Nunca estoy

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El efecto del orgasmo sobre el cuerpo humano es una de las clases en las que Martin prestó más atención durante la carrera. Ahora mismo debía ser algo así como un saco de endorfinas, serotonina, adrenalina y un par más de hormonas que están estimulando todos los receptores de su cuerpo para hacerle completamente adicto a esa sensación y a él.

Puede ver eso mismo en Juanjo, que recupera la respiración tumbado a su lado. Pero Martin sabe que es cuestión de tiempo que esas hormonas se vacíen del torrente sanguíneo y que empiecen a pesar otras cosas.

- ¿Qué tal?- Juanjo clava su mirada en él, descolocado como siempre ante la que parece ser la pregunta favorita del menor.

- ¿No te ha quedado claro?

- Me gusta que la gente use sus palabras.- Sabe que al maño le cuesta hacerlo, por lo que agradece aún más que le de lo que pide.

- Bien. Muy bien.- Le dedicó una sonrisa a Martin que le hizo saber que lo decía de corazón, o, por lo menos, todo lo de corazón que le permitían la cantidad ingente de hormonas que le debían estar nublando el pensamiento en ese momento.- ¿Tú?

- En una nube. Me voy a duchar, ¿vale?

- ¿Te importa que me fume un piti?

- Claro que no. Salte al balcón.

Cuando Martin salió de la ducha Juanjo estaba en la terraza en calzoncillos y camiseta. El vasco se dio una palmadita mental, admirando al hombre que acababa de estar gimiendo su nombre hacía pocos minutos. El maño le dio el relevo para meterse en la ducha, con el permiso del menor y Martin aprovechó para cambiar las sábanas. La nubecita de endorfinas parecía empezar a disiparse y a Martin se le cerraban los ojos esperando al mayor, sentado en su cama. Juanjo apareció con una camiseta y ropa interior de Martin. Parecía incómodo.

- Te pasa algo.- Lo del vasco no fue una pregunta.

- No soy muy de quedarme a dormir.- Agradeció que no le mintiera. La nubecita de endorfinas era, en ese momento, un recuerdo lejano del pasado.

- No creo que estés en condiciones de coger el coche.

- No. No lo estoy.

- Puedo dormir en el salón.

- No digas tonterías, Martin. Son cosas mías. Es solo que... Pues eso. Me has preguntado qué me pasaba.

- Gracias por contármelo. ¿Qué puedo hacer?

- Nada. Simplemente... Yo que sé, me he puesto nervioso. Estoy fumado aún, no me lo tengas en cuenta.- Le sonrió y se acercó a la cama, sobre la que Martin estaba sentado. Martin le sonrió de vuelta. Se metió entre las sábanas y le indicó al maño que se metiera con él.

Juanjo miraba la cama como si fuera la entrada a su peor pesadilla, pero Martin vio que suavizaba la mirada cuando hicieron contacto visual. Juanjo se metió en la cama. Se tumbó boca arriba mirando al techo y Martin se giró para mirarle. Se quedó más rato del que debería admirando el perfil de la nariz y las largas pestañas de su acompañante, hasta que Juanjo por fin le devolvió la mirada. Quería decirle un montón de cosas pero tenía la mente demasiado ajetreada como para decir algo con sentido

- Me gustas.- Se arrepintió al segundo. Hasta un chaval de secundaria habría sido capaz de decir algo más adulto que eso, pero Martin llevaba, desde que había conocido a Juanjo, incapaz de sentirse como algo más que un adolescente descubriendo su sexualidad por primera vez. Se arrepintió aún más cuando vio la expresión de Juanjo, que abrió mucho los ojos.

- Ah...

- Sí, "Ah"... No tienes que decir nada. Solo quería que lo supieras.- Lo decía de verdad. Martin no quería una contestación.- He sido un poco egoísta, la verdad, ahora te he pasado el muerto a ti de ver qué haces con mis sentimientos.- Juanjo era incapaz de mantenerle la mirada, y volvió a mirar al techo- Buenas noches, Juanjo.- Le dijo para zanjar la conversación. Se dio la vuelta para mirar hacia el otro lado

200 latidos por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora