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Quedé sola, lo único acompañándome fue el cadáver y la sangre que caía pintando de rojo las hierbas verdes y las hojas secas.

Camino de regreso a casa, la sensación de la sangre en las hojas parece seguirme, adherirse a las suelas de mis zapatos y pesar sobre mis pasos.

Mi mente sigue regresando a la escena en el bosque y a las palabras que el tal chico llamado Ryan dijo antes de desaparecer: "No puedes huir de lo que eres, Kiara." Esa frase me envuelve como una neblina fría, filtrándose en cada recoveco de mi conciencia. Soy parte de esto, se me ha recordado, y debo descubrir ¿por qué? ¿Qué pinto yo en todo esto?

Un suspiro se escapa de mis labios cuando finalmente cruzo el umbral de mi hogar, un santuario distante del infierno que aún se quema dentro de mi cabeza. Cierro la puerta, pero no puedo cerrar las preguntas.

Antes de ir a mi habitación voy a la de mis padres y mamá duerme, estoy feliz de que al menos ella no sepa nada de lo que me está pasando, subo las escaleras arrastrando los pies a cada paso, cierro la puerta con seguro, dejo caer mi cuerpo en la cama y busco algo de refugio entre las sábanas y almohadas.

***

La alarma del amanecer para ir al colegio suena demasiado pronto, y con los primeros rayos de luz; la voz de la persona que me dio a luz me apresura para no llegar tarde.

Me levanto con pesar, sabiendo que la fachada de una vida normal debe continuar, a pesar del torbellino que vive en mi interior. Arrastro mis pies por el suelo frío y me enfrento al reflejo del espejo; veo a una Kiara que parece normal, pero sus ojos cuentan historias de sombras e incertidumbre... y muy en el fondo; placer cada vez que recuerdo el asesinato.

Con movimientos mecánicos me preparo para el colegio, el agua de la ducha no logra lavar la sensación de miedo de que pueda descubrir algo malo de mí. Me vestí bajo las escaleras, encontrando consuelo en la rutina.

-Buenos días -mi voz apenas es un murmullo, mientras tomo asiento mi madre pone un plato de desayuno frente a mí.

Cuando iba a llevar la primera cucharada a mi boca la puerta de entrada se abre y veo a papá, llevaba días fuera por su trabajo.

-¡Papá! -me levanto emocionada para recibirlo y abrazarlo.

-¡Mi niña querida!

Nos abrazamos un largo rato mientras mamá solo nos observaba.

-Cariño ven -papá la llama y extiende su brazo para un abrazo familiar.

Y así, durante un período de tiempo acogedor; me relajo de las torturas constantes de los días pasados.

Nos sentamos todos y mis padres conversan sobre trivialidades: el clima, las tareas del jardín, el trabajo de papá.

Asiento y murmuro las respuestas esperadas, pero mi mente está en otro lugar, bailando en el filo de verdades por descubrir, siento que la cabeza me va a explotar en cualquier momento.

-Kiara, ¿estás bien? Estás muy callada hoy. -La preocupación se pinta en el rostro de mamá.

-Sí, solo cansada. -Intento una sonrisa convincente-. Quizás me acosté muy tarde estudiando.

-¿A qué hora llegaste anoche?

-Sobre las diez y un poco más -mentí.

La preocupación y duda persiste en sus ojos mientras me observa.

-Hija, debes tener cuidado -papá apoya sus brazos sobre la mesa y entrelaza sus dedos.

-¿Por qué papá?

-En este viaje que hice, se comentaba... sobre...

-Venga ya Liam, acaba de decir lo que sea que tienes atorado en la garganta.

-Se sospecha sobre la desaparición de un chico.

-¿Cómo? -mamá abre sus ojos en shock.

-Sus padres llevan dos días buscándolo, era un chico que no salía mucho de su casa, se la pasaba en su cuarto jugando videojuegos. Los padres informaron a la policía pero ellos creen que solo está tomándoles el pelo para darles un susto.

-No lo puedo creer -abro la boca totalmente perdida.

-No hay rastro de agresión ni robo, es cómo si hubiese desaparecido.

Una idea se comienza a formar, hace dos días exactamente vi un chico asesinar a otro, el chico rubio que mató al otro.

-¿Cómo era el chico?

-Es tres años mayor que tu, tiene la piel morena, fuerte, de cabello castaño y ojos marrones.

-Que interesante.

-¿Qué pasa?

-Nada, solo tenía curiosidad.

-Mi niña siempre curiosa como su padre -me agarra el cachete y deja un beso sobre mi cabeza-. Debo ir a trabajar.

-Adiós pa.

***

La descripción del desaparecido es igual que la víctima de aquel rubio.

El día escolar pasa en un borrón de clases, tareas y sonrisas vacías. Intento a toda costa evitar a Emily, no me apetece contarle a nadie de los pasados días ni que me pregunte la verdadera causa de mi visita al bosque.

El conocimiento secreto de que mi vida está entrelazada con algo mucho más grande, mucho más oscuro, me mantiene distante de todo contacto con nadie.

Cuando finalmente suena el timbre de salida, salgo apresurada y literalmente corriendo por llegar cuanto antes a casa, debo descansar unos días de todo esto, quisiera dormir y no despertar en un buen tiempo.

Llego a mi refugio y no hay nadie, mamá está en su trabajo en la cafetería y hoy llegará tarde, y papá buscando información para el diario.

Dejé la mochila sobre la barra de la cocina y subí a mi habitación.

Comienzo a desvestirme, dejé el uniforme escolar sobre la cama y voy hasta el baño, abro la llave del agua caliente y dejo que la tina se llene lentamente.

El murmullo del agua que cae es un bálsamo para mis nervios crispados y el vapor comienza a envolver la habitación, creando un pequeño refugio lejos del caos de mis pensamientos.

Sumergirme en el agua caliente es como hundirme en otro mundo. Cierro los ojos, intentando vaciar mi mente de las imágenes del bosque y la figura siniestra colgando del árbol. Me esfuerzo por separar el placer retorcido que sentí, tratando de convencerme de que fue solo un reflejo de la adrenalina y el miedo, no algo inherentemente oscuro dentro de mí.

Cuando mi piel comienza a arrugarse y el agua a enfriarse, salgo de la tina y me envuelvo en una toalla grande y suave. El espejo está empañado y lo agradezco; no quiero encontrarme con mis propios ojos, no todavía. Me quedo un buen rato mirando el reflejo borroso que se hacía presente. Regreso a la habitación y me siento en la cama, aún húmeda por el baño y con el pelo goteando agua.

El cansancio me invade, y sin poder evitarlo, mis ojos comienzan a cerrarse, la pesadez de un sueño ineludible me tira hacia abajo y sucumbo al sueño en una mezcla de agotamiento y desesperación.

En el mundo de los sueños, la neblina se levanta, y me encuentro de pie en el centro de un claro. Estoy sola, la sangre gotea de mis manos pero no hay cuerpo herido; el suelo bajo mis pies comienza a temblar y una grieta se abre haciéndome caer a la oscuridad.

Me despierto sobresaltada. La habitación está oscura y tranquila, estoy sin ropa, al parecer me quedé dormida cubierta por la toalla. Me levanto y busco con que cubrirme pero no hay ni rastro de esta, voy hasta el encendedor de la lámpara y cuando la prendo me doy cuenta de que no estoy sola.

Inocencia tenebrosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora