Inocencia tenebrosa ©

10

Mientras las voces gritan buscándome estoy hecha un ovillo sin moverme para evitar el dolor que me recorre el pie.

***

—¿Kiara?

Ryan se acerca y toca mi pie.

—Eres una imbécil, mira lo que hiciste.

—También es culpa vuestra, si no me hibieses hecho venir hasta aquí nada de esto habría pasado.

—Lo echo echo está, así que ya vale.

Sus manos rodean mi espalda y piernas levantándome.

—Déjame, quiero quedarme aquí.

Señalo el piso y como si fuese un mandato tira mi cuerpo cayendo bruscamente en el suelo.

—¡Animal! Ten piedad, no ves que tengo el tobillo torcido.

—Tú lo pediste, así que ahora calla.

Se va caminando rápido y no sé qué hacer, si me quedo mis padres se preocupan, si me voy; no sé que pasará conmigo después.

—Ryan, espera por favor. Ayúdame.

—Qué conste que no soy tu muñequito de trapo al que puedes mandar y gobernar, aquí mando YO.

Se acerca volviéndome a cargar como si fuese una pluma la cual no pesa. Echa a andar y puedo verlo de cerca, su rostro está iluminado por una seriedad que resalta sus ojos claros brillantes, tiene el cabello desordenado y pegado sobre su frente, dándole un aire serio y atractivo.

—¿Estás bien?

—Si.

El dolor me recorre toda la pierna, es una punzada como si me enterraran un puñal en el tobillo.

—Perdóname por mi actitud de antes, cuando te conocí actúe fríamente e insoportable pero no quería que entraras a este mundo, solo quería protegerte.

—¿Desde cuándo sabes que soy tu hermana?

—Siempre.

—¿C-cómo? —¿Tengo un hermano que sabía de mi existencia y nunca me buscó?

—Hay muchas cosas, muchas personas involucradas en nuestra historia, debes esperar a que pase el tiempo. Cuando estés preparada te lo contaré todo, solo advierto que es mi versión.

—Dime ahora.

—No. Deja que Ryan te cure, descansa y luego hablamos.

Se marcha dejándome con Ryan que busca no sé qué entrando y saliendo de las habitaciones, los otros que estaban se debieron ir —lo cual no me importa—, lo único que quiero saber es la verdad.

—Listo, aquí está —Alza las manos con un botiquín.

—¿Si son asesinos porque no me dejas? No tienen sentimientos ¿Qué te cuesta dejarme sola y herida en el bosque?

—Me tienes harto, ¿sabes?

—Dime, ¡ahora!

Grito desesperándome cada segundo más y el dolor es tan intenso que quiero llorar, gritar, golpear algo para ver si se me alivia lo que siento en el pecho.

—Basta, no soy tu maldito juguete al que puedes gritar, aquí mando yo. Ya lo dije y parece que no lo entiendes, métete en tu cabecita que aunque no quieras; esto corre por tus venas, eres una asesina al igual que nosotros así que no vengas con discursos baratos de porque no te mato, corta el rollo ya, córtalo de una vez por todas. Para ti no tenemos sentimientos pero nos preocupamos por todos, nos cuidamos la espalda uno a otro así que no hables de lo que no sabes.