Vivir

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El motor de la camioneta rugía mientras se alejaban de la institución. El humo del incendio aún era visible en el horizonte, pero ya no había vuelta atrás. El silencio en el vehículo era profundo, roto solo por el sonido de las respiraciones agitadas y las lágrimas contenidas. Todos habían dado lo mejor de sí para llegar hasta allí, pero no todos lo lograron.

Blas, con la mirada perdida, sostenía entre sus manos el collar de Felipe, un pequeño recuerdo que había encontrado antes de escapar. Las lágrimas resbalaban silenciosas por su rostro. Juani, a su lado, lo abrazaba, sintiendo el mismo dolor, la misma pérdida. Enzo estaba frente a ellos, también llorando, pero con una mezcla de alivio y tristeza en sus ojos. La libertad sabía amarga cuando se pagaba con tantas vidas perdidas.

- Lo logramos... pero... ¿a qué precio? - Murmuró Blas entre sollozos, apretando el collar contra su pecho.

Juani lo abrazó con fuerza, intentando encontrar consuelo en ese contacto, aunque sabía que el vacío en su interior no se llenaría fácilmente. Enzo, sin decir palabra, se inclinó hacia ellos y los abrazó a ambos, formando un lazo de dolor y esperanza. Los tres sabían que la vida no volvería a ser la misma sin aquellos que dejaron atrás, pero al menos tenían el uno al otro.

En la parte trasera de la camioneta, Santi estaba de pie, con los brazos levantados hacia el cielo. Una sonrisa enorme iluminaba su rostro, mientras gritaba de felicidad. "¡Lo logramos! ¡Somos libres! ¡En sus caras malditos estúpidos! ¡Los putos escaparon!" Su voz se quebraba por la emoción, pero seguía gritando, agradeciendo a cada uno de los que lo acompañaron en esa odisea, a los que lucharon por su vida, y a los que no pudieron salir, a los que lucharon pero no pudieron y a los que estaban destinados a seguir sufriendo. Aunque llevaba cicatrices invisibles, en ese momento Santi se sentía invencible.

Esteban y Francisco estaban en la parte delantera de la camioneta. Ambos miraban en silencio cómo los demás se desahogaban. Esteban lanzó una mirada tímida hacia Francisco, quien devolvió la sonrisa. Había algo en esos intercambios silenciosos, algo que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.

Francisco no dijo nada, simplemente dejó que el momento lo envolviera. Sintió una paz inesperada al observar a sus amigos llorar, reír, abrazarse y celebrar la libertad que tanto les había costado conseguir. Su mirada se dirigió hacia el cielo, donde las estrellas comenzaban a aparecer entre los restos de humo que se elevaban en la distancia.

Cerró los ojos un segundo y, con un susurro, dijo: "Gracias, Dios, por enseñarme a vivir." Sentía que por fin entendía lo que significaba tener una vida propia, lejos de las sombras que lo persiguieron tanto tiempo, se despojó de todos los prejuicios y conflictos que lo perseguían.

El viento acariciaba sus rostros mientras se alejaban de su pasado, de aquel lugar de dolor y tortura. Los días oscuros quedaban atrás, y aunque el futuro era incierto y el pasado los perseguía, sabían que juntos podían enfrentarlo. El escape había terminado, pero la verdadera vida apenas comenzaba, era momento de vivir.

Fin

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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"Vivir" esteban x franciscoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora