Más acá

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Crowley lamía cada pequeña parte del cuello de Aziraphel mientras este se mordía los labios para no soltar sonidos pecaminosos.

Las piernas del ángel apretaban la cintura del pelirrojo mientras su espalda estaba pegada a la pared.

~ Agsh, Aah, Crowley cálmate ~ Gemía el peliblanco rasguñando la espalda desnuda del mayor, de puro milagro el más pequeño seguía con la vestido.

- Shh, nos escucharán - Susurró mostrando los colmillos.

~ Esto... Esto no está bien ~ Dijo sintiendo unas extrañas cosquillas.

- Pensabas irte sin decirme, eso es lo que no está bien - Mordió el cuello del peliblanco.

~Aah, despacio ~ Gimió.

Crowley continuó sus caricias, cada toque
más intenso que el anterior, mientras
Aziraphel se abandonaba al éxtasis del
momento. Los susurros y gemidos llenaban la habitación, creando una atmósfera cargada de pasión y deseo.

"¡Crowley, despacio!", suplicó Aziraphel entre jadeos, sintiendo cómo el placer se
intensificaba con cada movimiento del
pelirrojo.

Crowley sonrió con picardía, disfrutando del efecto que causaba en su amado ángel.

Con manos expertas, exploró cada rincón de la piel de Aziraphel, avivando las llamas de la lujuria que ardía entre ellos.

El tiempo pareció detenerse mientras se
perdían en el frenesí del momento,
entregados por completo al torbellino de
sensaciones que los envolvía. Cada caricia,
cada beso, era como un susurro del cielo y el infierno entrelazados en un baile prohibido pero irresistiblemente seductor.
Aziraphel se aferraba a Crowley con
desesperación, susurros de placer escapando de sus labios entreabiertos mientras se dejaban llevar.

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Aziraphel estaba en el asiento trasero del taxi con el móvil en la mano, decidido a resolver las cosas con Crowley de una vez por todas. "Una llamada con Crowley y todo este caos terminará", se prometió a sí mismo con determinación.

Marcó el número de Crowley, pero su llamada fue ignorada, ya que el pelirrojo estaba ocupado en otra conversación. Aziraphel, frustrado, apagó el teléfono con un suspiro resignado, aceptando las cosas no se iban a solucionar de esta manera.

Mientras tanto, Crowley se enfrentaba a Metatrón, con una mezcla de desprecio y curiosidad. "¿Qué quieres?", preguntó Crowley, sabiendo que algo no estaba bien.

- Me imagino que ya lo sabes. - Hablo el canoso.

- ¿Saber que? -

- No, es claro que no lo sabes, estarías llorando y oyendo Queen. - Se burló mientras se metía un cigarro a la boca.

-¿Qué quiere maldito anciano? -

- Crowley tengo una propuesta para ti, pero no sé si sea de tu agrado - Habló con un tono... Extraño.

- No aceptaré su plaza.

- No, no quiero que lo hagas.

- ¿Entonces? - Arqueó una ceja el demonds.

- ¿Puedes verme? -

- No, no quiero saber de usted.-

- Es sobre Aziraphel.

Metatrón dejó caer una insinuación enigmática antes de mencionar el nombre de Aziraphel. Crowley, intrigado, se preparó para lo que vendría a continuación, preguntándose qué podía tener que ver Aziraphel en todo esto.

Aziraphel llegó al aeropuerto con la mente llena de pensamientos turbulentos y el corazón latiendo con anticipación. Mientras caminaba por los pasillos llenos de gente, buscó con la mirada los paneles de información que mostraban los vuelos.

Con paso decidido, se dirigió hacia el área de salidas, siguiendo las indicaciones que lo llevarían a su puerta de embarque. El bullicio del aeropuerto lo envolvía mientras se abría paso entre la multitud, su determinación creciendo con cada paso que daba.

Finalmente, llegó a su destino y se detuvo frente al panel electrónico que mostraba los vuelos programados. Escudriñó la pantalla en busca del número de vuelo correspondiente, sintiendo un nudo en el estómago mientras buscaba entre las filas de información.

Cuando finalmente localizó su vuelo, un suspiro de alivio escapó de sus labios. Con un gesto rápido, sacó su boleto de avión y se encaminó hacia la fila de seguridad, listo para comenzar la siguiente etapa de su viaje.

Crowley rugía por las calles de la ciudad, con la música a todo volumen y el viento azotando su cabello rojo mientras se abría paso entre el tráfico. El tiempo apremiaba y cada segundo perdido lo acercaba más al desastre.

Conducía a toda velocidad, sorteando hábilmente los autos que se interponían en su camino, su mente centrada en llegar al aeropuerto a tiempo. El reloj en el tablero del auto marcaba cada segundo que pasaba, y la presión de llegar antes de que fuera demasiado tarde lo impulsaba aún más.

De repente, un estruendo resonó en la distancia, seguido de un destello de luz y humo negro que se elevaba hacia el cielo. Crowley frenó en seco, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba con horror la escena ante él.

Un accidente bloqueaba por completo la carretera, dejando atrapados a los conductores en un mar de caos y confusión. Crowley maldijo entre dientes, sabiendo que cada minuto perdido lo alejaba más de su destino.

Sin embargo, no se dio por vencido. Con determinación feroz, Crowley giró bruscamente el volante y se adentró en las calles laterales, buscando desesperadamente una ruta alternativa que lo llevara al aeropuerto a tiempo.

El tiempo corría en su contra, pero Crowley estaba decidido a llegar, dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Con el pie en el acelerador y el corazón lleno de determinación, se lanzó de nuevo a la carrera contra el reloj, dispuesto a llegar al aeropuerto antes de que fuera demasiado tarde.

Metatrón se acomodaba en su sofá, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios mientras observaba la pantalla de su ordenador. Cada movimiento en el tablero de ajedrez de su plan maestro lo acercaba más a la victoria, y la emoción lo embriagaba.

Desde la comodidad de su hogar, saboreaba el éxito que se avecinaba, como un director de orquesta viendo cómo cada instrumento tocaba su nota perfecta. Cada giro y cada giro de los eventos lo llevaban un paso más cerca de su objetivo final, y la anticipación lo llenaba de un calor satisfactorio.

Con una mirada de complicidad hacia la pantalla, Metatrón se relamía los labios, excitado por el caos que había sembrado y que ahora florecía según lo planeado. Este era su juego, y estaba a punto de alcanzar su clímax más delicioso.

Caprichoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora