Extra

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Becky

Un año después

—Amor —sentí como alguien me movió, en un intento fallido de querer despertarme, pero obvio ya lo había logrado—. ¿Amor?

—¿Que? —pregunté adormilada sin despegar la cara de la almohada.

Se quedó en silencio unos segundos cosa que me preocupó, así que abrí los ojos y me senté en la cama. Miré la hora antes, eran las tres de la madrugada, yo solo había dormido una hora, porque Boba a sus tres años era todo un terremoto, y nos costaba mucho hacerlo dormir.

—Bec —me quedé mirando a una Freen la cual se abrazaba a sus pies como una niña pequeña, sí, daba ternura, pero eran las tres de la madrugada.

Me estruje la cara, —¿Qué pasó, amor?

—Yo quería hacerte una pregunta... —suspiré y me quedé esperando—. Pero es una pregunta muy seria, espero que... puedas responder.

—Sí, Freen, te seguiré amando así seas un pollo, una gallina, un pato, una oruga, un árbol, un ventilador, un tamal, una pizza, un oso, así estes muerta, traeré a un brujo para que te devuelva a la vida. Te seguiré amando así seas una cama, una casa, un cepillo de dientes... ahora, déjame dormir, mujer —me volví a acostar cerrando mis ojos.

Sentí como su cabeza cayó sobre mi pecho y me abrazó.

—¿Y un perro?

No me pagan lo suficiente.

—Ajá.

—¿En serio? —dijo con ilusión.

—No, en broma.

—¡Rebecca! —me golpeó el brazo.

—Ya, amor, duerme y cállate.

[•••]

—No quiere Becky, me dice que el doctor le prohibió mantener todo tipo de relaciones sexuales —miré a mi hermana con burla. Estaba que se arrancaba los pelos de la cabeza—. Le limpio la casa, arreglo la cama, lavo los platos, le preparo la cena. ¡Por Dios, hasta limpio y baño a su perro!

Me llevé la mano a los labios para que no se notara la carcajada que quería soltar.

—Que pena.

—¿Y sabes lo peor? que dice que es por dos meses, ¡Mis manos están...! —se miró las manos cosa a lo que yo respondí con una mueca—. No sé que se trae, cuando la llamo no me contesta —se dejó caer rendida en la silla de mi oficina, estaba casi llorando—. ¿Y si ya no me ama?

—Ay, por favor, Irin, no digas esas barbaridades.

—No, es en serio, ¿y si ya no lo hace? desde que le propuse matrimonio no hace otra cosa que evitarme, quizá y quiere devolverme el anillo —dijo, preocupada.

—No, si tú y Noey son dos locas que parecen no tener rumbo y que si una se lanza de un lado del puente la otra sin duda lo hace del otro —me miró mal—. En buen sentido.

—No me ama, no ama a mí  —se repetía.

Ya este caso en vez de darme risa, que sí, todavía me daba un poco, me estaba dando pena. Irin estaba entrando en un estado de desesperación muy grande y sé como hermana de esta loca que soy, que no aguantaría ni una día más y comenzaría a sacar conclusiones a lo loco.

—No digas esas cosas, mira que yo también duré un tiempo sin hacer nada. Un poco más que tú quizá —y todavía me dolía recordar como Freen me tuvo seis meses sin siquiera poder tocarla.

—Tú, porque te falta un tornillo...

—Y la amo —declaré—. Y me tuve que aguantar, porque supe que estaba en sus días de... —me corté ahí mismo—. Claro...

Sweet Heart Freenbecky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora