3. Anhelo

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Martin despertó con un ligero dolor de cabeza y estiró el brazo para encender la pantalla de su móvil y poder ver la hora.

Eran las 12:17. No recordaba haberse levantado tan tarde en todo el verano.

Ni siquiera comprobó su aspecto antes de atravesar la puerta de su cuarto y se arrepintió en el momento escuchó la voz de Juanjo. Bea, quien había girado la cabeza en su dirección al escuchar la puerta, le sonreía amablemente, impidiéndole dar medía vuelta para ponerse al menos una camiseta.

Se acercó al salón para comprobar que Juanjo hablaba con alguien por teléfono. El chico, tan guapo como siempre, estaba sentado en el pequeño sillón mientras Álvaro y Bea le miraban desde el sofá.

— Venga, maña, hazme el favor — Juanjo sonreía por lo que Martin supuso que lo que sea que fuera el favor, lo tenía conseguido.

— Cari, que solo soy la camarera. No soy yo quien decide si tres críos de 17 años pueden entrar al club. — la voz de una mujer sonaba por el altavoz de su móvil, en manos libres.

Martin levantó una ceja mientras miraba a su hermano con la pregunta silenciosa implícita. ¿Qué se traían entre manos?

— Ven Martintxu — Bea estiró el brazo para atraerle junto a ella y quedar acurrucados en el sofá. Probablemente no era la posición más cómoda en verano, con los tres cuerpos sudados y dándose aún más calor, pero Martin no podía negarle nada a la amiga de su hermano.

Notó cómo Juanjo los observaba con una sonrisa mientras seguía hablando con la mujer y sintió la necesidad de ajustar su posición, aunque fue imposible con Bea y Álvaro invadiendo su espacio personal.

— Queremos ir de fiesta este finde para cerrar el verano. Es la última noche que abre la discoteca a la que vamos siempre, hasta Halloween y hay que aprovecharla. —Álvaro sonrió acariciando el pelo a su hermano con la mano que rodeaba la espalda de Bea—. Díselo a Kiki y Rus porque vosotros os venís. Está Juanji intentando que os dejen entrar a vosotros también.

Martin se inclinó hacia la caricia mientras observaba a Juanjo, sin entender muy bien cómo desde que se había unido a los más mayores en el salón, no había cerrado la boca durante más de cinco segundos seguidos.

Tenía la sensación de que Juanjo no estaba intentando conseguir nada, de que desde el primer momento tenía claro que la mujer, al igual que todo el mundo, terminaría haciendo lo que fuera que él pidiese.

— Bueno ¿y si se lo dices a Lucas? Así solamente tiene que hacer la vista gorda con los DNIs.

— ¿Por qué se lo tengo que decir yo? Díselo tú y deja de marearme — La chica al otro lado hablaba con un enfado claramente fingido, bromeando con el chico.

— Sabes que si se lo dices tú seguro que te hace caso. Te adora y hará lo que le pidas sin preguntar nada más — Juanjo se mordió el labio, esperando la respuesta de su amiga.

— Tienes una labia, maño. No sé cómo me sigues convenciendo para todo. —Una sonrisa malvada se dibujó en los labios del mayor mientras miraba a las tres figuras amontonadas en el sofá—. Pero me debes una.

— Gracias mañica, eres la mejor. —dió varios besos bastante sonoros al micrófono del móvil, que probablemente sonaron muy molestos al otro lado de la llamada, y colgó.

Juanjo enseñó los dientes en una brillante sonrisa mientras dejaba caer el móvil a su lado.

— Ya podéis decirme lo bueno que soy y que no podríais vivir sin mí. —sus ojos se encontraron con los de Martin y volvió a hablar—. Magtan, avisa a las chicas de que este finde os venís de fiesta. 

Make it to me. JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora