CAPÍTULO 23. EN LAS MANOS DEL TIRANDO

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23Rudolf acompañó a Amalia a ir por los pequeños, en el trayecto, ella ideó todo tipo de argumentos para llevárselos y no poner en peligro a Enza, Alma y Aurora.
—No pienses tanto Amalia. Si te portas bien, todo será mucha más fácil. Piensa que en la anciana y la hermanita y sus hijas.
—Me llevaré a mis hijos, pero a ellas déjalas tranquilas por favor, Laura está s punto de tener a su bebé, no tienen donde ir.
—Me interesas solo tú, y de ti depende de que ellas no sospechen nada, para que no les pase nada. —respondió cogiendo su barbilla, acto que le causó repulsión a Amalia que de un manazo quitó la mano de Rudolf de su rostro.
—No vuelvas a tocarme nunca más en tu vida. —Rudolf se carcajeo sarcástica mente.
Llegaron a la residencia donde Amalia compartía con Enza, Aurora y Alma, sintió estrujar su corazón solo de pensar en tener que alejarse de ellas nuevamente. Miró con nostalgia su casa donde creyó viviría tranquila por mucho tiempo. Miró con desprecio a Rudolf, limpio sus lágrimas y bajó del auto seguida por él.
—Te puedes quedar aquí, no hace falta que me acompañes desgraciado.
—Insultarme todo lo que quiera, que el sabor de la victoria no me deja saborear tu amargura.
—¡Imbécil!
Amalia entró a la casa y vio a Enza jugar con los pequeños, esa escena le dolió en el alma.
—Hija, que bueno que saliste temprano. —habló la anciana mirando sus ojos algo rojos .
—Abuela, salí temprano por qué tengo un viaje de trabajo.
—¿Dónde irás hija? O mejor dicho ¿Dónde iremos esta vez?
—No abuela, tú no puedes ir conmigo esta vez, Laura te necesita y está en las últimas semanas no puedes dejarla  sola, ella no tiene a Nadia más que a ti en estos momentos.
—¿Y los bebés?
—Me los llevaré abuela, así estarás al cien por ciento para Laura. Y por favor, llama a Frank, el tiene que estar aquí para cuidarlas. —respondió Amalia abrazándose a Enza.
—Peto hija, ella no quiere. No pudo ir en contra de su voluntad.
—Por favor abuela, es lo mejor, llámalo.
—No entiendo qué pasa hija.
—Abuela. Te voy a extrañar mucho.
—Y yo a ti hija mía. Anda ve y has lo que tengas que hacer que yo te estaré esperando.
—Gracias abuela, las quiero mucho, mucho. No lo olvides nunca.
Amalia preparó las cosas del los bebés y salió de la casa sintiendo el alma destrozada, ahora estaba en manos de un hombre capaz de todo por obtener el poder.
Subió al auto seguida por Rudolf y salieron del lugar para dirigirse a la fortaleza Carrissi.
—Bien vamos con el juez a casarnos ya.
—¿Ya? —preguntó confusa Amalia.
—Si Amalia, es ya, o te olvidas de quienes dependen de ti, no solo es tu madre y hermano enfermo, ahora tienen vigilancia está anciana y a la niña.
Amalia miró aterrada a Rudolf ¿Cómo era posible estar en sus manos así tan fácil? Cerró los ojos y respiró profundamente.
—Está bien, será como digas, pero por favor, no les hagas daño.
Rudolf sonrió y la miró, manejó y llegó a la agencia matrimonial donde ya tenía todo listo para celebrar la boda.
Amalia caminó como un zombi por las pasillos de la agencia, llegaron a la oficina y fueron recibidos sin perdidas de tiempo.
—Señor Storibio, lo estábamos esperando.
—Aquí estamos mi mujer y yo. De inicio con la boda ya señor juez.
El juez empezó con las palabras y Amalia lo interrumpió.
—Por favor, dígame dónde tengo que firmar. Quero irme a casa lo más pronto, mis hijos están cansados.
El juez miró a Rudolf y luego a Amalia, haciendo caso a la petición de ella
Amalia firmó el acta de matrimonio y salió del la oficina del registro y fue al auto con sus pequeños. Sus lágrimas rodaban por su rostro, ahora estaba casada con Rudolf Storibio en cuestión de minutos.
—Jean, te odio, por qué me hiciste esto, por qué no fuiste serio con tus sentimientos por mi. ¿Acaso no te imputaron tus hijos? — lamentó en su interior.
Rudolf llegó al auto subió, la miró y sonrió, encendió el auto y condujo a la fortaleza Carrissi.
El trayecto fue en completo silencio, Amalia miró pasar el paisaje frente a ella, y no se dio cuenta el momento en que llegó.
—Bienvenida a tu nuevo hogar esposa. —Habló sarcásticamente mirándola por el espejo retrovisor.
Amalia blanqueó los ojos y vio a lo lejos a una mujer ya conocida
—¿Qué hace ella aquí? —se preguntó así misma y Rudolf respondió.
—Ella es Libia, mi amante en turno, pero no te preocupes ya la despediré para que no te sientas ofendida.
Amalia lo miró con desprecio y respondió.
—Has con tu vida lo que te dé la gana, soy tu esposa de papel, no creas que tendré sentimientos de celos por ti. Mi único amor ....
—Ya se, tu único amor es Ferrari, pero sabes que el jamás se acercará a ti, lo tiene prohibido. Además está feliz con Selene, mi hermana sabías que se la llevó del hospital a la mala por qué no la atendieron bien, ellos perdieron un bebé, es por eso que nunca fue a verte todo ese tiempo.
Amalia sintió romper su corazón en mil pedazos, ahora entendía el por qué desapareció Jean todo ese tiempo.
¿Pero por qué creerle a un embustero? si la obligó a casarse con él con chantaje. —pensó rápidamente.
—Ya ni el me importa, lo único importante para mí son ellos. —respondió mirando a sus hijos llena de dudas.
Libia se acercó a ellos y miró a Amalia y a los bebés.
— Vaya, te has tomado muy enserio el papel de esposo y padre. Hola soy Libia. —saludó a Amalia con una sonrisa de burla.
—Creí que eras otro tipo de persona.—respondió Amalia por saludo.
Amalia salió del auto puso a los bebés en el coche y miró a Rudolf.
—Libia, lleva a Amalia a donde se quedará con sus hijos.
Libia camino sin decir una palabra y Amalia la siguió, entraron a la enorme habitación dividida donde estaba todo listo para los pequeños.
—Ves, está habilitación tiene tiempo preparada esperando por ti. No creas que tú serás la señora de esta casa, eres solamente una pieza importante, algo así como un peón en la tabla de ajedrez.
—¿Sabes jugar ajedrez? —preguntó Amalia con sarcasmo. Y Libia blanqueó los ojos.
—Solo se que soy la pieza importante, y eso es más que suficiente.
Amalia no pronunció palabras y siguió mirando todo lo que había dentro de esa habitación.
Libia cerró la puerta con llaves y fue a la oficina de Rudolf entrando sin pedir permiso.
—¿Acaso no te han enseñado a tocar una puerta?
—Contigo no hay formalidades ni mucho menos privacidad querido. Ahora quiero que me digas, cuanto tiempo tendrás a esa mujer ahí, y cuánto tiempo estarás casado con ella.
Rudolf se puso de pie y caminó hasta estar frente a ella, agarro su cuello y lo apretó tan fuerte que Libia sentía morir.
—Tu a mí no me hablas así, aquí se hacen las cosas como yo quiero, y su no te gusta te aguantas. —respondió furioso Libia agarró sus manos para tratar de zafarse clavando sus uñas en ellas.
Rudolf la lanzó sobre el sofá, mientras ella tosía y sobando su cuello adolorido.
—Imbécil, tú no puede librarte de mí así de fácil, te ayude a llegar a donde estas y si no me das mi lugar me las pagarás muy caro. Y si por error me sucede un doble rasguño, todas tus cochinadas saldrán a la luz.
—¿Me estás amenazando? También estás embarrada, y tanto como yo.
—Entonces nos limpiemos juntos, y no se te ocurra traicionar me, por qué lo lamentas. Estás advertido. Rudolf Storibio.
Libia salió furiosa de la oficina de Rudolf. Este quedó mucho más furioso marcó el número y llamó a su hombre de confianza.
—Averigua todo, todo sobre Libia, que come, como duerme y hasta cuántos respiro da mientras lo hace. Quiero esa información que para hoy ya estés atrasado en darme la.
Rudolf colgó la llamada y fue a la habitación de Amalia. Entró sin tocar.
—¿Qué haces aquí? Sal de mi habitación. —dijo Amalia y fue arrastrada por el brazo. Rudolf la llevó hasta los calabozos y se quedó impactada ante la escena que vio.
—¡Madre! ¡Patrick! —expresó con desespero y corrió a ellos.
—Hija mía. ¿Qué está sucediendo?
—Mamá, por qué que nunca me dijiste que mi padre era un mafioso.
—Luego te contaré esa historia hija, pero dime ¿Cómo estás tú? Este loco me fijo que tú te casaras con el, no lo hagas hija.
—Hermanita, no caigas en su chantaje.
—Tranquilos, yo los sacaré de aquí.
Amalia caminó hasta donde estaba Rudolf, lo miró fijamente a los ojos y muy segura de si misma le ordenó.
—Saca a mi madre y hermano de este lugar ahora mismo.
—Escúchame bien Amalia, tú estás aquí para hacer lo que yo te digo.
—Eres un miserable Rudolf, te juro que te arrepentirás.
Amalia escuchó la risa sarcástica de Rudolf mientras se alejaba, ella volvió a las puertas de la celda donde estaba su madre
—Te voy a sacar de aquí madre, solo dame un tiempo por favor.
—Hija, cuídate mucho, no te expongas.
Amalia salió de los calabozos y volvió a la habitación. Tenia idear un plan para rescatar a su madre, hermano y a sus hijos de las garras del tirando.
—Vamos a jugar tu juego Rudolf.

¿Cuál es el padre de mis hijos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora