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Las baladas de la infancia

alyssa's perspective

Cerré mis ojos, arrodillada ante la figura que representaba a la Madre dentro del pequeño Septo en Desembarco del Rey. A este aspecto de los Siete se le suele orar para pedir fertilidad y compasión. Era un hábito mío orarle, no por las razones que mencioné anteriormente, sino por el vínculo de cercanía que sentía con mi propia madre. Solíamos venir muy a menudo, pero desde los últimos incidentes con ella. Nos empezamos a el mar mutuamente hasta el punto de tan solo intercambiar un par de palabras cuando nos encontrábamos. Si hablábamos de mis hermanos, los únicos con los que hablaba con regularidad eran Daeron y Helaena. Con Aegon o Aemond ya no me hablaba por obvias razones que no me gustaría repetir. Ellos dos no entendían la gravedad de sus acciones contra mí o Jacaerys, además de la clara inmadurez que ambos poseían al no superar el odio interior suyo.

Si, quizás el evento que sucedió con el ojo de Aemond fue del todo traumático e injusto, y con él estaría justificado este odio que les tiene. Sin embargo, en el caso de Aegon, solo repetía las palabras de nuestra madre y alentaba a los rumores de bastardía sin fundamentos. Jacaerys no era ningún bastardo, tenía la sangre del dragón en él y Ser Laenor los había reconocido como sus hijos legítimos. Lo mismo sucedió en el caso de Lord Corlys Velaryon.

—Le imploro guía en este difícil momento de mi vida, no es mi deseo tener una mala relación con mi madre que tanto me ama pero no ha sido capaz de demostrarlo correctamente. Mi madre aún me ama, ¿cómo podría una madre no amar a su propia hija? Eso sería cruel y mi madre no lo es. Le pido también guía para mis hermanos mayores quienes siguen llenados de odio en sus corazones que no son capaces de soltar. Le agradezco por todos los privilegios y bendiciones que se me son otorgadas diariamente como su humilde devota.

Abrí mis ojos de nuevo, siendo recibida por la soledad y silencio sepulcral dentro del Septo de la Capital. Solamente las pisadas de las Septas u otros transeúntes que iban caminando de un lado a otro podía oír yo. Me levanté de donde me arrodillé, sacudí un poco el vestido y apague la vela que encendí previamente. "Le estoy rogando Madre, concédame guía en estos tiempos" pensé mirando a la estatua de esta figura de los Siete. Le eché un último vistazo antes de salir del complejo religioso y ser recibida por unas calles faltantes de personas. Aunque esto era normal si hablabas de las calles cercanas a complejos de culto religioso.

Sin embargo, no necesitaba preocuparme porque siempre tendría a algún guardia cerca o en este caso a mi mellizo fuera del Septo esperándome.

—Espero que no hayas tenido que esperar mucho Daeron.—le comenté.

—No me importa esperar.—contesta y empezamos a caminar de vuelta al carruaje, el cual estaba aparcado en unas calles más arriba porque no cabía en las estrechas calles hacia el Septo.

—Siendo sincera, la extraño.

—¿A quién extrañas? ¿A nuestra madre?

—Si.

No era algo que me gustaría admitir, pero el hueco que me había dejado tener que alejarme de él por mi propio bien, era más grande de lo que pensé. Mi madre en algún momento de nuestras vidas nos había amado genuinamente, sin tapujos e intento protegernos del ambiente venenoso de la política pero no resultó como quería. Ya que había sido prometida a Jacaerys y por lo tanto, desde que nací sabía que nunca me quedaría con ella el tiempo suficiente. No sería la niña de mamá. Más decir que ella no aprobaba en absoluto Jacaerys, siendo su mayor razón la bastardía que supuestamente lo perseguía. Le hice caso omiso a esa razones no válidas. Lo más importante era lo que había en el corazón y el interior, no la sangre o físico.

𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐎𝐑 𝐃𝐔𝐓𝐘-𝐣𝐚𝐜𝐚𝐞𝐫𝐲𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐟𝐢𝐜𝐭𝐢𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora