Eres un chico que finge tenerle miedo al compromiso, solo hasta que la persona de la que estas enamorado se decida a tener algo serio contigo.
Pero... ¿Cuánto más vas a esperar?
¿Qué tienes que hacer para que él se decida de una vez?
¿Qué tiene que...
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-¿Crees que sea buena idea? -preguntó el de cabello pálido.
-Tranquilo, ese pato no se puede esconder por siempre -dijo mientras buscaba abajo de la cama.
Quackity había decidido esconderse después de que terminaron de desayunar, sabía que después del desayuno, Luzu lavaría los trastes y después saldrían de la pirámide para dirigirse a la casa de Rubius, donde se quedaría toda la tarde, antes de que el Sol comience a esconderse, sabía que en cuanto dejara solos a Luzu y a Willy, ellos se irían a hacer sabrán los dioses que cosas y él estaría escuchando las locuras del hibrido de oso.
Se había ocultado en un montón de ropa que solía dejar tirada en un rincón de su habitación. Sabía que Luzu no buscaría ahí, estaba acostumbrado al desorden del mexicano.
-¡Te encontré! -dijo con una gran sonrisa.
»¡Puta madre!«
El pato comenzó a soltar varios graznidos escandalosos, pero Luzu se aferraba a no soltarlo.
-¿Estas seguro? Yo creo que no quiere ir con Rubius -se cruzó de brazos- Parece que lo dejó traumado.
-Es muy quisquilloso, solo es eso -abrió la puerta de la pirámide- Vamonos, recuerda que tú y yo tenemos otros planes y no podemos quedarnos con el pato.
-Podriamos tener una mascota -se encogió de hombros.
-No -soltó una risita- Puedes pedirme el animal que quieras y te lo daré pero no este pato, este ya le pertenece a Quackity y Rubius.
-Si Quackity está de viaje.... ¿Por qué Rubius no se fue con él? -preguntó curioso.
-No lo sé -desvió la mirada- No quiero involucrarme mucho con esos dos.
-Los dos son muy tóxicos -comentó.
-Dejemos de hablar de Rubius y Quackity, habíamos acordado no volver a hablar de ellos... -dijo serio.
-Si, pero en ese entonces... Quackity te había sacado de su vida -se cruzó de brazos.
-Solo estoy cuidando a sus mascotas -puso los ojos en blanco.
-Sigues haciendo lo que él te pide.
-No me cuesta nada hacerlo, es un favor, somos amigos -respondió el de mirada carmín.
-Luzu... -habló con una voz seria.
El castaño detuvo su caminar y miró atento al chico de cabello pálido.
-¿Que ocurre? -preguntó extrañado.
-Cuando el niño regrese, no quiero que todo sea como antes, que vayas detrás de él como cachorrito emocionado -se acercó al castaño- No quiero que me dejes botado como un pedazo de basura.
