La bola, la trola, el embuste

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En la plena oscuridad escuché mi nombre,
Era voz espectral y no de hombre.
Pudome despertar ligera,
Y en plena madrugada, bajé de aquella litera.

Era similar a la voz de mujer.
Me infundía paz, miedo y placer;
No decía nada malo, a mi parecer,
Solo quería que, me olvidase de él.

He visto lo que haces, fatua cría,
Estás rompiendo el pacto de aquel día;
Cuando me juraste, que no llorarías,
Y ahora estás aquí, estúpida, cuál niña.

«No puedo exorcizarme de su amor,
No lo controlo;
Estoy deseando, pero con fervor...
Tenerlo, ¡lo adoro!»

«No es Dios, ¿que no lo entiendes? ¡Es humano!
Olvida lo que junto a él haya soñado...
Olvida sus besos, sus abrazos, te haces daño,
Olvídalo, o terminarás vendiendo tu alma al diablo.»

Eso hablaba con tétrica voz,
La Dama Escarlata de la que les narro.
Su rostro estaba en semblante de luto,
Bañada en sangre, en absoluto.

Al ver esto; no pude gritar,
Solo, en maldito llanto terminar:
«Lo quiero en mi vida, ¡compréndelo ya!
Vendería mi alma, porque él vuelva»

«Lo has pronunciado,
Te has condenado;
Vendiste tu alma,
Por un amor refalsado.

¿Quieres la bola, la trola, el embuste?
¿Vivir llorando? Pues, espero te guste.»

Dama EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora