CAPÍTULO 1: EL INICIO DE LA AVENTURA

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Pov Roy

Sentí una brisa golpear mi rostro, algo que me hizo sonreír enormemente. Me encantaba sentir el aire. De hecho, era lo que más me gustaba sentir desde que me marché de casa. Siempre había sido bastante aprisionado para mi, y ahora me sentía como un pájaro al que acababan de liberar de su jaula y estaba deseando extender sus alas.

Hacía una semana que no hacía más que ver agua, agua y más agua, desde que uno de los barcos me había recogido en el puerto y me había llevado aún más lejos de mi lugar de origen. Pero eso no me importaba, contemplar aquella inmensidad hacía feliz a mi corazón.

Esta era la primera vez que volvía a ver tierra, aunque no era muy exuberante. Era una pequeña isla en medio de la nada que se dedicaba principalmente a la pesca, y tan solo habíamos recogido a un pasajero. Pero desde que habíamos vuelto a zarpar, mis ojos no paraban de estar encima de él, observándolo desde el mástil del barco en el que estaba sentado. Ere chico tenía mi edad aproximada. Vestía con unos shorts verdes y chaqueta del mismo color con detalles rojos, y unas botas altas también verdes, en su espalda descansaba una mochila beige y una caña de pescar. Lo más llamativo era su cabello negro parado en punta.

Miraba a todos con una sonrisa, pero nadie se la devolvió. No era de extrañar. En todo el barco había un gran nivel de hostilidad, por eso había trepado por las redes hasta quedar sentado en uno de los mástiles de la nave. No era de extrañar esto, aquel barco llevaba a los participantes del examen de cazador hasta el próximo puerto, donde deberíamos recorrer el camino hasta la ciudad en la que este examen se llevaría a cabo. Todos querían ser cazadores, y no dudarían en pisotear a quien hiciera falta para cumplir ese sueño.

Por eso me extrañó la sonrisa inocente y amigable de aquel niño, llamando aún más mi atención.

Escuché un graznido de la gaviota que se encontraba a mi lado, pocos segundos antes de que saliera volando de nuevo. Funrcí el ceño inmediatamente. Durante años había estudiado a los pájaros (debo reconocer que nunca puse especial interés a las clases que se impartían en el templo), eran la devoción de mi hogar, así que había aprendido a escuchar sus sonidos y analizar sus vuelos. Y este no indicaba nada bueno.

—Señor, se acerca una tormenta. —dijo aquel mismo chico de cabello verde, dejándome aún más sorprendido. De pronto, también trepó hasta el mástil, quedando de pie a mi lado, justo donde segundos antes había estado la gaviota, olió el aire con parsimonia y volvió a girarse al capitán del barco, quien nos miraba desde la cubierta. —¡Es una tormenta de las gordas, no hay duda!

Eso solo hizo que le mirara aún más sorprendida que antes, y la curiosidad que tanto me caracterizaba solamente aumentaba a medida que más le miraba.
Justo en aquel momento, él se percató de mi presencia a su lado, sorprendido también de encontrarse a un chico de su edad a bordo. Me sonrió, tal como lo hizo con el resto de pasajeros, la diferencia es que yo le devolví la sonrisa.

Se sentó a mi lado, sin borrar la sonrisa en sus labios.
—Hola, soy Gon.

Agradecí que no se percatase de que mi cuerpo se tensase ante sus mirada insistente a que yo me presentase también.
—Roy—me presenté, extendiendo mi mano para saludarlo, él no lo dudó un segundo y la estrechó.

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Gon no se equivocó, ni yo tampoco. Aunque modestias a parte.
Efectivamente, hubo una tormenta de las gordas. El barco no paraba de balancearse de un lado a otro, moviendo marineros y tripulantes como si fuesen marionetas. La mayoría de aquellos pasajeros que acudían a hacer el examen de cazador estaban en el suelo, soltando quejidos de malestar por culpa de la tormenta. Los baños habían sido ocupados completamente por los que primero se encontraron mal, así que el resto había tenido que hacerse con un cubo para echar el vómito. Algunos de los cubos ya habían volcado por el suelo, dejándolo todo cubierto de vomito.
Sorprendentemente, no todos estaban para el arrastre. Gon y yo nos encontrábamos a la perfección, junto con otros dos hombres, uno de los tripulantes y el propio capitán. Y menos mal, sino tendría miedo de no saber quien navegaba aquel barco. El capitán había entrado en la habitación en la que nos encontrábamos, posando sus ojos cansados sobre nosotros. Gon y uno de sus navegantes estaban ayudando a uno de los participantes a encontrarse mejor de aquel mareo. Otro de los que no estaban afectados, un hombre alto y delgado que vestía un traje azul oscuro junto a unas gafas pequeñas y que tenía el cabello oscuro bastante corto, estaba comiendo una manzana, quejándose del gusto ácido de esta. El otro, un chico rubio de ojos grises y túnicas que parecían ser tradicionales de su hogar, estaba tumbado en una hamaca leyendo un libro tranquilamente.

HUNTER X HUNTER (Killua x oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora