CAPÍTULO 25. EL ESCAPE

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25Mientras Jean intentaba infiltrarse entre los hombres de Charlie Nielsen para obtener información de Storibio. Amalia ideaba una estrategia para rescatar a su familia,  negociar la liberación de sus hijos y su madre a la cual ya no volvió a ver después de que los dejó en aquel calabozo, pues no le permitieron el más paso a verlos.
—Rudolf, estoy en tus manos, y es solo a mi a quien quieres, estamos casados. Ahora deja ir a mi madre y a mis hijos.
—¿Crees que estás en posición de darme órdenes? ellos se quedarán donde están.
—Sacarlos de ahí, déjalos en una habitación más reconfortante, Patrick está enfermo, por favor, haré lo que me pides, pero sacarlos de esas celdas.
Pidió, fingiendo sumisión.
—Luego de la ceremonia de posición y yo, sea declarado jefe de jefes y dueño de todo esto, tu madre será puesta en una habitación.
Amalia sintió un frío recorrer su cuerpo, sabía que en el momento en que eso pasará, no los volvería a ver.
Salió de la oficina de Rudolf y fue a su habitación, caminó de un lado a otro como un león enjaulado. Entonces empezó  secretamente a informarse de todo lo que podía utilizar en contra de Rudolf.
Una de las empleadas llevó una bandeja con alimentos  a la habitación, sus ojera eran  marcadas por la falta de sueño y pensar en quién podía confiar para sacar a su madre del calabozo.
—Señora, aquí está su orden,
—Yo no pedí nada Astrid, pero déjalo ahí en la mesa por favor.
Astrid se acercó a ella y pidió con una sutil insistencia tomar lo que había..
—Es mejor que lo haga en mi presencia señora.
Amalia la miró fijamente con un semblante serio.
—Te ordené que lo dejes ahí Astrid.
—Discúlpeme señora, pero necesito que vea si le gusta lo que traje, y yo poder llevar la confirmación de que le gustó.
—Pues dile a no sé quién  que me importa muy poco lo que piense .
—Por favor, necesito que pruebe lo que le traje, y me diga. —pronunció por lo bajo.
Astrid le hizo señas y Amalia por fin entendió, se acercó al la bandeja de alimentos y empezó a comer muy despacio, vio el pequeño sobre y lo tomo discretamente.
Comió y bebió un poco más del desayuno, después  fue al baño  abrió el sobre y leyó el contenido.
"Puede confiar en mí soy su aliada, estoy aquí para ayudarla en lo que necesite."
Salió del baño la miró fijamente con mirada de interrogatorio.
—¿Y por qué que tengo que creer esto? —preguntó después de cierto tiempo.
Astrid recogió los platos y en susurros respondió
—Servir al jefe es mi pago por salvar mi vida, le debo lealtad, así que soy su servidor.
—¿Qué jefe? Mi padre murió.
—Aquí usted es nuestra jefe señora, usted es la hija del señor Emilio, Rudolf lo anunció en una reunión y en las próximas horas será la posesión del nuevo jefe de la organización y es usted quién tiene que tomar ese lugar, no él.
—Necesito saber más.
—Venga conmigo, le mostraré algo, aquí dentro hay mucha gente que espera por sus órdenes.
—¿Y por qué tengo que confirmar en ti,, si por hacerlo estoy en tantos líos.
—¿Ni en su padre confiaría?
—Pero el no está, y no puedo decir si confío en el o no.
—Le mostraré que soy leal a usted señora, y que le ayudaré a sacar  de aqui a sus hijos y a su madre.
Amalia dudo por un momento, pero ya no le quedaba de otra, una vez más confiar en una desconocida. Caminó junto a  Astrid cuidadosamente y sin se vistas bajaron al sótano, cruzaron pasillos y llegaron a una habitación doble.
—¿Una oficina secreta? ¿De quien es esto?
—Su padre dejó aquí toda la información sobre ustedes, y toda la información que usted necesita, nombre de personas que el dejo a sus órdenes, todo está a su nombre, usted es la heredera universal del señor Emilio Carrissi. —explicó Astrid mostrando documentos y fotografías.
—Mi padre ¿él sabía de nosotros, y nunca pudo ayudar a mi hermano.?
—Solo quería tenerlos lejos de este mundo, no quería ponerlos en riesgo. Y le confío todo a Rudolf con respecto a la enfermedad del joven, el tenía que encargarse de facilitar todo por medio de fundación y nunca lo hizo y el jefe se enteró de eso.
—Por eso sabía de nosotros, lo planeado muy bien.
—Así es, el jefe lo descubrió y por eso ordenó su muerte.

—Pero yo firme unos documentos para que me devuelvan a mis hijos y a mi madre.
—Son falsos. Tenemos que sacar de aquí a su familia antes de la posesión de Rudolf.
—¿Y crees que por esto voy a confiar en ti ?
—No tiene otra opción jefa, no le voy a fallar señora, pero por ahora no le puedo decir más. Debemos volver antes de que se den cuenta, por que así como hay gente dispuesta da protegerla, hay otras muy leales a Rudolf. —sugirió Astrid. Y regresaremos a la habitación.
Amalia se sentía en una encrucijada.
Esa noche pondría en marcha su plan con la ayuda de Astrid.
Astrid cogió una botella de vino y dos copas, bajó a los calabozos y vio al guardia sentado en una mesa entretenido en su teléfono, caminó muy seductoramente y se acercó a él, dejando la botella y las copas frente a él.
El hombre la miró y sonrió.
—¿Vienes hacerme compañía?
—¿Acaso ves a alguien más aquí, que no sean estos dos desdichados? Claro que vengo por ti.
—No puedo dejar este lugar.
—No te estoy pidiendo que lo dejes.
—Entonces, vamos a correr estás persianas y ellos no nos verán.
Cerraron las cortinas y empezaron a beber Astrid servía las copas y beber las al igual que el guardia.
—Estoy muy mareada, ¿Será que puedo quedarme aquí contigo?
—Pues claro que sí. —respondió ayudándola a llegar a su pequeña cama.
—Ven acuéstate conmigo. —pidió arrastrando las palabras, y quitando su blusa. Y casi ordenó .
—Cierra bien. —pidió y en el momento en que el hombre dio la espalda, Astrid puso el contenido en la copa del hombre y ella bebió de la suya.
—Ya no bebas más. —ordenó el hombre.
—Es la última, bebé  de la tuya por qué si no lo haces lo haré yo. —sugirió, intentando beber y el hombre terminó  bebiendo todo el contenido de la botella.
Astrid fingió dormir profundamente mientras el hombre sentía un sueño muy intenso.
Intentó besar a Astrid cayendo a un lado de la cama.
Astrid se pudo de pie y sigilosamente quitó las llaves y caminó hasta el calabozo, abrió la puerta, Patrick y su madre fueron llevados por otros dos hombres de confianza de Astrid.
Astrid volvió a la habitación dejó las llaves en su lugar, quitó la ropa del hombre y luego la suya, se acostó a su lado y fingió estar dormida y abrazada a él.
A la mañana siguiente, el guardia despertó, sintió un fuerte dolor de cabeza al igual que una pierna y unos brazos sobre el. Levantó la mirada y vio a Astrid profundamente dormida y casi desnuda a su lado, se miró y también estaba en ropa interior, sonrió y besó su cabeza volvió a cerrar los ojos.
—¿Qué carajos pasó aquí?  —una voz fuerte y arrogante los despertó, Astrid abrió los ojos fingiendo desorientación y el guardia de un salto estuvo de pie.
—Señor, nos quedamos dormidos, no volverá a pasar.
—¿Dónde están los prisioneros?
Esa pregunta dejo en shock al guardia.
—Señor, no lo entiendo. —respondió recibiendo un puñetazo de Rudolf.
—Busque lo u traigan los rápido.
Todos salieron en busca de quién pudo ayudar a Amalia.
Mientras Astrid ayudaba a escapar a la madre de Amalia y su hermano. Amalia aprovechó el momento en que las nanas durmieron para sacar a sus bebés. Caminó con ellos por los pasillos en compañía del hombre que los llevaría junto a Patrick y a Delia.
—Te estoy confiando mi vida entera, que son  mis hijos, por favor, llévalos a un lugar seguro. —pidió Amalia suplicante al hombre.
—Mi lealtad es con usted señora, y con mi vida cuidaré  a su familia.
Amalia se despidió de sus hijos con la esperanza de pronto verlos y estar juntos nuevamente. Vio alejarse al hombre y volvió a la habitación.
Mientras el hombre caminaba con los bebés, Delia y Patrick caminabas sintiendo temor de lo que pudiera pasar.
Caminaron por un camino escombros y llegaron a la carretera cuando un auto paro frente a ellos.
—Suban rápido, no pierdan tiempo. —ordenó el hombre que los llevó.
Delia y Patrick subieron al auto, y fueron seguidos por otro.
El trayecto fue largo y silencioso, Delia miraba el paisaje cruzar frente a ella, sentía temor, temor de no volver a ver a Amalia y de no conocer sus nietos.
Tres horas después casí amaneciendo llegaron a una pequeña cabaña muy alejada en el bosque.
—Señor, por favor, no nos haga daño, nosotros no sabemos por qué pasa todo esto.
—Usted si lo sabe señora, el jefe envío por usted.
En ese momento el otro auto llegó y  salió un hombre que luego sacó a lo bebés en brazos.
Delia los miró embelesada sintiendo un estrujón en su corazón.
—¡Mis nietos.!  —pensó y corrió hasta ellos.
—¿Son mis nietos?
—Si señora, ahora usted se hará cargo de ellos aquí en esta cabaña.
—Mi hija ¿Dónde está mi hija?
—Ella no pudo venir, enfrentará a ese tirano, ahora ustedes están fuera de su alcance, pero ella no está sola.
Delia sintió morir de angustia al escuchar que su hija aún seguía en manos de Rudolf.
—No, eso no puede ser, ese hombre matará a mi hija. Tengo que volver. —dijo alejándose y fue detenida.
—Madre, si ella pudo sacarnos a nosotros de esa prisión, ella saldrá bien liberada también. Tenemos que cuidar de mis sobrinos, ellos nos necesitan, nosotros allá atamos a mi hermana. Amalia se siente libre de nosotros. Podrá librarse ella también de ese desgraciado.
Delia sintió doler su corazón, había huido de la vida de Emilio cuando se enteró de los negocios que tenía, se mantuvo en el anonimato para proteger a sus hijos y aún así no fue suficiente, Emilio siempre supo donde estaban y eso le abrió camino a la mente ambiciosa de Rudolf  para lograr sus propósitos.
—Está bien, voy hacer lo que hace años hice, nuevamente huir para proteger a mis hijos, ahora huiremos para proteger a mis nietos de ese desgraciado que chantajea a mi hija con nosotros.
Delia cogió a los bebés, les hizo cariños con lágrimas en los ojos, jamás se imaginó que su hija estaría en esta situación y ahora enfrentado sola a Rudolf.

¿Cuál es el padre de mis hijos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora