa dentro de poco y llegó en buen momento.
Furina aplaudió. —¡Bravo! Entonces con el poder que me otorga los arcontes regentes de Teivat, proclamo por hecho su matrimonio. Espero pronto que vengan a casarse. —Sonrió. —Y Vizcondesa Jon, aprecio demasiado su regalo. Lo que faltaba en mi colección de recetas.
Ella negó y sonrió al rey. —Solo cumplía con mi deber. Espero le guste.
Nos retiramos con mi abuela del salón, pero el conde Eley siguió hablando con ella. —Deberías quedarte y descansar, para conversar con el conde. —Yo asentí.
Estela y yo fuimos al jardín interno para disfrutar el sol y ver las flores. —Allá en casa no se pueden plantar estas flores, el ambiente es muy seco y se marchitan en cualquier momento.
—Me encanta la arquitectura que hay dentro de acá, es tan lujosa y tan armoniosa a la vista. Mira—Apunté. —El puente sobre el lago artificial es perfecto para una foto, ¿Podrías tomarme una?
Ella sacó su daguerrotipo y yo me quité mis guantes, tomó una foto de mí sujeta al sujetamanos mientras las flores detrás, por la colina se reflejaban en el lago.
—Es bastante hermoso el lugar, me sorprende que no haya venido en tanto tiempo. —Sonreí.
—Después de mis estudios, y mi presentación a la sociedad falleció Belle. No me gusta recordar esos trágicos momentos porque me hacen sentir mal. —Ella asintió y siguió tomando fotos.
—Se está acabando el cartucho, así que la última. —Sonreí, pero cuando me eché hacia atrás choqué con alguien. —¡Señorita!
Miré a mi lado y era el conde Eley. —¿Estás bien?
Yo asentí, él tomó mi mano para sacarme del puente. —Un gusto, señorita Alora.
Le hice una seña a Estela para que se retirara. —Disculpe por lo que ocurrió en el gran salón, yo solo quería hacer lo mejor para mi familia y usted se vió involucrado. —Él negó.
—Tranquila señorita-
—Puede decirme Alora.
—Tranquila Alora, yo acepté casarme contigo. No nos conocemos pero si queremos tener una relación buena, simplemente debemos conocernos y hacer nuestro papel. —Tomó mi mano y la besó. —Prontamente serás la condesa Eley.
Me sonrojé y miré hacia otro lado, él sonrió. —Eres bastante bonita y ese vestido te queda hermoso, me sorprende que no hayan llegado propuestas de matrimonio antes. —Reí ligeramente.
—Si hubiera conocido a mi gemela, conde, quizás y también habría decidido ir por ella.
—Pero si eran gemelas, claramente son idénticas. —Él se alejó un poco. —Ya es momento de marcharme, señorita Jon. Nos veremos pronto.
Asentí, su firme espalda caminaba delante de mí mientras yo estaba estática. Miré mi mano y la apreté a mi pecho.
—Estela viste eso...¿Verdad? —Pregunté. —¿No estoy loca?
Ella sonrió y golpeó con su codo mi cintura. —¡Sii! Es muy guapo, ¿Te gusta?
—Es muy pronto para decir gustar. Pero está guapo.
Sonreí mientras estuve en la ciudad, me quedé en la residencia de mi tia materna mientras preparaban las cosas para el casamiento.
Habían que jurar las típicas cosas, lealtad al rey, casarse en nombre de los arcontes regentes y no cometer pecados que perjudiquen al reino.

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