Al menos una disculpa

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Necesitaba una fiesta para levantarme el ánimo.

Juanjo había decidido organizar una el fin de semana por el final de su Erasmus.

Rus y yo fuimos invitadas por Martin, quien iba a celebrar la fiesta en su casa de campo.

Estábamos deseando que llegara el fin de semana para emborracharnos bien.

"¿Crees que debería invitar a Omar?" me preguntó Rus mientras charlábamos.

"No sé, ¿le gustan las fiestas?", respondí.

"Bueno, podría quedarse dormido a mitad de la noche", dijo ella.

Después de unos segundos, añadió: "¿Y tú con Miss Florecita?"

"Espero con toda mi alma que no venga", respondí honestamente. No quería verla.

...

Para nuestra alegría, el sábado llegó en un abrir y cerrar de ojos.

Decidí ponerme un vestido negro un poco escotado y dejé mi cabello suelto.

Rus y yo llegamos a la fiesta alrededor de las once, en la habitación había unas cuarenta personas, algunos amigos de Martin, algunos compañeros de la universidad y otros desconocidos.

Fuimos a entregarle a Juanjo nuestro regalo de despedida.

"Una botella de limoncello en forma de pene", dijo Juanjo, mostrándoselo a Martin.

Los dos se miraron con complicidad y estallaron en risas.

"¡Fue idea de Ruslana!", me excusé.

Luego nos servimos unas copas y, animadas, empezamos a bailar.

El mood de la noche era: sin preocupaciones y sin paranoias.

Estaba allí para divertirme y olvidar, al menos por un rato, todo lo negativo.

Desde el principio noté a una chica sentada en un sofá, y mientras bailába, no dejábamos de lanzarnos miradas.

"La rubia te está mirando desde hace una hora y media", me dijo Rus, señalándola. "¡It's timeeeee!", gritó, moviendo la lengua de manera ambigua.

Volvi a cruzar miradas con la chica, esta vez la sostuve por unos segundos, y ella hizo lo mismo.

Pero luego mis ojos fueron atraídos por otra cosa.

Violeta se había presentado a la fiesta.

Llevaba un vestido semi trasparente y ajustado, que mostraba descaradamente sus formas.

Nos vimos mutuamente, pero traté de no darle importancia.

Seguí bebiendo y bailando, no dejaría que me arruinara ese momento.

Poco después, intenté buscar de nuevo los ojos de la chica rubia, pero ya no estaban allí, el sofá estaba ocupado por otras dos personas, Violeta y un chico.

Los dos parecían estar jugando a provocarse.

De repente, la música empezó a retumbar en mis oídos, un ataque de celos me apretó el estómago.

Tuve que salir a tomar un poco de aire para reponerme.

Al salir por la puerta, respiré profundamente, aire fresco.

¿Por qué me sentía así?

Busqué un lugar apartado y me senté en el suelo, apoyada en una pared.

Cerré los ojos y durante unos minutos, disfruté de la paz. Me hubiera gustado que la oscuridad me envolviera por un tiempo.

"¿No tienes frío?", me preguntó una voz un poco distante.

Miré hacia donde venía el sonido, pero no respondí.

La figura se acercó y se sentó a mi lado, levantó la vista para mirar las estrellas en silencio.

Luego encendió un cigarrillo y empezó a fumar.

"Lo siento", dijo, interrumpiendo la calma.

No respondí.

"Te juro que no es culpa mía", añadió.

Silencio.

"Estoy pasando por un mal momento, tengo la costumbre de aislarme de todo. No quería hacerte daño..." dijo.

Esperé unos minutos, luego decidida, le respondí.

"No te preocupes, Violeta, tranquila. No necesito explicaciones", dije.

Permanecimos en silencio, aunque ambas teníamos mucho que decir en realidad.

Por instinto me levanté, y la dejé allí fumándose su cigarrillo apoyada en la pared.

En el fondo, sentía compasión por ella, sabía lo que era sentirse mal y encerrarse en uno mismo, pero por otro lado, sentía que esas explicaciones llegaban demasiado tarde.

Al menos una disculpa, un "estoy pasando por un mal momento, hablamos en veinte días" antes de ese momento no habría costado nada.

Regresé a la casa, desmoralizada y confundida, empecé a beber excesivamente.

El alcohol hizo efecto rápidamente.

Bailé con Ruslana, luego con Martin, Juanjo, personas aleatorias.

Bailé sola, libre, despreocupada.

De repente, era como si ya no hubiera problemas, solo música y luces de colores.

Por pura casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora