3| Alianza

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Para bylibyli
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El problema no era la carne, el problema era lo irracional e insensato que podía llegar a ser este cuadrúpedo peludo que tenía delante de él.

Mazder suspiró, a punto de aceptar que ya no podía, si había alguien que lograra hacerlo sentir cansado, sin duda alguna era el perro que comía con exquisitez la carne cruda que su tribu había traído para cenar.

—¿No piensas comer? Es la mejor carne, la más jugosa —Kxem señaló la carne cruda, estaba bañada con una salsa hecha de sanguaza y frambuesas, el aroma no era agradable para un humano, pero ante el lobo era un manjar digno de la realeza—. Pedí que trajeran la carne más blanda para ti, come.

—Te lo diré de la forma más cortés que mi educación como miembro real me lo permita. —Mazder señaló la carne—. Soy humano y mi dieta no consiste en consumir carne cruda. ¿Pretendes que coma alimentos crudos sacados de algún animal que cazaron quién sabe dónde? No soy un perro como tú, soy humano y necesito una dieta balanceada, sin grasas y condimentos en exceso. Mi Querido Padre me daba alimentos dignos de mí, no esto… ¿Este plato es de barro? Mi comida se servía en platos hechos con aleaciones de oro, ¡oro! Tráeme algo similar y dejaré de echarte en cara todo lo que mi Querido Padre me daba. Y si no puedes estar a su altura, entonces regrésame a mi reino.

—Estoy cansado de tus jodidos reproches. Eres una bola de reproches y desencantos, ¿oro y dieta balanceada? En Cuauhtlah se come lo que te ofrecemos y si no quieres comer… Lárgate.

Kxem golpeó la mesa. El golpe fue tan fuerte y rápido que el príncipe no reaccionó a tiempo y terminó con su cuerpo manchado por culpa de la carne que había caído sobre su ropa. Sus orejas se hicieron hacia atrás en cuanto escuchó un suspiro.

Sin embargo, el príncipe no dijo nada, se puso de pie y tiró la carne al suelo.

—¿Cuál es tu nombre? —El príncipe se dirigió hacia Nákar y el lobo pronto le respondió e hizo una pequeña reverencia—. Bien, Nákar, ¿puedes ayudarme a limpiar mi cuerpo? Y encontrar unas prendas para…-

—¡Alfa! ¡Los humanos nos atacan y ya están demasiado cerca!

¿Humanos…?

Mazder fue el primero en salir corriendo, también el primero en empuñar una de las espadas que colgaban como adornos en la pared. Kxem se quedó un segundo admirando su espalda, los músculos que se apreciaron conforme la fuerza se cernió en su diestra y…

Salió corriendo detrás.

La tribu ya se preparaba para atacar, las antorchas y la hoguera principal iluminaban la tarde, todavía se apreciaba la claridad del día que poco a poco iba desapareciendo. Un tambor sonó y él aspiró hondo, muy profundo. Su aullido resonó en todo el lugar, incluso hizo que el príncipe se detuviera y se girara, asustado.

Sus garras crecieron junto a ese pelaje erizado, sus ojos brillaron en un azul salvaje que fue envuelto en energía lunar. Era maravilloso que los atacaran a estas horas, pues la luna ya comenzaba su reinado y eso significaba darles más poder del que ya tenían al ser sus adorados hijos. Kxem sujetó su espada y se colocó en posición de batalla, iba a salir corriendo a cuatro patas cuando el príncipe se puso en su camino.

—¡Detente! ¡Es mi…! ¡Es el Rey de Andora! ¡El Reino de Andora no es hostil con la Cuauhtlah. —El Príncipe hizo una extraña reverencia y ofreció la espada que había tomado—. Como Príncipe de Andora le pido que por favor espere su llegada, la bandera que traen en alza no es una de guerra, vienen en paz. No deseamos luchar con la Tribu del Bosque. Por favor, tenga piedad del osado Rey, pues su hijo fue secuestrado frente a él. Déjeme hablar con el padre, se lo pido como hijo, no como príncipe.

Cuauhtlah: La Tribu del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora