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𐑺
La casa de Luis estaba en completo silencio a excepción del cuarto de este, donde se escuchaban ruidos incoherentes, como jadeos que provenían de Luis.
Estaban en una situación un tanto comprometedora, con la habitación completamente oscura mientras ambos se encontraban sentados en el piso recargando sus espaldas en la cama de Luis, besándose, lentamente mientras disfrutaban el momento, no era la primera vez que lo hacían.
Miguel estaba inclinado hacía la izquierda, donde estaba Luis, para más comodidad mientras se besaban y movía su mano derecha sobre el miembro de Luis por encima de su pantalón.
Quería probar algo nuevo y obtuvo el permiso de Luis, así que, ¿por qué no?
Una vez sintió la erección más grande se apresuró a desabrochar su pantalón y sacar su pene, no se fijó mucho ya que Luis le estaba rogando por seguir con los besos, y eso hizo.
Volvió a besar a Luis, moviendo sus labios lentamente sobre los de él, metiendo su lengua y saboreando. Al mismo tiempo que comenzó a mover su mano de arriba a abajo, a una velocidad media, ni muy lento ni muy rápido, solo hasta que sintió como Papu comenzaba a soltar jadeos más desesperados fue cuando subió la velocidad.
Luis echó su cabeza hacía atrás, recargándola en el colchón, mordiendo su labio para no soltar ningún otro ruido, a pesar de su situación, le daba vergüenza que Miguel lo escuchara.
Luis sentado con las piernas un poco dobladas, su cabeza echada hacía atrás con un poco de sudor, sus ojos cerrados, mordía sus labios de donde de vez en cuando salían jadeos y quejidos; sus manos a los lados en puños, apretando con fuerza mientras se retorcía del placer. Que buena vista tenía Miguel.
Sus movimientos no paraban, aumentaba y bajaba la velocidad para jugar un poco con Luis, inevitablemente, él también tenía una erección ahora.
—E-espera, Miguel...
Hizo caso omiso y siguió, esta vez aumentó su velocidad más, Luis dejó escapar un gemido mientras pasaba una de sus manos a la muñeca de Miguel, deteniéndolo. En ese momento fue cuando terminó, dejando salir todo su líquido sobre la mano de Miguel, que era bastante.
Una vez terminó completamente ambos intercambiaron miradas, Luis completamente rojo con su pecho bajando y subiendo sin control, y Miguel, igual, con un problema en sus pantalones.
—Que nadie se entere, esto es de geizzz y yo no lo soy.
Luis rio con ironía porque lo que acababan de hacer contradecía todas sus palabras, pero lo ignoro y siguieron con lo suyo, ahora ayudando a Miguel.
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