Sus lágrimas caían tal cual el agua de una inmensa cascada que se desbordaba cada vez más, sus ojos eran el inicio del dolor, donde nacía su pena y su barbilla es donde se deshacían las minúsculas lágrimas, que llenas de culpa y arrepentimiento golpeaban contra su piel, una tras otra.
Francisco sentía que se estaba descarrilando, todo lo que le estaba pasando y todo lo que estaba sintiendo era difícil de procesar y prefería cegarse en lágrimas antes que ver la realidad con sus propios ojos, y darse cuenta de que quizás jamás podría curarse.
Quería y necesitaba calmarse, si seguía llorando, cuando se hiciera más noche los guardias irían a verlo y sabía que no podría soportar el castigo, así que, con miedo, pero decisión, tomó la navaja de su cajón.
La navaja penetraba y se deslizaba por la tersa piel de sus muslos desnudos, la sangre se asomaba fluidamente mientras los ojos de Francisco se cerraban del dolor, sabía que estaba mal y sabía que Dios lo estaba viendo, pero rogaba en el fondo de su alma que lo pudiera entender, porque esta era la única forma que tenía para calmarse.
- ¿Francisco puedo pasar? - Francisco no podía escuchar, estaba sumergido en su acción, tanto que se desconectaba de su realidad.
- ¿Francisco estás bien? - Seguía hablando la voz detrás de la puerta, Francisco estaba tirado en el piso, estaba aturdido, al parecer había sobrepasado sus propios límites, lo pudo divisar cuando un charco lleno de sangre lo acogía en el suelo.
- Voy a pasar - Francisco agachó su cabeza, buscando esconderse, no quería seguir siendo juzgado y castigado, se sentía tan indefenso.
Alzó su cabeza y abrió sus ojos, ahí pudo ver a Esteban, quien lo miraban preocupado y temeroso, pensó que se iría y que lo dejaría ahí, pero en vez de eso, se lanzó a él y lo abrazó, lo envolvió en sus brazos, acarició sus cabellos mientras su respiración se regulaba.
Francisco no pudo evitar llorar, esto era lo que tanto había necesitado toda su vida, consuelo, un abrazo que le dijera que él estaba bien, que no tenía que cambiar, que dejara de sufrir por esta cruz que llevaba cargando toda su existencia. Esteban le demostraba tanto en ese contacto, tantos sentimientos que Francisco no podía procesar, pero podía sentir.
- Tengo tanto miedo - Tartamudeó Francisco recostado en el pecho de Esteban, miedo era lo única que podía sentir en ese lugar repugnante que, aunque al principio era un sueño, con cada día se volvía una pesadilla.
- Te entiendo, todos hemos sentido miedo aquí - El contrario levantó la mirada y lo vio a los ojos en medio de la oscuridad, sus ojos brillaban por las lágrimas que descendían de sus ojos, sus ojos eran estrellas en medio del gótico y vacío universo, era como si fueran lo único que existiera.
- ¿Y cómo dejaste de sufrir? - Esteban sintió como lágrimas comenzaron a salir de sus ojos igualmente.
- Aún sufro -
En el silencio estremecedor y tenebroso que brindaba la noche, ambos se besaron, un beso diferente, un beso en donde ambos pedían perdón por lo que habían hecho, un beso donde se consolaban mutuamente, un beso en donde ambos sintieron el dolor y la cruz del otro.
Francisco siente su rostro inundarse de un rojo carmesí, siento como una leve picazón se extiende por sus mejillas y como se calientan poco a poco, y ante tal acción de su cuerpo, Esteban le sonríe.
- Sos el hombre más precioso que he visto en mi vida -
Ambos fueron interrumpidos por unos pasos que entraron imponentemente a la casa. Esteban agarro a Francisco y trató de limpiar su sangrado y ubicarlo en su cama para que todo pareciera normal, pero ambos estaban nerviosos y temblorosos lo cual dificultaba su hazaña. Los pasos se acercaban, y oyeron como se abría una puerta, pero no era la de ellos, era una habitación anterior, la habitación de Juani.
Se comenzaron a escuchar gritos e insultos, los gritos enojados y protestantes de Juani batallaban contra el tono autoritario y demandante del guardia. Francisco y Esteban temblaban ante la cercanía de las voces, ambos estaban abrazados, hasta que Francisco se soltó del agarre.
- Escóndete, quizás si me ve medio dormido no haga nada - Ordenaba Francisco con una voz tan frágil que podría partirse con el mínimo toque. Esteban obedeció y se ocultó debajo de la cama al no encontrar un mejor escondite, su desesperación aumentó cuando escuchó como los gritos y los pasos se acercaban hasta la habitación donde estaban.
El guardia entró azotando la puerta de golpe, con una mano sostenía la puerta y con la otra jalaba y arrastraba de los rulos a Juani, quien le pedía con enojo que lo soltara, lo insultaba cada vez más furioso pero lo único que obtenía era golpes y tirones cada vez más fuertes en su cabello.
Francisco cerraba sus ojos con presión, tratando de fingir lo mejor que podía, pero era difícil con Juani gritando y con la presencia del guardia en la habitación, estaba tan preocupado como asustado, sabía que esta vez no tendrían piedad con él.
- ¿Crees que soy estúpido? Ven acá maricón de mierda - El hombre lo tomó igual que a Juani, causando que Francisco gima de dolor ante el brusco agarre, Juani trataba de zafarse agarrándose de lo que podía, Francisco lloraba y gemía del pánico, no sabía si podría soportar el castigo.
Ambos jóvenes salieron del lugar, entre gritos y suplicas, pasos desesperados y golpes bruscos. Esteban se limpiaba las lágrimas de frustración e impotencia mientras más se alejaban, le daba rabia no poder hacer nada, y le aterraba como quedaría Francisco después del castigo.
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"Vivir" esteban x francisco
FanfictionEn los enigmáticos años 60's, Francisco entra en un internado de conversión para homosexuales donde conoce a Esteban, quien le enseña a vivir.