5. Hogar

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Las vacaciones de Navidad prometían mucho.

Mucho aburrimiento.

El primer trimestre había llegado a su fin, pero en lugar de traer consigo la alegría y el alivio que Martin había esperado, sin libros ni temario de Historia de España de por medio, iba a suponer una semana entera solo. No estaba solo, evidentemente. Pasaría las navidades con su familia y había quedado con Arrate para disfrutar de la compañía de la chica fuera del conservatorio, pero la próxima ausencia de sus mejores amigas ciertamente le estaba amargando.

Como el año anterior, Chiara se había marchado a Inglaterra para pasar las fiestas con su familia, y Ruslana había volado a Tenerife. Martin había olvidado por completo que ambas se iban, y cuando les propuso una salida de compras antes de Nochebuena, sus amigas se lo recordaron. La noticia lo golpeó como un jarro de agua fría, arruinando por completo su estado de ánimo.

Intentó centrarse en lo importante: había aprobado todo con muy buenas notas. Todo excepto Dibujo Técnico, cuyo aprobado había sido un voto de confianza de la profesora. Las láminas corregidas que le devolvía la mujer nunca pasaban del 3 y medio, sin importar las horas que Martin les hubiera dedicado.

Aun así, decidió que iba a permitirse el lujo de relajarse, al menos durante la primera semana.

Por ese motivo, Martin se encontró esperando en la entrada del centro comercial el segundo día de vacaciones, abrigado contra el frío invernal de Madrid. Había quedado con Arrate para pasar la tarde juntos y le hacía bastante ilusión. Desde que empezaron a bailar juntos,sintió una conexión especial con ella. Eran amigos de antes pero su amistad nunca había salido del conservatorio y de cuatro mensajes durante el verano. Se sentía mucho más unido a ella, no solo por ser su pareja en el ballet, sino porque la energía tranquila y serena que Arrate desprendía le transmitía una confianza que nunca había experimentado con nadie más.

La vio llegar desde lejos, envuelta en un abrigo gris, con su cabello suelto cayendo sobre los hombros y su corto flequillo luchando contra el viento. Sonreía, una sonrisa suave y sincera que siempre lograba calmar cualquier ansiedad en él. Cuando bailaban y cuando no lo hacían. La saludó con un abrazo rápido, buscando adentrarse lo antes posible en el gran edificio que era el centro comercial.

Pronto, estaban caminando hacia la tienda nueva de artículos de ballet que había abierto hace poco. Arrate le había enviado una publicación de instagram semanas antes, donde anunciaban la tienda. Mientras avanzaban por los pasillos decorados con luces navideñas y el murmullo de los compradores a su alrededor, observó a su amiga.

A lo largo del camino, charlaron sobre el trimestre que acababa de terminar, riéndose de las anécdotas que habían acumulado en clase y ensayos. Arrate siempre le escuchaba con atención, incluso cuando él divagaba sobre detalles insignificantes. La forma en que lo miraba, con esos ojos que transmitían calma y comprensión, hacía que Martin se sintiera valorado, como si lo que tenía que decir realmente importara. No es que Chiara y Ruslana no le escucharan, pero eran tan caóticas que a veces sentía que no podían tener conversaciones que no fueran de cachondeo sin sentirse incómodos.

Finalmente, llegaron a la tienda. Al cruzar la puerta, Martin se sintió como un niño en una tienda de caramelos. Las estanterías estaban llenas de puntas de ballet en diferentes colores y tamaños, tutús y mallas delicadamente colgados que parecían flotar, y una gran variedad de accesorios que hacían brillar los ojos de cualquier bailarín. Se detuvieron frente a un expositor que mostraba unas cintas para el pelo, y Arrate comentó lo bonitas que le quedarían durante las actuaciones. Martin asintió, imaginando cómo se vería ella en el escenario el día de la actuación. Siempre era tan grácil y segura, incluso cuando él mismo estaba lleno de dudas.

Make it to me. JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora