Capítulo 01

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Khaosan Road, Bangkok, Tailandia.

Jueves 25 de abril, 2024.

21: 45 PM.

No tenía idea de cómo había terminado allí, en un sitio lúgubre y bastante sospechoso, pero ¿que lugar no era sospechoso en estas calles?. Un pequeño edificio de tan solo tres pisos parecia ser el escape perfecto para el joven alto y de compostura delgada que yacía sentado en el sucio suelo mientras su espalda permanecia reposada sobre la pared y su mirada pérdida en algún punto del techo. Dentro de ese lugar apagado, un desagradable aroma acre flotaba en el aire estancado, bailaba en una mezcla de fluidos, moho, humedad y desechos corporales que se mezclaban con el calor húmedo que humedecia su piel.

Con total indiferencia, contempló el metro cuadrado que lo rodeaba, paredes roidas y gastadas, machas de mugre y sangre completamente ennegrecida, irregulares y feas, salpicaban por todas partes, en cada rincón hasta alcanzar el techo, acompañados de arañazos y pequeños agujeros que apenas había sido capaces de penetrar el grueso concreto. El papel tapiz de la pared estaba rasgado y el ambiente tenía ese olor a orina que se mezclaba con el amargo aroma de resto de comida podrida en el suelo. Arriba, en el techo, manchas oscuras y enmohecidas provocadas por la humedad y una vieja bombilla rota.

Era la prueba misma de la decadencia.

Desde su posición podia escuchar el sonido de las sirenas de la policía, alguien gritaba maldiciones, cristales siendo explotados en el suelo, gritos, pasos lejanos y tacones golpeando contra las aceras. Era una noche escándalosa, y talvez era lo único que le decía que el tiempo todavía estaba corriendo dentro de ese espacio apartado del mundo entero, sin embargo eso no lo hacía menos tortuoso o desesperante, no era menos solitario o menos deprimente.

Él lo sabía bien, que dentro de ese espacio, los ecos de esa vieja desesperación aún resonaban, como si todavía tratará de desgarrar su alma. Conocía esas voces, eran las mismas que había comenzado a escuchar desde pequeño, las mismas que a veces le eran tan familiares y otras tan extrañas, las mismas que nunca estaban ahí para ayudarlo.

– Gulf.. – se pronunció aquel nombre en un susurro audible y lejano – Gulf.. – volvió a nombrarlo y este al fin giro en dirección a esa voz – Recuerda que la vida muchas veces termina acabando contigo, quebrandote, volviendote infeliz, pero siempre hay una luz al final del túnel.

¿Donde estaba esa luz que tanto profesaba?, ¿por que ya no lograba verla?. Sonrió, una mezcla de amargura y desesperación que se evaporó antes de que pudiera notarlo.

– Estoy cansado de luchar y siempre estar luchando. ¿Por que no acabar con todo de una vez?.

– Nunca dejes de luchar. Tu siempre has sido un luchador, alguien valiente, pero aveces olvidas lo fuerte que eres.

La risa amarga de Gulf se hizo presente en la soledad de aquella habitación. ¿Él valiente?.

– Soy un cobarde, siempre lo he sido – observó el arma que reposaba en su temblorosa mano izquierda mientras se concentraba en tomar algunas bocanadas de aire, ¿cual era el propósito de todo esto?, ¿valía la pena hacerlo?, ¿era tanta su desesperación que creía que hacer esto era la solución a todo? – Me siento perdido Zan, no se como hacerlo si no estás aquí.

Al segundo sintió como dedos grandes y cálidos apartaban los mechones negros y largos que se había pegado a su frente por el calor sofocante de la habitacion.

– Siempre estaré contigo a donde sea que vayas – la sensación de esa mano tan familiar en el área de su corazón volvió a él, ¿acaso estaba soñando?. ¿Era posible? – Estoy aquí, muy vivo dentro de ti, no estas solo. No te rindas, hazlo por los que te quieren, debes creerles cuando te dicen lo importante que eres para sus vidas.

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