Párteme la cara

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El lunes siguiente trajo una planta casi renovada de pacientes. Juanjo había dado a la mayoría de alta y Martin agradeció ver que no habían vuelto a ponerles más pacientes en común. Solo tenían a Carmen y al chico al que habían ingresado por una hepatitis y ahora estaba allí intentando sobrevivir a un síndrome de abstinencia muy importante. Le dio pena porque realmente había disfrutado de ver trabajar a Juanjo de cerca. No podía decir que compartía su método, que, a ojos de Martin, era demasiado despegado de sus pacientes, pero Juanjo era amante del orden y del protocolo. Hacía las cosas bien y por eso le salían bien las cosas. Era realmente tranquilizador saber que estabas trabajando con alguien así. Sin embargo, Martin sabía que esa semana iba a ser mejor compartir el mínimo tiempo posible con el maño que llevaba rondándole la cabeza desde que se separaron el sábado por la mañana. Llevaba todo el fin de semana torturándose con su última interacción.

Al salir de la reunión Juanjo se dirigió al ascensor y Martin iba en dirección a las escaleras. El maño le paró:

- Vas a la calle?

- Me vuelvo en metro.

- He traído coche. Te acerco a casa.- El maño le sujetaba la puerta del ascensor y a Martin la pareció imposible la idea de meterse en un espacio tan pequeño con Juanjo. Y luego en su coche. Aún le atormentaba la imagen del mayor relamiéndose los restos de su semen de los dedos con esa sonrisa infernal. Se había repetido en bucle desde que se habían separado y había inundado sus sueños el poco rato que había conseguido dormir.

- Es que me gusta el metro.- Soltó sin pensar.

- ¿Te gusta el metro?

- Sí... Soy así de... bohemio.

Estaban ya a lunes y aún no se podía creer que se hubiera descrito a sí mismo como bohemio. Juanjo podría haberse metido con él todo lo que hubiera querido y más pero parece que el cansancio le había podido porque se limitó a soltar una carcajada y desearle un buen finde. Pero no había sido un buen finde. El sábado se dedicó a arrepentirse de haber dormido 3 horas mientras luchaba por no quedarse dormido en su casa, ya que si no no iba a dormir nada esa noche y se le iban a descuadrar del todo los horarios de sueño. El domingo lo usó para ir al rastro con una amiga que estaba de visita en Madrid. El lunes definitivamente había llegado demasiado rápido.

Se pasó casi toda la mañana conociendo a sus pacientes nuevos y hablando con Violeta y con Álvaro sobre los pasos a seguir con ellos. A las 12 Rus y Chiara le arrastraron a la sala de enfermería para tomarse su café de media mañana, que ya se había vuelto una especie de rutina entre ellos.

- ¿Qué tal la guardia del viernes, Marts? ¿Te hice mucha putada con el cambio?- Martin luchó con todas sus fuerzas por no ponerse rojo al contestar. Y tanto que le había hecho una gran putada. Una putada a la que llevaba toda la mañana evitando.

- No... Estuvo bien.- Pensó que, cuantos menos detalles, menos riesgo de cagarla.

- Estaba bueno el sushi, ¿verdad?- Martin se removió incómodo.

- ¿Cómo sabes qué..?

- Siempre que me toca con Juanjo trae sushi. ¿Qué tal con él? ¿Se portó?- La secuencia de imágenes que recorrió en ese momento la mente de Martin a toda velocidad le impidió pensar una respuesta coherente para esa pregunta.

- ¿Qué tal tu finde romántico?- Fue la única salida que encontró

- Vamos, que os liasteis.- La pelirroja dibujó una sonrisa, segura de que, si el vasco intentaba esquivar el tema, es porque había dado en el clavo. A Martin se le abrieron mucho los ojos. Chiara seguía la conversación como si fuera un partido de tenis.

200 latidos por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora