08

12 4 0
                                    

—No temas pequeña, no te haré daño. Solo quería verte —la voz gutural y áspera es de un chico que se me hace demasiado familiar, el aliento tibio tocó la piel de mi cuello haciendo que un escalofrío se deslizara por mi espalda erizándome la piel.

El pánico se extendió por todo mi cuerpo, oprimiendo mis pulmones. ¿Qué carajos está pasando?, ¿se estará acercando mi hora de ir al infierno o al cielo?

Intentó gritar, pero ningún sonido sale. Estoy atrapada, paralizada por el terror.
Un jadeo ahogado escapa de mi garganta cuando siento nuevamente la respiración caliente en mi oído. Con un movimiento brusco, el chico que me sostiene gira mi cuerpo haciéndome quedar frente a su rostro.

Esos ojos, azules como el cielo un día antes de la tormenta; nuevamente me atrapaban con una intensidad perturbadora. Conocía esa mirada, era aquel chico que entró en mi habitación y otra vez lo hizo, el asesino que ví en el bosque.

—No tengas miedo —susurró, su voz en un ronroneo suave contrastaba con la fiereza de su mirada. Sus dedos, fríos como el hielo, robaron una caricia a mi mejilla.

Parecía como si me hubiese quedado muda, no me salía ni una sola palabra.

—Kiara, sé por lo que estás pasando, si quieres respuestas, mañana ve a la cabaña sobre las diez de la mañana, te estaré esperando pero debes ir sola, Emily no puede saber nada de lo que te contaré porque la vas a llevar hacia un lugar al que solo tú perteneces.

—¿Viniste a matarme, qué quieres de mí? —al fin las palabras se dignaron a salir de mi boca.

—Preciosa, no te haré daño, solo quiero que entiendas quién eres en realidad.

—¿Cómo entraste?

—¿Acaso estas sufriendo un lapso mental? Pues te recordaré que soy un asesino y hago lo que se me plazca a la hora que quiera, ya me hiciste la misma pregunta, te la vuelvo a contestar porque me agradas.

—No necesitas repetir que eres un asesino, lo sé, si me vienes a matar que sea rápido.

Sus manos aún estaban aguantando mis caderas con una intensidad que me dejaba impresionada, nunca nadie me había sostenido de tal manera, aunque nunca había estado junto a un asesino.

—Te repito la pregunta: ¿Vendrás mañana a la cabaña?

Por un instante, un instante aterrador, deseé decir que no pero la incertidumbre me invadía.

—No te mentiré, si voy.

—Bien dicho pequeña, así me gusta, que seas tu misma sin ocultar lo que sientes.
Esa es la decisión correcta —Ryan asintió, aunque en su mirada podía ver que no era simplemente alivio lo que sentía, sino una especie de sombría satisfacción—. Hay cosas que necesitas saber, cosas que solo pueden ser reveladas en ese lugar.

No podía evitar sentir que cada palabra que pronunciaba era tanto una promesa como una advertencia.

—Pero, ¿por qué no puedo decirle a Emily? Ella ha estado conmigo en todo esto —mi voz temblaba con un rastro de miedo.

—Hay verdades que solo tú puedes saber. Emily no es como tu ni como yo, este paso debes darlo sola, es tu vida; solo tuya y tu amiga no pertenece a ella. —su tono era serio, de una seriedad que nunca había visto en su rostro que las pocas veces que ví siempre emanaba picardía.

—Está bien, iré sola —dije con firmeza, inhalando profundamente para estabilizar mi voz.

Ryan abrió la boca para decir algo más pero la voz de mamá llegando a casa lo hizo caminar rápidamente hacia la ventana.

Inocencia tenebrosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora