La Heredera Baratheon

10. Eddard Stark

¿Alguna vez se pusieron a pensar en la muerte? Dejar de respirar, dejar de pensar, dejar de sentir o ver el mundo.
Mi primer recuerdo de haber sentido la muerte fue a los seis años. Estaba jugando con mis hermanos, no recuerdo muy bien a qué pero si recuerdo que yo corria por todo el castillo. Creo que escapaba de Joffrey, no lo recuerdo bien. Lo importante es que corría muy rápido y no veía por donde iba, nisiquiera paraba en las curvas. Era evidente que eso terminaría mal y así fue, terminó mal cuando no note las escaleras frente a mi y seguí corriendo como si no hubiera escalón. Caí dando tumbos por la larga escaleras de piedra fría, mi frágil cuerpo sentía como cada moretón lo invadía, solo podía ver rojo por mi sangre fluyendo. Los siguientes que recuerdo fue estar en un lugar completamente negro, sin tener conocimiento de nada. Era aterrador y amenazante, no podía moverme, no podía ni voltear los ojos. Pero escuché una voz que me llamaba, era la de mi madre, gritaba mi nombre desgarradoramente y no me quedó más opcion que despertar. Aún me pregunto ¿que era ese lugar negro? Y también ¿Eddard Stark también lo habrá visto?

Esa mañana sentí más frío que otras mañanas. Talvez era un aviso de lo que iba a pasar, o talvez solo era que el invierno se acercaba. Podía ser muchas cosas, pero eso no cambiaba el hecho de que no quería levantarme. Mi cama estaba demasiado cálida como para querer acerlo.

Estaba jugando con el anillo que Bran me había dado, hacia mucho que no hablaba con él luego de que me lo regalo. Cuando estaba cerca de Bran no podía hablar o podía hablar muy poco. Mi forma de duelo siempre me pareció curiosa.

-¿sigues acostada?-la voz de Maryd interrumpió mi descanso.

-si y nisiquiera lo intentes, no me levantaré.

Estaba decidida a quedarme allí todo el día, la semana, el mes y talvez el año con tal de enfrentar el frío o la realidad. Pero Maryd nunca se da por vencida así que comenzó por destaparme y aprovechando que es más grande que yo me levanto de la cama con un tirón.

-mi princesa no puede estar todo el día así.

-¿por qué no? Bran lo hace- respondí mientras Maryd luchoneaba para ponerme un vestido que no fuera el camisón.

-Lord Brandon Stark no lo hace por gusto.

-yo tampoco.

Todo era solo para evitar el frío de Winterfell. Extrañaba la calidez de Kingslanding con sus jardines floreados y suave aroma a limón.

-¿hubo noticias de mi madre?

-no mi princesa, aun nada.

Estos retardos me asustaban, algo me decía que mi madre jamás había recibido la carta o el collar. Si fuera así entonces la cabeza de todos en Winterfell estarían clavadas en estacas sobre la fortaleza roja. Sólo pensar en eso me revolvía el estómago. Sin mencionar las horribles pesadillas que había tenido últimamente, cada noche eran más reales y más aterradoras. Pero en particular la de la noche anterior, esa me aterro más que cualquiera.

Estaba sentada en una plena oscuridad, no había nada a mi alrededor más que negro. No podía moverme, no podía hablar, como mucho respiraba. Pero el miedo se iba apoderando de mi cuerpo poco a poco, el lugar oscuro donde estaba era frío y húmedo. A lo lejos oía gritos, abucheos, festejos. Cada vez se hacían más fuertes, claramente tenía personas cerca mío. Quería gritar para que me ayudarán pero no podía, eso era desesperante. Finalmente escuché como sacaban un espada de su funda...y luego silencio. Un silencio desgarrador que me ponía la piel tiesa. Estuve allí por lo que parecieron horas mientras la desesperación me mataba lentamente. Pero hubiera preferido la desesperación a lo que pasó después. Un débil sonido de lo que parecía algo rodando comenzó a hacerse presente y note como algo se acercaba. Al principio no podía reconocer lo que era, y de hecho no pude hasta que estuve frente a mi. Cuando lo vi por fin pude gritar, grite lo más fuerte que pude. Tanto que pensé que me quedaría sin garganta. La cabeza de Lord Eddard Stark estaba frente a mí. De su cuello cortado salía una cantidad terrible de sangre bordó y sus ojos eran completamente blancos. Antes de que pudiera dar otro grito, desperté.