Tocarte

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La llegada del viernes habría emocionado mucho a Martin de no ser porque ese día tenía guardia. Cuando se acabó el turno de mañana y se fueron todos a casa, el vasco se arrepintió un poco de haberle cambiado la guardia a Ruslana. No es que tuviera muchos amigos con los que quedar, pero Martin había descubierto en el tiempo que llevaba en la capital un pequeño bar en el que los viernes se hacía noche de open mic y la gente subía a cantar, a hacer monólogos o a leer obras propias de poesía o relato breve. Le gustaba ir a sentirse anónimo y a escuchar a la gente.

La planta se vació rápido cuando llegaron las 3. Muchos familiares pasaban el finde en el hospital, por lo que los pacientes estaban más vigilados y no había que estar tan encima, y los médicos no pasaban a verles hasta el lunes. Solo se quedaba uno de cada planta por si había alguna emergencia. Lo mismo con el personal de enfermería.

A las 4 había una reunión del personal para organizar la guardia en turnos y que así pudieran descansar todos. Martin aprovechó la hora que tenía hasta las 4 para comer algo en la sala de enfermería. Se sobresaltó cuando alguien entró sin llamar:

- ¡Ruslius! ¿Preparada para la mejor noche de tu vida?- Juanjo se paró en seco al ver que en lugar de Ruslana, Martin se encontraba sentado en la mesa comiéndose un sandwich. Se sorprendió a ver a Juanjo. Desde su última conversación en el vestuario el vasco había tratado de evitarle lo máximo posible. En el vestuario algo se apoderó de él y sacó toda su chulería y confianza en sí mismo a relucir, pero no estaba seguro de poder volver a hacerlo. El maño parecía igual de sorprendido de verle allí- ¿No te has ido a casa aún?

- Me quedo yo hoy...

- ¿No está Ruslana de guardia?

- Se la he cambiado. Tenía un finde romántico planeado con su chico. Era su aniversario o algo así...

- Vaya cerda... y yo que había planeado una cita romántica para nuestra guardia.- Juanjo soltó burlón.

 - Vas a tener que tenerla conmigo...- Otra vez estaba ahí esa vena chulesca que aparecía solo cuando el maño estaba cerca. Juanjo soltó una carcajada en respuesta.

- Ya te gustaría, chaval.

- Va a ser verdad eso de que eras hetero...- Juanjo levantó una ceja, sin entender el comentario.- Te ha faltado llamarme "bro".- Juanjo soltó otra carcajada y el vasco se sintió orgulloso de haberle hecho reír. Estaba cogiéndole el gustillo a esto de no estar todo el día peleándose.

- Es que soy hetero.- El maño le miraba muy fijamente, sonriendo divertido.

- Claro que sí, doctor Bona.- se burló el menor.- lo que tú quieras decirte a tí mismo.- Hizo una breve pausa pero al ver que el mayor no contestaba decidió cambiar de tema- ¿Has comido ya?- Juanjo asintió.

- Suelo comer antes de que se vaya todo el mundo, por si luego la guardia es muy movida y no me da tiempo. Pero tranquilo, no me olvido de nuestra cita... luego cenamos juntos.- Juanjo lo decía de coña pero Martin no pudo evitar imaginárselo. Se puso rojo.- Bueno, me voy a ir al laboratorio que le he pedido unos análisis a la de la 24 y quiero ver qué ha salido.- Martin puso cara de indignación

- Se llama Mariana- Juanjo rodó los ojos.

- Saberme su nombre no va a hacer que se cure más rápido.

Martin iba a contestar, pero el maño ya había salido escopetado de la habitación. Ahí estaba de nuevo esa parte de Juanjo prepotente e insoportable con la que no le gustaba tener que compartir aire.

A eso de las cuatro menos diez se bajó a la sala de reuniones donde vio que había un grupo de doce médicos y doce enfermeros. Reconoció a un par de ellos por las historietas que le contaban de vez en cuando Ruslana y Chiara. Enseguida se fijó en que el doctor Bona charlaba animadamente con casi todos. Repartía guiños y sonrisas como si le pagaran por ello y a más de una parecía que fuera a darle un infarto en cualquier momento. Además que Juanjo no escatimaba en muestras de cariño. Su mirada se paró en Martin, que, por la mueca burlesca que puso Juanjo, debía estar mirándole con cara de haber chupado un limón agrio. Martin vio como se separaba del grupo de chicas para acercarse a él. Se colocó a su lado de pie, hombro con hombro. Alguien había tomado la palabra para empezar a repartir turnos, ambos fijaron la vista en él. Juanjo se inclinó hacia el oído de Martin y habló en voz baja:

200 latidos por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora